LA REVISTA

De Rómulo a Rómulo, de Constantino a Constantino

pl_result
photo_camera Loba capitolina

El mismo nombre para el primer y último monarca romano, para el primero y el último en el trono de Constantinopla. 1.200 años entes los dos rómulos y los dos constantinos. ¿Casualidad? No del todo.

La leyenda, que no la Historia, afirma que Roma fue fundada en abril del 753 antes de Cristo por Rómulo, hijo de Rea Silvia, princesa y vestal de Alba Longa, la vecina ciudad vinculada a Eneas, otro personaje en la bruma del mito. A los romanos les gustaba la idea de remontar el origen de la Urbe a Troya y el poeta Virgilio trenzó una historia en la que Eneas lograba huir de la Ilión condenada para recalar primero en Cartago, donde mantuvo trágicos amores con la reina Dido, origen de la enemistad con los púnicos, y llegar finalmente a Italia sobre 1.180 antes de Cristo y asentarse en Alba Longa, “madre” de Roma.

Para los romanos no había duda de la existencia de Rómulo, e incuso en el foro se conservaba la choza del que sería el primer rey. Luego le sucedieron seis más, hasta Tarquino el Soberbio, destronado por el primero de los Bruto, que proclamó la república, que duraría casi 500 años. En torno al año cero Cayo Octavio fue elevado a “imperator”, jefe supremo del Ejército, y poco a poco fue asumiendo todos los poderes, añadiendo como novedad el de “Princeps”, jefe del Senado y primero de los ciudadanos.

La Constitución republicana nunca se derogó y sus instituciones se mantuvieron, aunque quedaba claro quién estaba al frente. Así pasaron casi otros 500 años más, hasta el 475, cuando fue nombrado emperador un chico llamado Rómulo. Ya todo era una farsa y los romanos le añadieron “augústulo”, o “pequeño augusto”, para reconocer que nada quedaba de la gloria. Fue derrocado por el godo Odoacro, quien le perdonó la vida, y tras renunciar a nombrar a otro títere él mismo se proclamó rey y envió las insignias imperiales a Constantinopla: el emperador de Oriente se vio muy satisfecho en sumar ambos títulos, que usó. Porque el llamado Imperio Bizantino fue una construcción posterior de los historiadores: los soberanos de Constantinopla siempre se llamaron a sí mismos romanos. 

La nueva ciudad había sido refundada por Constantino sobre la vieja Bizancio, entre Europa y Asia. El primer emperador cristiano, ya en el siglo IV, consideró que la urbe de Rómulo no daba más de sí y dio carta de identidad a Nueva Roma, también sobre siete colinas y tras realizar ritos paganos. Pero los romanos comenzaron a llamar a la nueva capital “la ciudad de Constantino” que en griego se denomina Constatino Polis o Constantinopla. Fue un enorme éxito: duró mil años más, hasta el 1453.

A finales del siglo XV todo se había perdido ante los turcos llegados del centro de Asia. Como los árabes, eran incapaces de pronunciar la “p”, que transforman en “b”, y por ello denominaban a la capital algo así como “Constanobul”, que derivó en Estambul, todavía hoy bajo poder otomano.

Mehmet el conquistador logró vencer las defensas tras un largo asedio donde se destacó el último emperador, llamado como el primero, Constantino, con el numeral XI. Su muerte es legendaria: luchó hasta el final en las murallas tal y como había prometido a Mehmet  que le ofreció una provincia a cambio de la rendición. Decapitado, su cabeza fue capturada por los turcos, mientras que su cuerpo era enterrado en Constantinopla con todos los honores.. Curiosamente, el mismo fin que tendría apenas unos años después otro personaje de la época y la zona, Vlad Dracula, príncipe de Valaquia y señor de Transilvania…
 

Te puede interesar