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Ocho vinos que indagan en la historia de Galicia

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Iniciamos la semana pasada un recorrido por la vitivinicultura de la mano del cooperativismo en Galicia con marcas que han marcado hitos ya sea por su carácter pionero o por los logros con los que se abrieron camino en distintos mercados internacionales. Hoy vamos a seguir rastreando el trabajo que las bodegas y viticultores que se agrupan bajo la fórmula de la economía social en nuestro territorio. Veremos, por ejemplo, cómo dos cooperativas, una de Rías Baixas (Martín Códax) y otra del Ribeiro (Viña Costeira) traspasan su región vinícola, siguiendo la estela que dejaron otras cooperativas como la de Terras do Cigarrón, en el caso de la primera, que incorporó a sus socios y viñedos de Monterrei, o la segunda, que recuperó la actividad de la cooperativa de Larouco en Valdeorras.

De Viña Almirante destacamos su monovarietal de Caíño, una rareza en los dominios del Albariño. Y de Viña Moraima todo un trabajo de rescate de una variedad que se daba por extinguida, la Ratiño. Aunque resulta prácticamente imposible encontrarlo en el mercado porque fue elaborada su primera añada para llevarla a catas merece el reconocimimento de devolver a la vida una uva que es autóctona y prácticamente exclusiva de aquel territorio, donde se recuperó a partir de un reducido número de cepas centenarias, prefiloxéricas, que estaban perdidas entre diferentes viñedos del término municipal de Barro.

Cerramos con dos elaboraciones históricas que fueron recuperadas en las últimas décadas. Los vinos espumosos, de los que tenemos constancia que se realizaban en Valdeorras desde el siglo XIX y en Ribeiro desde hace cien años y la joya de los vinos naturalmente dulces de Galicia, el Tostado.

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