Jordi Montes: "Me dijeron que los gallegos son los andaluces del norte"

Jordi Montes (Barcelona y Granada, 1977) fue ordenado como nuevo fraile Mercedario de Verín y como diácono por la Diócesis de Ourense, dos actos que se realizaron por primera vez en la historia de la Iglesia de la Merced este mes en Verín. El religioso, que nació en Barcelona, aunque su familia es de Granada, afronta esta nueva etapa con ilusión y cuenta los días para convertirse en sacerdote. ¿Qué siente tras convertirse en fraile y diácono? Mucha alegría porque es un camino muy largo. Yo siento la llamada al sacerdocio desde los 12 años y ya tengo 45 (risa). Además, que esas dos cosas se hagan el mismo día produce mayor alegría. En cierta manera también sentí pena porque mi familia no pudo asistir. Es la primera vez que ocurre algo así en la Merced de Verín… Ya para empezar, que haya una ordenación diaconal, creo que aquí nunca se hizo, porque cada convento tiene una función. La función de este convento era el noviciado, formar los novicios que hacían los primeros votos y después los destinaban a otro lugar. En mi caso hice la profesión solemne que nunca se ha hecho aquí, y ordenación, que tampoco. Además, en muchos años he sido el más joven que llegó a esta casa, donde somos cuatro. ¿Cómo fue el proceso para llegar hasta aquí? Mi proceso es algo particular. Yo pertenecía a otra orden religiosa, de una vida más contemplativa, entré en Francia y a los cuatro años me enviaron con otros monjes a la República Checa a fundar un monasterio. Allí estuve 11 años, y yo sentía que Dios me llamaba a otro estilo de vida más apostólico, vida más activa. Para ello hice el tránsito, estuve tres años en Salamanca y aquí ya llevo dos. Eso culmina con la profesión solemne. ¿Por qué escogió la Orden de la Merced? Precisamente por la vocación de los mercedarios que es la redención de cautivos, es decir, la Orden de la Merced se fundó en el siglo XIII para redimir a los cristianos cautivos que estaban sometidos por los musulmanes y los frailes tenían como voto particular que si no se podía pagar el rescate por los cautivos el fraile se quedaba en el lugar. Hoy en día ese tipo de vocación como tal no existe, se entiende de manera más amplia: el hecho de redimir a aquellas personas que estén atravesando momentos complicados en la sociedad por lo que no pueden vivir libremente la fe. El próximo paso es convertirse en sacerdote. Sí, hay un mínimo de seis meses para poder acceder. Y es una grandísima alegría porque es lo que siempre quise. Uno durante todo este tiempo ha visto que llegaba y no llegaba… Hice los estudios, hasta me licencié en Derecho Canónico en Salamanca. Tengo ganas de que llegue y mi intención es que se pueda celebrar la ordenación sacerdotal en Jerez, cerca de donde viven mis padres para que estén presentes. ¿Lo acogieron bien en Verín? Me dijeron que los gallegos son los andaluces del norte (risa). La experiencia es muy buena. Uno se hace a la idiosincrasia de la gente de aquí. Además, el colegio y el internado también le dan vida al convento. El próximo año se celebrará el capítulo provincial y se decidirá si quedo aquí o no, pero creo que unos años estaré por aquí.