CRÓNICA

Un Don Quijote de 81 años en Georgia

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photo_camera El actor georgiano Kaji Kavsadze posa con un 'yelmo' de Don Quijote

"La humanidad ha creado miles de millones de libros. Pero esa obra de Cervantes es única e irrepetible", explica Kaji Kavsadze

En el piso de Kaji Kavsadze, en el centro de Tiflis, decenas de fotos y afiches recuerdan su larga carrera de actor, pero a dos les tiene especial aprecio este georgiano de 81 años: en ellas fue inmortalizado hace treinta años en su papel de Don Quijote de la Mancha.

Este año, cuando se cumplen 25 desde el establecimiento de las relaciones diplomáticas entre Georgia y España, muchos han recordado que el veterano intérprete podría considerarse como uno de los primeros embajadores de la cultura georgiana en la tierra de Cervantes y su Don Quijote.

Descuelga de la pared el yelmo del espigado "caballero de la triste figura", se lo ajusta con cariño a la cabeza, y se le ilumina la cara como si volviera a sentirse, una vez más, el legendario hidalgo de Cervantes, querido como pocos en toda la antigua Unión Soviética, incluida Georgia.

"La humanidad ha creado miles de millones de libros. Pero esa obra de Cervantes es única e irrepetible. Cambia a las personas, les hace reflexionar. Al interpretar el papel entendí que se necesitan héroes con fe ciega en la fuerza de la verdad. Don Quijote fue el primero entre ellos", dice en una conversación con Efe.

Andaba ya cerca de la cincuentena cuando fue elegido para interpretar a Don Quijote: "Tuve que adelgazar más de 30 kilos antes del rodaje. Y luego seguir sin apenas comer, pasando incluso hambre, para no coger peso y parecerse físicamente" al personaje, recuerda Kavsadze.

Y tuvo que costarle horrores, porque la grabación del telefilme "Vida de Don Quijote y Sancho" -producido por los principales estudios de cine georgianos en cooperación con la televisión autonómica vasca- duró más de cuatro años antes de estrenarse en 1988.

"Fue un papel trascendental. ¿Acaso hay algún actor en el mundo que no desee convertirse en Don Quijote? Tuve mucha suerte", dice Kavsadze al posar junto al cartel del filme, evidenciando que incluso sin estar caracterizado, guarda un parecido con el personaje descrito con detalle por Cervantes.

La mayor parte del rodaje tuvo lugar en Georgia, pero el equipo también trabajó varios meses en Madrid y Castilla-La Mancha, donde los actores georgianos eran recibidos entre cariño y curiosidad por los españoles.

Una noche fueron a cenar a un pequeño restaurante y al terminar, entonaron canciones líricas georgianas. Al pedir la cuenta, "el dueño nos dijo que un lugareño ya había pagado por nosotros. Estaba en la mesa de al lado y le gustaron tanto nuestras canciones que decidió hacernos un regalo", recuerda Kavsadze.

"Me quedé de una pieza. Los georgianos podemos pagar así por alguien a quien no conocemos. ¡Y ese español debió de sentir nuestra alma!", añade emocionado el actor.

Dice estar convencido de que españoles y georgianos son dos pueblos que comparten el mismo espíritu, que se hallan en una proximidad "que no se mide en kilómetros, sino en nuestros sentimientos y rasgos nacionales".

"Somos tan parecidos: en la manera de hablar, de expresar emociones, de amar el vino y las mujeres. Quizás en el interior de cada español y también de cada georgiano hay un poco de Don Quijote. Estamos dispuestos a mover montañas por nuestros seres amados", apunta Kavsadze.

Zurab Abashidze, exembajador de Georgia ante la OTAN que a finales de la década de los 80 trabajaba como diplomático en la embajada soviética en Madrid, recuerda muy bien aquella aventura española en la que se embarcaron los cineastas de su tierra, entonces todavía parte de la URSS.

"Los georgianos que trabajaban en aquella película venían a mi casa cuando estaban en Madrid. Nos reuníamos en torno a la mesa y levantábamos nuestras copas por nuestra tierra y por España. Ya entonces, Kaji Kasadze y sus colegas se convirtieron en embajadores de honor de Georgia en España", recuerda Abashidze.

El Don Quijote georgiano vuelve a plantarse frente a una de esas fotografías que cuelgan de la pared para mirarla atentamente, sumergido quizás en gratos y cálidos recuerdos de las aventuras y desventuras que vivió hace treinta años, cual personaje literario al que dio vida.

"Nunca he vuelto a España después de aquel rodaje", dice mientras escudriña su propio retrato, "pero quién sabe, puede que vuelva a tener suerte y pueda volver a aquellos lugares que han quedado para siempre en mi corazón".

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