XOVES DE COMADRES

Una larga siesta, clave para vivir la noche

OURENSE. 23.02.2017 VERIN, XOVES DE COMADRES. FOTO: MIGUEL ANGEL
photo_camera El color azul fue el unánimemente elegido por este grupo

El Xoves de Comadres es cada vez más atosigante por lo multitudinario que ha llego a ser la celebración, pero también es imprescindible para dar paso a los días grandes de la celebración 
del Entroido en Veríln.

Llega el Entroido y todo comienza de nuevo:  la casa invadida de "fondo de armario", el que llenan los disfraces de otras temporadas; el reencuentro con los  amigos para compartir expectativas y próximas juergas; las últimas pinceladas al disfraz elegido, con el que iniciar la mejor fiesta del año en mi pueblo, Verín; y un tentempié contundente de media mañana, para que el cuerpo aguante, y que no es otro que una ración de callos con corto de cerveza; ayer, feria en la capital del Támega, tocaba degustarlos en el Capri; desde hoy, en el Cesteiro, cuando caen las 12 de la mañana.

Así empecé ayer el día, la jornada de un flamante Xoves de Comadres cada vez más atosigante por lo multitudinario de la celebración, pero imprescindible para abrir los días grandes del Entroido.

Fue despertar y no parar. Rápido desayuno y ducha, y con la misma, a ultimar el disfraz de la noche, este año con afán de rememorar a los empalagosos  Sandy y Danny, los novios perfectos de Grease. Peluca rosa -la mía convencional por no encontrar el modelo cardado de la Sandy rompedora (los chinos ya no son lo que eran y en internet todo se agota cuando llegas tarde)-, cazadora de pink lady y zapato rojo de tacón, con abrigo de "cebra" para combatir el frío. Entre el fondo de armario y dos pequeñas adquisiciones, quedo lista para la cena y la espera de don Carnal al pie del Camiño Real, en el barrio de San Lázaro.

Asegurada la indumentaria, pongo el ojo en el desfile infantil de Entroido. Todo un éxito de participación. Además del placer, la presencia era obligada: tengo sobrina y allí esperé una hora, en la Praza Maior, para verla desfilar de cazafantasma. Todo eran cámaras y móviles echando humo. Cuánta abuela enfervorecida y padre orgulloso acabaron baterías y paciencia por el ansia de inmortalizar el momento. Yo casi, porque la avalancha de familias estuvo a punto de dejarme sin móvil y sin pies. Tal era el despliegue exhibido, ayudado por un tiempo estupendo que, pedíamos todos mirando al cielo, se mantenga al menos hasta el domingo por la tarde, pasado ya el desfile de mayores, que lleva dos años aguado por la lluvia.

No hay feria sin un buen pulpo y una cerveza. Por eso, puse fin a la intensa mañana con  un exquisito pulpo á feira y unos chipirones -había que llegar suave al menú de jarrete y los chupitos de la noche-. Todo amenizado, claro, con el impactante sonido de las chocas del cigarrón y la charanga de turno entonando la última melodía antes de parar parar a comer.
Mi clave para llegar con buen pie a las.noches de Entroido es descansar tras el café: un par de horas y una relajante ducha me bastan para recuperar fuerzas (una ya tiene sus años y requiere algo de sosiego entre tanta intensidad). Así, al despertar me dispuse a convertirme en entusiasta comadre, en esta ocasión una Sandy "enxebre" porque verán que la peluca sólo coincide con el pink en el color y el abrigo "cebra" no se acerca ni remotamente al modelo de brillantina de aquella pandilla de película. 

Ya lista, me entregué a la noche de Comadres como nunca. Hoy será otro día.

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