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Rabinos e israelíes colaboran en la recogida de aceitunas

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photo_camera ABED AL HASHLAMOUN

En Yitzar, a escasos metros de un punto caliente del conflicto palestino-israelí, la tradicional recogida de las olivas se convierte en un simbólico acto de paz.

A escasos metros de una de las colonias judías con un expediente más agresivo, Yitzar, una comitiva de israelíes liderada por rabinos acompaña y ayuda a agricultores palestinos en una de las actividades más tradicionales y simbólicas de estas fechas: la recogida de la aceituna.

Arik Acherman conduce con nerviosismo desde Jerusalén hasta unas tierras de cultivo que se extienden desde la localidad palestina de Burín, a la entrada de la ciudad cisjordana de Nablus y vecina a la colonia, donde una decena de voluntarios israelíes espera sus instrucciones para comenzar a despojar a los olivos de su preciado fruto, bajo supervisión de sus propietarios palestinos.

"La zona en la que nos encontramos es peligrosa", explica este rabino, originario de EEUU y director de la organización Rabinos por los Derechos Humanos que desde hace doce años se esfuerza en "garantizar que durante la cosecha los agricultores palestinos accedan a sus tierras sin problemas".

Se trata de un derecho ganado por éstos en el Tribunal Supremo israelí, bajo condición de que se coordinen con el Ejército cuando sea necesario.

El religioso teme que algunos de los cientos de colonos que viven en Yitzar, situado en lo alto de la montaña, bajen a atacar a los jornaleros, como ocurrió hace una semana en un enfrentamiento que comenzó con disparos al aire y terminó con numerosos olivos carbonizados, un vehículo dañado y un voluntario británico agredido en la cabeza con una piedra.

"Lamentablemente, no es la primera vez ni será la última", dice con pesar Abed Asws, dueño de las tierras dañadas y agricultor de Burín que desde hace años cuenta con la ayuda de Acherman.

Aunque la temporada se inició hace tres semanas y las actividades de control siguen en marcha, la agencia palestina de noticias Maan cifró hoy en 130 los ataques de colonos a palestinos y sus cultivos o propiedades hasta la fecha, coincidiendo con una escalada de violencia que se vive en Israel y Palestina desde principios de mes.

Yesh Din, organización israelí de defensa de los derechos de los civiles palestinos, contabiliza unas 1.045 agresiones de este tipo en los últimos nueve años y denuncia que "sólo en un 7,4 por ciento de las investigaciones (israelíes) se presentaron acusaciones contra los sospechosos".

Las posibilidades de que los colonos que atacan a palestinos sean llevados a juicio tras una demanda no alcanzan el 2 por ciento, según esta organización.

Estos motivos -sumados a otros vinculados a la ocupación israelí, como la confiscación de tierras o la dificultad de acceso a cultivos y recursos- han sumido en la decadencia al sector agrícola palestino, que en 1968 suponía el 50 por ciento del PIB y ahora aporta solo un 5 por ciento, de acuerdo con la Sociedad Académica Palestina para el Estudio de Asuntos Internacionales (PASSIA).

"Vivimos en un mundo político, así que todo lo que hacemos es político. Creemos que la ocupación debe terminar y que los asentamientos son ilegales (...) No venimos sólo para intentar ayudar, nuestro objetivo es cambiar las políticas", afirma a Efe Acherman, quien asegura que se avergüenza de las acciones de los colonos ultranacionalistas y religiosos.

"Estos actos son fruto del odio de gente que cree que dios nos ha dado esta tierra y que no debería haber palestinos aquí" lamenta, mientras revela que la religión es precisamente la razón que a él le llevó a defender los derechos de quienes los ven vulnerados.

Jona Bental no duda un segundo cuando es preguntado por la razón que le ha llevado a recoger aceitunas para los palestinos desde hace doce años.

"No estoy muy seguro de que les esté ayudando, pero me ayudo a mí mismo a ser capaz de mirarme en el espejo cada mañana. Me avergüenza lo que hacemos aquí (los israelíes en los territorios palestinos) y al menos me gustaría saber que hago algo positivo", responde con calma este israelí, mientras deja caer las olivas que desgranan sus dedos.

Añade que, conforme a la ley internacional, Israel, como potencia ocupante, "debería permitir a los agricultores locales acceder a sus tierras y esto no pasa".

Ello les llevó a enfrentarse al Tribunal Supremo y a acompañar a los palestinos "para que la orden se cumpla y ni el Ejército ni los colonos les impidan entrar en sus tierras".

"Estoy completamente en contra de Bibi (apelativo del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu) y sus crímenes. Algunos de mis amigos aceptan lo que hago pero la mayoría me culpa, me dicen que por qué no ayudo a los nuestros", narra.

"Pero soy parte de la mini-minoría. De otro modo, tendríamos otro gobierno", concluye este activista, que cada viernes se junta con la organización Anarquistas contra el Muro para protestar contra la línea divisoria israelí que aisla y engulle a Palestina.

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