Y Marilyn se fue a la guerra

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photo_camera Marilyn Monroe en Corea, 1954.

Sobre el escenario la joven actriz y cantante ocasional abrazaba el micrófono, desplagaba los brazos y contorneaba su figura

La guerra en sí había terminado, el conflicto no. Sobre el terreno, en Corea. en el tiralíneas del famoso Paralelo 38, miles de norteamericanos desplegados hacían realidad aquella división imaginaria que aún persiste, el norte manejado por la antigua Unión soviética, y China, el Sur, por los USA.
Marilyn qu estaba de viaje de novios por Japón con Joe DiMaggio, su segundo marido, una estrella del béisbol ya retirada con fama de celoso. Se habían conocido hacía dos años, al tiempo que la rubia deslumbrante comenzaba a rodar “Niágara”, con Joseph Cotten. La pareja parecía feliz.

Sobre el escenario la joven actriz y cantante ocasional abrazaba el micrófono, desplagaba los brazos, contorneaba su figura a la par que insinuaba acariciar su cuerpo de piel banquecina como si con ello acariciara a toda la tropa congregada. Allí subida, engalanada sobre una escenografía de testosterona color caqui, ella vestía un ajustado vestido de gala con tirantes en color púrpura y unos zapatos de tacón. Durante la visita al regimiento se le había visto con un pantalón gris y botas de combate, así como con una camisa abierta en una insinuante suelta de botones, en un modelito coqueto que la convertía en uno más pero con curvas. Durante el paseo algún militar se desprendió de su cazadora de cuero de la Navy.

“Diamonds Are A Girls Best Friends”, sonaba en su voz nasal semigangosa como si la cantara el vecino en el baño, pero a las tropas las tenía ganadas con sus quiebros de cintura, con ese sentir de amor apresurado que los aceleraba a todos, no era para menos.
Aquel 14 de febrero de 1954, sería la primera de las 10 actuaciones en el frente, 4 días de ardor guerrero entre las tropas desplegadas y 100.000 miradas puestas sobre su piel. De la contrarréplica soviética no hay noticia.

John Kelly, el comandante del regimiento, al ver la movida entre los que figuraban en primera fila, donde había una zona para convalecientes, al ver los placajes, empujones y algo más, lanzó una advertencia solapada en forma de orden: “Están ustedes aquí para pasar un buen rato, no es de sentido común que se estén haciendo daño”. “Nunca he visto tanto hombre junto en mi vida”, el 27 de octubre de aquel año, ella y Joe se divorciarían.

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