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Sylvia Plath, alma de tormento

Dibujo
photo_camera Imagen: Sylvia Plath, para LIFE.

En 1981 los “Poemas reunidos de Sylvia Plath” editados por Ted Hughes, quien años atrás fuera su marido y su tormento, obtienen un premio Pulitzer a título póstumo

Sylvia Plath (Boston, 1932- Londres, 1963) poetisa en la denominada corriente confesional -junto a Anne Sexton- había sido una persona atormentada y perfeccionista en lo poético. A los 19 años coquetea por primera vez con el suicidio, una ingesta de tranquilizantes tan sólo consiguen que pierda el conocimiento. Los electroshocks y una terapia adecuada la hacen regresar despué a la normalidad. Lo cuenta en “La campana de cristal¨, novela autobiográfica, con Esther Greenwood, su alter ego, de protagonista; allí los fantasmas de la depresión, la inestabilidad emocional, pululan en un cuerpo de escritura de corte poético.

   La escritura de diarios, la poesía narrativa es puro ejercicio de oficio; también lo vivencial, a su padre, un profesor universitario de origen alemán, muerto en plena juventud, causante en parte también de su enfermedad, le dedica “Daddy”, un personaje caracterizado de antisemita y ario. 

   Estudiante brillante. Una beca Fulbright la lleva hasta Cambridge, donde Ted era profesor y solvente poeta, allí se conocen. Se casan en 1956. De 1957 a 1959, la pareja se traslada a los Estados Unidos, al Smith College, donde Plath dio clases. Allí también descubre a su marido flirteando con una joven estudiante; la infidelidad, otra constante. Una vez queda embarazada la pareja regresa al Reino Unido. Tienen dos hijos, Nicholas y Frieda, y un aborto, sus poemas hacen referencia al hecho. La pareja se separa, entre otras causas, por la aventura amorosa de Ted con una poetisa, años después también suicida, Assia Wevill.

   Casi sobra decir que el 11 de febrero de 1963, con el desayuno de sus hijos en la mesa, Sylvia, abrió la espita del gas e introdujo la cabeza en el horno. Desde entonces Ted se hizo cargo de sus poemarios, de sus escritos y de su conciencia, que de vez en cuando le administraba relámpagos. Muchos de aquellos escritos fueron destruidos, para no dañar a sus hijos, dijo. Aunque casado, y con infinidad de amantes, poco antes de morir Ted publica “Cartas de cumpleaños”, un poemario dirigido a Sylvia, donde desvelaba aquellas tristes horas que rodearon la muerte de la poetisa. Sobra decir también que nunca respiró tranquilo. 

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