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La ciudad natal de Hitler trata de liberarse de su estigma

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photo_camera Imagen de archivo fechada el 30 de abril de 2016 que muestra la casa en la que nació el dictador nazi Adolf Hitler (1889-1945), en Braunau am Inn, Austria.

Es una localidad austríaca como cualquier otra salvo por una casualidad histórica que todavía persigue a sus vecinos

Braunau am Inn es una localidad austríaca como cualquier otra salvo por una casualidad histórica que todavía persigue a sus vecinos: es el lugar de nacimiento de Adolf Hitler, el dictador más sanguinario del siglo XX.

Mientras que Salzburgo es conocida como la ciudad natal de Mozart y eso le da una imagen positiva, la cercana Braunau, con unos 16.000 habitantes, tiene que cargar con el peso de ser el lugar en el que el fundador del nacionalsocialismo llegó al mundo.

Hitler nació en abril de 1889 en un caserón de tres plantas en el casco histórico de la localidad fronteriza con Alemania.

Ante la vivienda vacía de color amarillo pastel hay un monolito con un mensaje para las víctimas del Holocausto, pero por ningún lugar aparece la palabra Hitler ni se indica que nació ahí.

Es un tabú del que se prefiere no hablar en Braunau.

Aunque la familia del que iba ser el líder nazi sólo pasó tres meses allí, su vivienda es conocida como "la casa de Hitler", sobre todo para los neonazis que en ocasiones peregrinan al lugar.

El Gobierno austríaco expropió la casa a principios de 2017 y su dueña ha recurrido la decisión al Constitucional.

Desde 1972, el Estado la alquilaba para evitar que pudiera convertirse en un lugar que -de alguna forma- ensalzara a Hitler.

El edificio ha albergado en las últimas décadas una escuela, una filial bancaria, una biblioteca y, hasta 2011, una tienda-taller de una organización para personas discapacitadas, que se mudaron porque la dueña se negaba a adaptar el edificio a sus necesidades.

La vivienda será ahora reformada y se negocia que albergue a la misma organización para discapacitados que ya la usó en el pasado.

De esta forma se sigue las recomendaciones de una comisión de expertos que abogó por darle un uso social o caritativo, y descartó derribarla porque sería "negar la historia" o crear un museo, ya que eso llevaría a una mayor "asociación con Hitler".

Su uso por parte de discapacitados sería además una reparación simbólica para un colectivo perseguido por los nazis.

"Eso sería una afirmación de la vida, un homenaje a las víctimas del nazismo", dice a Efe el alcalde de Braunau, Johannes Waidbacher.

"(Sería) un símbolo claro contra los crímenes cometidos por Hitler", agrega el edil conservador en declaraciones telefónica.

Por su parte, el historiador Andreas Maislinger lleva casi 20 años luchando por crear una "casa de la responsabilidad" en ese lugar, un proyecto educativo para difundir los valores de paz y derechos humanos entre jóvenes llegados de todo el mundo.

"Braunau es un símbolo", sostiene Maislinger a Efe, y eso no va a cambiar negándolo, sino proponiendo un nuevo marco conceptual: pasar de hablar de "la casa de Hitler" a "la casa de la responsabilidad".

El historiador y politólogo lamenta que Braunau siga bajo el estigma de Hitler, algo que considera "injusto" porque allí ni se cometieron ni se decidieron crímenes del nazismo.

En todo caso, considera un error no afrontar la situación de forma directa y que siga siendo un tabú.

"Durante décadas hubo un taller para discapacitados, pero eso no cambió nada y todo el mundo conocía el lugar como la casa de Hitler. Hay que crear una nueva marca, una nueva definición", resume.

Maislinger no es el único que tiene un proyecto para cambiar la imagen del pueblo, también Georg Wojak, presidente de la mancomunidad de municipios cuya capital es Braunau, impulsa desde 2008 una iniciativa para relacionar la región con la paz.

Así, se han plantado tilos como símbolo de la paz en todo el distrito y se promueven figuras regionales relacionadas con valores de concordia, como la de Franz Xaver Gruber (1787-1863), autor del legendario villancico "Noche de paz".

Wojak reconoce que Braunau aún sufre bajo el peso de su propia historia y, al igual que muchos de los vecinos, considera que lo mejor hubiera sido deshacerse de la casa.

"Lamento que los americanos, cuando liberaron la localidad en mayo de 1945, no hubieran demolido el edificio", asegura tajante, y agrega: "la mayoría de la gente piensa como yo".

La mala suerte también se conjuró contra Braunau, ya que su nombre alude al color pardo ("Braun") vinculado a los nazis.

Por eso, el pueblo ha llegado a colocar carteles con lemas como "Braunau no es parda", para mostrar su oposición a la ultraderecha.

Aun así, la localidad sigue saliendo en los medios porque neonazis de toda Europa se sienten atraídos por la casa.

En febrero pasado la policía detuvo a un doble de Hitler que se paseó por el pueblo y que se hizo unas fotos ante la vivienda.

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