ANÁLISIS

Las ideas económicas de Trump asustan

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Es bastante alto el consenso sobre el sesgo populista del mensaje político de Donald Trump pero no sucede lo mismo cuando se analiza su discurso económico.

Es bastante alto el consenso sobre el sesgo populista del mensaje político de Donald Trump pero no sucede lo mismo cuando se analiza su discurso económico. De entrada, no todo el mundo interpreta lo mismo. En esto del dicho al hecho tal vez cabe esperar un trecho más largo de lo habitual.

Sobre el papel, el objetivo del equipo económico de Trump es impulsar el crecimiento de EE UU para recuperar la media histórica del 3,5% de incremento del PIB, frente al 1,9% de los últimos 15 años. Bajo el paraguas del proteccionismo, su idea fuerza en ese sentido es: EE UU por delante. Frente a China, México, Canadá, la globalización y lo que haga falta. Para el economista Marcelino L. Fernández Mallo, el programa económico de Trump más bien semeja “una lista de deseos personales” hecha por “un individuo que jamás haya leído en su vida una palabra sobre teoría económica”.

Tampoco está claro que la expulsión de ciudadanos sin papeles, unos 11 millones, y la restricción a la entrada de trabajadores extranjeros sean bienvenidas por parte de las empresas dispuestas a contratarlos, ya que medidas así provocarían una subida de sus costes salariales.

¿Son compatibles menos impuestos con más obras públicas financiadas con el crecimiento y los recortes de oros gastos, donde Trump incluye los fondos de la lucha contra el cambio climático o la cobertura sanitaria? ¿O estará pensando, aunque no lo diga, en recuperar la política de déficit de George W. Bush, que alcanzó el 13,15% del PIB? De hecho, algunos "think tank" calculan que su política presupuestaria elevará de manera significativa tanto el déficit como la deuda pública, como subraya una nota técnica de Llorente & Cuenca que lleva la firma del economista y ex ministro Jordi Sevilla.

Donald Trump heredará del demócrata Barak Obama un déficit contenido, del 3,46% en 2015, un ratio de desempleo francamente bajo (4,9%) y un déficit comercial por debajo de la media del siglo. Lejos de sus palabras catastrofistas, el cuadro macroeconómico de EE UU suscita envidia en muchos otros países.

Es verdad que en EE UU hay desigualdades y que el Estado tiene mucha deuda acumulada, que debe rebajar, del mismo modo que puede mejorar el déficit comercial, pero eso tampoco justifica una política proteccionista severa; máxime en un escenario de crecimiento, sostenido desde 2009, una vez superada la crisis de 2008. Y no vaya a ser que en este frente se vuelva a las andadas, como ya deja entrever Alemania, cuyo supervisor advirtió contra la desregulación financiera nada más conocer la victoria de Trump.

El futuro presidente de los EEUU también ha criticado a la Reserva Federal y a su presidenta Janet Yellen, por lo que es probable que la releve cuando termine su mandato a finales de 2018. No hay que descartar que su plan económico se traduzca en más gasto público y el fin de la disciplina fiscal de la era Obama.

Entre sus compromisos están, por otra parte, abolir el tratado de libre comercio con México y Canadá, al objeto de recuperar empleos en EE UU, y cancelar el acuerdo de París sobre la limitación del calentamiento global. Y, peor aún, se plantea reabrir minas de carbón y levantar todo tipo de obstáculos al fracking.

De puertas adentro si algo suena socialmente agresivo es su intención de modificar el sistema de sanidad gratuita Obamacare por un sistema de libre mercado. Pero tiempo habrá para saber qué trecho real hay entre el dicho y el hecho.

@J_L_Gomez

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