La historia nos aporta terroríficos ejemplos de canibalismo, desangramientos y otras prácticas sufridas por inocentes, para complacer los delirios de otros, en general de alto rango y mucho poder.
Que eso sucediese siglos atrás no es extraño. Lo sorprendente es que, en la actualidad, empresas ofrezcan transfusiones de plasma joven -a 7.000 euros el pinchazo- prometiendo al cliente mejoras en la salud, memoria y rendimiento sexual.
Ciencia vs Fama
Esta práctica está de moda entre los millonarios de Estados Unidos y no duden que pronto aterrizará en España, dado que imitamos todas las estupideces que cuelgan los famosos en sus redes sociales.
Quizá deberiamos seguir, escuchar -reflexionar- a dos biólogos moleculares de la Universidad de Berkeley, Michael e Irina Conboy. Ambos estudian desde hace 17 años las supuestas propiedades de la sangre joven, conocen a fondo el tema y su opinión debería ser más influyente que la del fundador de ‘PayPal’ y entusiasta de la práctica, Peter Thiel. El señor Thiel es un genio empresarial, pero un ignorante integral.
Los Conboy advierten que hoy “no existe evidencia científica de los supuestos beneficios de estas transfusiones” -salvo que pretenda ganar el Tour de Francia- ni hay en el mercado un fármaco “capaz de poseer un efecto anti-edad completo”. Los resultados son mínimos en ratones. ¿En humanos? Inciertos.
Elixir sencillo y más barato
No se desanime, porque los Conboy dan pistas sencillas y baratas. “Es mejor y más seguro arreglar la sangre vieja del paciente que utilizar la joven de otro”.
Esto se traduce en una medicina anti-edad personalizada, donde -¡qué curioso!- el Ejercicio Físico tiene un papel prioritario e indispensable.
Haga lo que quiera. Yo, por si acaso, me baño todos los días en sangre de cabritillo del Sinaí y me perfumo con grasa de morsa atlántica. ¡Y 10 años menos!
