Un pulso entre Obama y Netanyahu empuja a Abás al zigzag político

El proceso de paz de Oriente Medio ha sucumbido en las últimas semanas a un pulso de fuerza entre el presidente de EEUU, Barack Obama, y el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, empujando al líder de la ANP, Mahmud Abás, a un zigzag político en busca de un horizonte para su pueblo.
El pulso, que comenzó hace meses cuando Obama advirtió a Netanyahu que no tratara de recurrir al Congreso para presionarle en cuestiones de Oriente Medio, afloró de nuevo esta semana en torno a la construcción de 900 viviendas en una zona ocupada del sur de Jerusalén.

Se trata de una nueva urbanización en el barrio de Guiló, en el que ya residen unos 35.000 habitantes, y que por su continuidad territorial con el resto de la parte judía de la ciudad no es considerado por el común de los israelíes como un asentamiento, a pesar de que está más allá de la frontera reconocida del 4 de junio de 1967.

'Estamos desesperados con Israel', 'Nos hemos decepcionados de Netanyahu' y 'Es una bofetada', son algunas de las quejas que ha hecho escuchar la Casa Blanca tras conocer la decisión, a las que el primer ministro respondió con un escueto mensaje: 'Guiló es como cualquier otro barrio (de la ciudad) o de Tel Aviv'.

La decisión cuenta con el agravante de que horas antes de aprobarse en la Comisión de Planificación Urbana de Jerusalén, el enviado para Oriente Medio de la Casa Blanca, George Mitchell, había pedido al primer ministro israelí que la bloqueara.

'Israel aún no se ha dado cuenta que las reglas del juego han cambiado', advierte en su último artículo Shimón Shifer, columnista del diario Yediot Aharonot, y agrega que 'si hasta ahora alguien creía que los americanos harían la vista gorda por las 900 viviendas, se ha equivocado'.

Para la nueva Administración estadounidense, explica, los acuerdos alcanzados por Israel con presidentes anteriores, en particular sobre el estatus de Jerusalén, han quedado en el baúl de los recuerdos, y a partir de ahora rige la política de que 'ninguna de las partes cambia la realidad en el terreno'.

Así lo aclaraba también la nota de prensa difundida por la Casa Blanca, según la cual 'el Gobierno de Netanyahu ha dado una bofetada a los esfuerzos de EEUU para llevar a las partes al diálogo', interrumpido desde finales de 2008.

La dura crítica de Washington, el martes y miércoles, echaron rápidamente por tierra declaraciones del primer ministro israelí a comienzos de semana sobre que en su última entrevista con Obama, el pasado 9, llegaron a 'intimar' y dejar atrás los altibajos en sus relaciones personales.

Unas relaciones que fueron objeto de análisis en las sesiones del prestigioso Foro Sabán para Oriente Medio, celebrado en Jerusalén esta semana y en el que los participantes señalaron como principales obstáculos a la paz 'el desconocimiento de Obama en la política regional' y 'la falta de una verdadera voluntad en Netanyahu marcada por sus compromisos de gobierno' con los partidos ultraderechistas.

Un argumento este último que para el comentarista del diario Haaretz Aluf Ben tendría un peso sustancial en el comportamiento del primer ministro.

En 'La Paradoja de Netanayhu - todopoderoso menos en una cosa', Ben argumenta que el sistema de gobierno en Israel concede de facto al primer ministro vastos poderes para decidir en todo, menos al hacer la paz.

'El proceso de paz supone un reto importante a la gobernabilidad. El primer ministro decide por sí mismo y en secreto si va a un acuerdo o hacia una estrategia unilateral, como la evacuación de territorios, pero después debe forjar una mayoría en el Parlamento, que es casi siempre más derechista que el propio gobierno', escribe.

En medio de la aparente falta de experiencia de Obama en la mediación de conflictos internacionales, y la imposibilidad política o falta de voluntad de Netanyahu y sus constantes pasos unilaterales, ha quedado un zigzagueante presidente palestino, Abás, con sus propios problemas internos y la falta de un horizonte político que ofrecer a su pueblo.

Su dramático anuncio de no que no se presentará a la reelección en unos comicios que aún no tienen fecha, y su no menos sorprendente recurrencia a la comunidad internacional para que reconozca un estado ya refrendado por resoluciones de la ONU desde hace décadas, no parecen más que el vapor de esa olla a presión que vuelve a ser el conflicto entre palestinos e israelíes.

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