De los bombardeos de Alepo al sueño de España

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photo_camera mina y su hijo pequeño, Ali, de ocho años,en la sala de estar de su casa en Beirut. (SANHAM)

"Queremos ir a España para trabajar y para que los niños tengan un futuro, no queremos que nos regalen nada", dice Mohamed, de 49 años, en su humilde piso en "Dahie", barrios del sur de Beirut.

Mohamed, su mujer y sus tres hijos esperan con impaciencia el momento de pisar España, tras años de penalidades en los que han pasado de vivir atemorizados por los bombardeos en Alepo a una existencia miserable en el Líbano.

"Queremos ir a España para trabajar y para que los niños tengan un futuro, no queremos que nos regalen nada", dice a Efe Mohamed, de 49 años, en su humilde piso en "Dahie", barrios del sur de Beirut.

Esperan viajar el próximo 29 de junio junto a otros refugiados sirios en el Líbano al territorio español dentro del grupo que España se ha comprometido a acoger.

El calor es sofocante en la casa de Mohamed y su esposa, Amina; un bajo de un edificio consistente en una única habitación de unos 15 metros cuadrados que sirve de dormitorio y sala de estar para los cinco, con una pequeña cocina y un aseo con un plato de ducha.

Aparte de la puerta de entrada, la única vía de ventilación es un ventanuco en la cocina que da a un patio interior desde donde llega el ruido de generadores y olor a combustible.

Llevan desde hace tres años en suelo libanés, adonde se trasladaron huyendo de la guerra.

Antes del inicio del conflicto en 2011, "vivíamos normal, ni bien ni mal, yo tuve varios trabajos, pero la mayor parte del tiempo fui taxista en Alepo", rememora Mohamed.

El comienzo de la contienda supuso el inicio de una pesadilla.

Amina recuerda que "no había comida, no había agua, la electricidad se cortaba".

"Vimos cómo las casas alrededor de la nuestra se derrumbaban por los proyectiles, hubo quince días que estuvimos sin poder asearnos por la falta de agua, en invierno hervíamos patatas para calentarnos al tocarlas y estuvimos cuatro meses encerrados por los bombardeos", enumera Amina, de 31 años.

Mientras sus padres hablan, los pequeños Ahmad, de 11 años, y Ali, de 8, escuchan con atención, y el primogénito Maher, de 13 años, se queda dormido en el sofá.

Los niños dejaron de ir al colegio en Alepo porque sus padres tenían miedo de que fueran sorprendidos por un bombardeo y tampoco están escolarizados en el Líbano, donde Mohamed y Amina les enseñan en casa algo de árabe e inglés.

"My name is Ali" (me llamo Ali) afirma el benjamín sonriente para demostrar sus conocimientos de la lengua inglesa.

Mohamed explica que no pueden enviar a sus hijos al colegio aquí porque, pese a que es gratuito para ellos, no disponen de dinero para pagar el material escolar, como libros, lápices o cuadernos.

El deterioro de la situación en Alepo hizo que esta familia decidiera escapar al Líbano, sin apenas pertenencias y donde tuvo que empezar de cero.

No viajaron directamente a Beirut, sino que al principio estuvieron en un pueblo próximo a la localidad sureña de Sidón, donde Mohamed trabajó temporalmente como conductor de un camión hasta que se mudaron a la capital.

Actualmente Mohamed no puede conducir porque no ve bien de un ojo y hace labores de portero en el edificio donde viven a cambio del alquiler gratis.

La única fuente de ingresos es su hijo Maher, que trabaja de reponedor en un supermercado, y redondean su sueldo con las propinas que recibe Mohamed de los vecinos.

"El pobre tiene que cargar cajas muy grandes y trabaja doce horas por 40.000 libras libanesas a la semana (unos 26 dólares)", lamenta Amina.

Maher ha caído completamente rendido en el sofá donde está profundamente dormido. Sus hermanos pequeños cuentan que de mayores quieren ser médicos, y Amina revela que Maher quiere ser informático: "Se le dan muy bien los ordenadores, yo no me las apaño muy bien con el móvil y él es el que me arregla todo".

Hace un mes y medio, una llamada de la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) les dio un rayo de esperanza: "Nos dijeron que si queríamos ir a España y por supuesto que aceptamos. Antes, les habíamos comunicado que nos queríamos marchar del Líbano", apunta Mohamed.

"Fue una sorpresa para nosotros y estamos muy contentos. Queremos ir a España para dar, no solo recibir, algún día los niños serán médicos, ingenieros y aportarán cosas a España", asegura el cabeza de familia, que también aspira a encontrar algún empleo pese a que es consciente de la situación económica en el país de acogida.

Una gran maleta verde será todo el equipaje que se llevarán a España, un país que solo conocen por lo que han visto en televisión y adonde viajarán cargados de sueños y aspiraciones, más que de bienes materiales.

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