Un vino de excepción que nace de la adversidad

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“De finca” no es un vino que pretendan sacar adelante todos los años. “Solo cuando estemos ante una cosecha que dé unas uvas  excepcionales”, explica Alejandro

La inteligencia y el desarrollo, por lo general, surgen de la adversidad. Es esa necesidad de hacer frente a un contratiempo la que arroja buena parte de los grandes logros de la humanidad. En la enología sucede lo mismo y el ejemplo más reciente lo tenemos en el último vino que ha lanzado la bodega de Castrelo de Miño, Antonio Montero. La cosecha de 2018 dejó afectada una de sus fincas por el mildiú, lo que ocasionó una notable merma de su producción. En el momento de la vendimia, se dieron cuenta de que las cepas, habían compensado esa falta de racimos con una generosa calidad en los pocos que quedaron. “Pensamos que podíamos elaborar un vino diferente, mejor que el Antonio Montero Autor”, comenta Alejandro, el hijo de Antonio Montero y tercera generación en esta bodega familiar que se encuentra en Castrelo de Miño.

Decidieron entonces, sacar adelante, “De finca”, un monovarietal de Treixadura, hecho con las uvas de esa finca. Para ello, buscaron una elaboración diferente: mil litros fueron fermentados en barricas de roble francés de segundo año de uso. Otros tres mil, en acero. Finalizada la vinificación, ensamblaron los cuatro mil litros, los dejaron reposar en cubas de acero durante un tiempo y embotellaron la añada de este singular vino de la cosecha de 2018.

Cuatro mil botellas de un vino que se encuentra entre el Antonio Montero Autor y el Alexandros, el monovarietal de Treixadura que llevan ya años elaborando en barricas de roble francés, con una pequeña tirada de poco más de mil botellas al año.

“De finca” no es un vino que pretendan sacar adelante todos los años. “Solo cuando estemos ante una cosecha que dé unas uvas  excepcionales”, explica Alejandro, quien asegura que para este año tienen en depósito y barricas una nueva partida pero “habrá que esperar a ver el resultado para saber si sale o no”.

La adversidad le aportó a la Treixadura con la que elaboraron esta primera añada de “De finca”, un grado de maduración y al mismo tiempo de acidez que le dan unas características especialmente atractivas, tanto en nariz como en boca. 


El bodeguero


Todavía sigue siendo su padre, Antonio, quien dirige todas las labores de ese viñedo que es como un puzzle formado por pequeñas y pequeñísimas fincas que conforman las cinco hectáreas de la bodega familiar. Pero él, que comenzó ocupándose de la comercialización y el comercio exterior, no es raro verlo viajar a Suiza o a Japón para presentar su catálogo de interesantes vinos, ya empieza a tomar el relevo en esos otros aspectos más vinculados a la tierra. Porque para los Montero el vino se hace en la viña.

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