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Vides de Fontán, un moderno tributo al siglo XVIII

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Comprado hace once años por Condes de Albarei, la primera cooperativa vitivinícola que se creó en Rías Baixas, elabora desde hace diez un cuidado vino al que llegan tras una concienzuda selección de los mejores racimos de cada parcela de la finca

Veintidós hectáreas con cepas exclusivamente de Albariño, plantadas hace más de cuarenta años. Así es el viñedo de Pazo Baión. Comprado hace once años por Condes de Albarei, la primera cooperativa vitivinícola que se creó en Rías Baixas, elabora desde hace diez un cuidado vino al que llegan tras una concienzuda selección de los mejores racimos de cada parcela de la finca. Ahora, Condes de Albarei vuelve a sorprender con otro vino salido de este pazo. Se llama Vides de Fontán y rinde homenaje, con su nombre, a la casa originaria de esta propiedad, la Casa de Fontán, cuyos primeros viñedos habían sido plantados en el siglo XVIII y están documentados desde 1731.

Para su elaboración, se escogen las uvas procedentes de las parcelas más altas y expresivas por su orientación y soleamiento. Tras una selección de los mejores racimos, se procede a una maceración a baja temperatura durante ocho horas, antes de la fermentación con levaduras autóctonas, una parte en dos tinos de roble francés y otra en acero inoxidable. 

El proceso, una vez realizada la vinificación, se completa con una crianza en la que el vino pasa 1 año en tinos de roble francés de 2.500 litros, y el fermentado en acero, en un huevo de hormigón. Al cabo de ese tiempo, ambos vinos se ensamblan y reposan un año más en depósitos de acero inoxidable. Una vez completada su crianza, el vino se afina con un reposo de un año en botella antes de salir al mercado. Ahora, cuando concluye el año 2019 salen a la luz las primeras botellas de la añada de 2016 en una edición limitada que será de un total de 6.500 botellas.

Estamos ante un vino que mantiene todas las cualidades aromáticas y gustativas del Albariño, con ese toque de frescura y su carácter frutal y floral, pero incorpora un grado de madurez que nos recuerda a aromas más profundos y especiados, con esa untuosidad que le aporta la crianza con sus lías finas. Un vino que gana en estructura y complejidad y puede mantenerse en una evolución muy positiva durante un largo período, siempre que la botella se guarde correctamente. Singular en la elaboración, no pierde la identidad ni de la tierra ni de su variedad.

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