MUNDO

Francia tampoco va bien e imita a España

<p></p>
photo_camera La canciller alemana, Ángela Merkel.

Angela Merkel no precisa hacer en Alemania ni lo que hizo Mariano Rajoy en España ni lo que pretende llevar a cabo Emmanuel Macron en Francia porque sus empresas son las que producen los Mercedes y los BMWs. 

Emmanuel Macron, presidente de Francia, empieza a gobernar –en el terreno económico– al estilo de Mariano Rajoy. ¿Será debido a que los dos son de derechas y solo defienden a los empresarios frente a sus trabajadores? No necesariamente. Angela Merkel también es de derechas pero no aplica medidas laborales que, como las de Rajoy y Macron, puede que sirvan –en el mejor de los casos– para crear empleo a costa de una mayor precariedad laboral.

El problema de la precariedad no está solo en que le guste a la derecha económica, sino en la estructura económica de cada país frente a un nuevo contexto, la globalización, donde hay que competir, cada uno con sus armas.

A día de hoy, Alemania no precisa hacer ni lo que hizo Rajoy en España ni lo que pretende llevar a cabo Macron en Francia porque sus empresas son las que producen los Mercedes y los BMWs y tantas otras cosas, casi todos ellas de mucha calidad y precios altos pero competitivos en su segmento de prestigio mundial. Por eso no hay que bajarle el sueldo a los que hacen las lavadoras Miele o los deportivos Porsche –con alta demanda entre las elites de todo el planeta– pero sí a los chavales que en España colocan ladrillos o a los mecánicos que aprietan las tuercas de los Renault.

Lo que planea Macron no solo es grave para los franceses a los que van a precarizar, sino también para Europa, donde su segunda potencia asume que debe ser un país del montón y que ya solo Alemania se mantiene en pie al frente de lo que un día fue el paraíso del Estado del bienestar en el mundo.

Si Macron viese florecer en Francia empresas como la Mercedes, la BMW, Bosch o incluso Volkswagen seguramente no emprendería la devaluación salarial, porque pocos patronos se lo exigirían. Desde luego, los grandes no. Pero Francia es el país que hace los Renault y los Citroën, que son coches que están bien pero a los que ya le hacen la competencia los asiáticos e incluso otros europeos, generalmente tirando los precios a la baja. De hecho, una de las medidas de Macron facilita los despidos colectivos a empresas que sufran una mala coyuntura económica. Merkel, por fortuna para ella –y para los alemanes–, tiene pocas empresas en esa coyuntura. Al contrario, su bonanza económica, propia de una gran potencia industrial, continúa y todo parece indicar que las urnas se lo tendrán en cuenta dentro de unos días.

El problema de España y de Francia no está en que ambos países le bajen el sueldo a la gente y sus jóvenes vivan ya peor que sus padres. Su problema es mucho más grave: sus gobiernos asumen que solo pueden competir por precio y no por calidad. De no ser así, en vez de bajar los sueldos, podrían hacer otra cosa: subir los impuestos y apostar por una economía productiva, capaz de competir al nivel de Alemania.

“Primero se llevaron a los comunistas –decía Bertold Bretch– pero a mí no me importó porque yo no era. Pronto se llevaron a unos obreros pero a mí no me importó porque yo tampoco era. Después detuvieron a los sindicalistas pero a mí no me importó porque yo no soy sindicalista. Luego apresaron a unos curas pero como yo no soy religioso tampoco me importó. Ahora me llevan a mí pero ya es tarde.” Ojalá que las palabras del dramaturgo y poeta alemán no sean motivo de extrapolación, ya que podría llegar un momento en que al menos los españoles y franceses –precarizados– dejen de comprar los Mercedes y BMWs.

@J_L_Gomez

Te puede interesar