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Sebastiao Salgado, matar a Reagan (2)

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photo_camera Atentado contra Ronald Reagan, 1981.

El disparo que alcanzó al presidente se alojó en el pecho, aunque los rumores iniciales lo situaban cerca del pulmón; tres horas de cirugía en el Hospital George Washington libran a los USA de otro asesinato presidencial. 

Está escrito, ser presidente de los Estados Unidos es una profesión riesgosa. Abraham Kincoln, James Abram Garfield, William MacKinley, John F. Kennedy fueron asesinados durante su presidencia. El atentado de Ronald Reagan revivió el pasado de los otros magnicidios. El ex actor Reagan sólo había sido herido de rebote por una bala mientras se parapetaba entre su limusina, “no supe agacharme a tiempo", le diría horas depués al ver a su esposa Nancy en el hospital.

Pero tras los disparos del pirado de John Hinckley a las puertas del Hotel Hilton de Washington todo el mundo presuponía ya lo peor. El disparo que alcanzó al presidente se alojó en el pecho, aunque los rumores iniciales lo situaban cerca del pulmón; tres horas de cirugía en el Hospital George Washington libran a los USA de otro asesinato presidencial. 

El momento se presenta confuso, los rumores sobre un atentado por intereses cruzados cobran fuerza e implican al bando republicano, la campaña de George W. Bush había sido generosamente lustrada por Scott Hinckley, el padre del asesino; nunca se probaría otra relación que su locura. 

Pero el protagonista aquí es otro, el archiconocido fotógrafo brasileño Sebastiao Salgado. La importancia de estar en el lugar correcto en el momento justo. Aquel 30 de marzo de 1981 junto a Reagan fueron heridos el secretario de prensa de la Casa Blanca, James Brady y dos agentes de seguridad, Thomas Delahanty y Timothy McCarthy, quien con valentía se antepuso su cuerpo al del presidente. En el momento de los hechos estaban presentes varios cámaras de televisión y tres fotoperiodistas, Ron Edmonds, que por sus imágenes vibrantes de los hechos-trabajaba para AP- recibiría el premio Pulitzer y un ridículo aumento de sueldo; Michael Evans. Sebastiao Salgado también estaba allí y no debiera, o casi. Iba de paso por Nueva York tras regresar de Australia, ni siquiera estaba acreditado. 

Salgado ya era un fotógrafo reconocido que aunque freelance estaba asociado a Magnum. A Petición de The New York Times daba cobertura a la visita presidencial a diversos estados. Sin credencial y con un traje prestado, logró que lo adjuntaran junto a la comitiva de quince oficiales de seguridad camino del Hotel Hilton. Al escuchar los primeros disparos saltó del coche aún en marcha, enmarcó la escena y se puso a disparar entre el tumulto. Quiso la diosa fortuna regalarle el mejor encuadre, la mejor foto, y los mejores emolumentos, pero eso es otra historia. 

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