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De la vida punk a la vida residencial y viceversa: la historia de Viv Albertine

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Música, moda, drogas, depresión... Su autobiografía, "Ropa, música, chicos" es  un homenaje a vivir según tu pasión

Viv Albertine no tiene miedo a desnudarse. Hace tiempo que perdió el temor al que dirán. Su vida ha sido un viaje que ha pasado por demasiadas estaciones, alguna lujosas y llenas de gente, la gran mayoría repleta de paradas en andenes oscuros, vacíos, grises y llenos de fantasmas en cada esquina. Ella nunca ha perdido el siguiente tren, decidida a llegar a un destino donde pudiese descansar, sentarse en una silla y contar a todos lo que le ha pasado. 

Desde sus inicios como guitarrista y cofundadora de la primera banda de Sid Vicius a ejercer de modelo casual para Vivienne Westwood en su primera tienda en King´s Road –la icónica y desaparecida SEX–, pasando por el éxito efímero de su banda The Slits –llamadas a algo mucho más grande de lo que realmente lograron– hasta llegar a un retiro en una pequeña villa entre runners, asociaciones de padres y típica vida residencial británica. Una historia vital salpicada de relaciones personales, drogas, superación, depresión, divorcios y muertes repentinas de amigos. 

Viv lo ha descrito todo, todo, en un maravilloso libro, “Ropa, música, chicos”, donde reflexiona sobre entender cuál es tu pasión, tu motor, aquello que realmente te mueve por dentro y por fuera y nunca renunciar a ello, ya que la vida es tan corta y tan “puta” que no se merece que uno se la tome demasiado en serio.

Albertine nos cuenta cómo tardó casi 30 años en darse cuenta que no necesitaba ser una gran instrumentista ni una gran conocedora del ángulo perfecto en una toma para poder sentir y luchar por hacer de la música y el cine tus salvadores, tu forma de vivir y de amar el mundo.  

El lector que dude si la vida puede darl  una segunda oportunidad, o si una canción puede cambiarle el día, que se adentre en el mundo de Viv Albertine. Caminar con ella y con Johnny Rotten  por las calles de un Londres setentero en efervescencia, subirse a tocar la pandereta con unas Slits agresivas y desafiante, o compartir un Moët & Chandon con –nada menos que – Vincent Gayo en un lujoso hotel de New York. No, no todo el camino de “Ropa, música, chicos” será divertido, pero leer a Viv Albertine nos hace, sin duda, sentirnos a todos mucho más vivos. 

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