MITOMANO

Teseo, el héroe malvado

Dibujo

La Grecia de los héroes dejó en el recuerdo algunos hombres cuyo comportamiento fue como mínimo ambiguo. Uno de los más famosos era Teseo de Atenas, vencedor de Minotauro y un desleal.

Cuando dioses y hombres convivían y se relacionaban a diario, surgieron los héroes, capaces de afrontar los mayores retos, aunque la mayoría mantuvo  comportamientos como mínimo poco aceptables. Una larga lista donde figuran Heracles (homicida), Jason (que abandonó a su esposa tras aprovecharse de ella para conseguir el vellocino), Edipo (que mató a su padre para casarse con su madre), Aquiles (feroz asesino de Héctor), Odiseo (condenado a vagar por el mar) y por supuesto  Teseo, el ateniense.

La ciudad-estado helena estaba atada al rey Minos de Creta por un pacto de sangre que exigía la entrega periódica de un tributo formado por jóvenes –chicos y chicas- que serían sacrificados como alimento de  Minotauro, el monstruo mitad animal, mitad humano. Minos se negó a devolver un toro blanco encontrado en la playa que era propiedad de los dioses, que le castigaron de forma cruel, haciendo que su esposa, Pasifae, se enamorara de la res. Para saciar su rijosidad, apeló al ingeniero Dédalo, que construyó una especie de vaca en cuyo interior se colocó… El fruto fue Minotauro, recluido a un laberinto construido también por Dédalo con su hijo Ícaro, donde también fue encarcelado, logrando salir con unas alas de cera. Minotauro necesitaba carne joven y los atenienses la suministraban como tributo anual. Así hasta que Teseo, hijo de Egeo, decidió que era hora de acabar con aquello. Logró convencer a su padre y embarcar hacia Creta con el resto de jóvenes. Egeo le instó a cambiar en el viaje de  regreso las velas negras del barco  -de luto por su muerte y la de sus compañeros- por otras blancas… 

Teseo llegó a Creta al palacio de Cnossós y allí conoció a Ariadna, hija de Minos, que se enamoró de él. Igual que haría Medea con Jasón, le ayudó a acabar con su hermanastro. Ariadna le dio un hilo para poder encontrar el camino de salida. Como es sabido, entró armado de una espada y mató a la bestia. Pero en lugar de estar agradecido, aprovechó el viaje de regreso para abandonar a Ariadna en una isla. Luego, “olvidó” poner velas blancas y su padre, que esperaba el regreso desde Cabo Sunión, se suicidó al ver que el buque regresaba con el trapo negro. Se tiró al mar que desde entonces lleva su nombre. Todo ello le valió a Teseo para convertirse en rey de Atenas y héroe panhelénico, que luego se enfrentaría a las amazonas e incluso a Hades, dios del inframundo. Curiosamente, acabaría casándose con Fedra, hermana de Ariadna, a la que también abandonaría.

El mito de Teseo entronca con los héroes fundadores, en su caso de Atenas, capaces de enfrentarse a los dioses y al destino. Su  historia tiene algo de cierto: existió  Minos, Cnossós y el laberinto. Arthur Evans excavó en Creta y encontró los restos de un enorme complejo palaciego que se remontaría a los siglos XIV-XVIII antes de Cristo, y no sólo ello, sino también una inscripción de “Minos”, que no sería un nombre sino más bien un título: a esa época comenzó a denominarse como minoica o prehelénica. Cnossós, donde se rendía culto al toro, tenía una estructura tan compleja que resultaba sencillo perderse. El palacio se llamaba Doble Hacha, que en griego se traduce como Labrys. Es decir, el Palacio del Laberinto, de Minos. Siglos más tarde, los griegos llegarían a Egipto y allí se encontrarían con una estructura similar construida por el faraón Amenentat (Amón es el Primero), que bautizarían como Laberinto. 

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