TURQUÍA

Los jueces encarcelados en Turquía por golpismo afrontan las acusaciones sin pruebas

Más de 2.700 jueces y fiscales fueron detenidos el mismo sábado 16, horas después de evidenciarse el fracaso del golpe, y según las últimas cifras oficiales, difundidos hace diez días, casi 1.700 han pasado a prisión preventiva

Miles de jueces están en prisión preventiva en Turquía, acusados de vínculos con las redes responsables del fallido golpe militar del pasado 15 de julio, pero sin pruebas de delitos concretos y con enormes restricciones en su defensa legal, denuncian juristas turcos.

Más de 2.700 jueces y fiscales fueron detenidos el mismo sábado 16, horas después de evidenciarse el fracaso del golpe, y según las últimas cifras oficiales, difundidos hace diez días, casi 1.700 han pasado a prisión preventiva.

Los detenidos "se enfrentan a dos acusaciones: ser miembro de una organización terrorista y conspirar para derrocar el Gobierno", explicó en conversación con Efe el abogado Elkan Albayrak, colegiado en Estambul, que representa a varios jueces y fiscales detenidos.

La "organización terrorista" hace referencia a la cofradía de Fethullah Gülen, un predicador que reside desde 1999 en Estados Unidos y al que Ankara acusa de ser el cerebro del golpe, aunque él lo niega.

En el escrito de acusación consta la ley que los sospechosos habrían vulnerado, "pero no se dice qué exactamente han hecho, ni se aporta prueba alguna, ni siquiera hay un dossier individual, sólo hay un supuesto delito y una lista de nombres de personas acusadas de haberlo cometido", denuncia Albayrak.

El propio presidente, Recep Tayyip Erdogan, admitió que las detenciones se pudieron realizar de forma tan rápida tras el golpe porque el Gobierno tenía "inteligencia previa", en referencia a información relativa a los sospechosos, aportada por los servicios secretos.

"Es un acusación basada en la denuncia de un informante, en lo que les ha dicho un agente, es decir, que refleja una opinión personal", lo describe Albayrak.

Como máximo hay "grabaciones de las llamadas de teléfono durante los últimos diez años, que no son escuchas, sólo indican con quién el sospechoso habló cuanto tiempo, y si entre estos interlocutores había alguien de la cofradía, sirve para acusar. También es incriminatorio si por la ubicación del teléfono móvil se pudo detectar la presencia de un miembro de la cofradía a menos de cinco metros, por ejemplo, en una cafetería", abunda el abogado.

También la ONG internacional Human Rights Watch (HRW) denuncia en un informe que durante las comparecencias en las que los jueces acusados fueron enviados a prisión preventiva, no hubo interrogatorio que sirviera para establecer la comisión de un delito.

Lo máximo que se les preguntaba a los detenidos era en qué colegio habían estudiado, a cuál asistían sus hijos y a qué candidato habían votado en las elecciones al Poder Judicial en 2014, señala HRW.

Dado que la cofradía de Gülen poseía una amplia red de colegios concertados, academias y universidades, confiscada por el Estado tras el golpe, el lugar de estudios propio, de los hijos o del cónyuge puede convertirse en prueba incriminatoria.

La penetración de la cofradía en la sociedad, sobre todo en Policía, Judicatura y Enseñanza, construyendo una especie de `Estado paralelo` recuerda Albayrak, es un hecho que "fue denunciado durante años por la oposición socialista y por los sindicatos, pero el Gobierno dio espacio a sus escuelas y apoyo financiero".

"Quien era de la cofradía era intocable, los miembros fueron promocionados. Hasta la ruptura en otoño de 2013. Desde entonces es todo lo contrario. Y ahora en la prensa hay un discurso de odio espantoso que vulnera los derechos humanos" de los simpatizantes de Gülen, asegura el jurista.

Esto se expresa también en los malos tratos que sufren los detenidos: privación de sueño, interrogatorios de hasta 30 horas, insultos... según los testimonios recogidos por Albayrak.

"Mis clientes no han sufrido violencia física o torturas, pero en Ankara sí ha ocurrido, mis colegas abogados lo han documentado", agrega.

"Los miembros del tribunal también sufren presión desde arriba. Si no decretan prisión preventiva (para un juez detenido) los pueden detener a ellos mismo acusándolos de ser miembros de la cofradía. Mandan a los acusados a la cárcel, sin pruebas, por miedo", denuncia Albayrak.

Dado que el Consejo del Poder Judicial está controlado por una mayoría de miembros nombrados por el presidente o cercanos al partido gubernamental, "el Gobierno puede cambiar o suspender tranquilamente a cualquier juez que dicte una sentencia que no le guste: no hay separación de poderes", afirma.

Personalmente, no siente especial temor, asegura Albayrak, que en el pasado también ha defendido a fiscales acusados por los gülenistas, entonces en el poder, aunque hay quien le pregunta por qué defiende a "traidores a la patria", admite.

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