La regia diversión de abatir venados

Me alegro Don Juan Carlos – tendrá que disculparme pero no me sale el Tratamiento de Majestad, pues no identifico la Grandeza inherente a dicho Título y su calidad de aplicárselo a quien infunde admiración y respeto, con aquel que muestra la bajeza de matar por solaz...
Me alegro Don Juan Carlos – tendrá que disculparme pero no me sale el Tratamiento de Majestad, pues no identifico la Grandeza inherente a dicho Título y su calidad de aplicárselo a quien infunde admiración y respeto, con aquel que muestra la bajeza de matar por solaz – me satisface decía, que al parecer, vaya a recuperar Usted el Record Nacional de Venado, ya que en un País en el que dicha modalidad de caza la practican un buen número de aduladores y de cortesanos, no es muy probable que alguno de ellos se atreva a un nuevo rececho con la intención de arrebatarle la dudosa reputación que dicho Trofeo le confiere, pues en razón de su cargo no son pocas las prebendas sobrevenidas y el resto, se las otorga la cohorte de tiralevitas que le encumbra.

Ha sido un ganadero el que le invitó a una de las numerosas fincas de su propiedad, ya que en ella había criado el mejor ejemplar de ciervo con el deseo de que Usted lo abatiera y que de ese modo, retornase a sus regias manos el mismo galardón que durante muchos años poseyó el Caudillo. No me asombra en este hombre, dedicado al negocio de producir reses para que sean ejecutadas en una plaza, su convicción en que le asiste el derecho a decidir sobre la vida y la muerte de otros seres. Pero en Usted a estas alturas tampoco, porque dispone de un nutrido historial en este sentido y así, entre oso o venado y corridas de toros, frecuenta ese camino donde el padecimiento de unos se transforma en privilegio de otros, lo único que varía es que utilice su arma o aplauda el uso de ellas por parte de terceros, pero el rechazo que el acto me inspira es el mismo Señor.

No voy a negar que existen críticas a su conducta, sin embargo son bastante aisladas y muy poco ácidas, como suele ocurrir en España cuando de mentar a la Corona se trata, sea por la afición cinegética o taurina de algunos de sus miembros, por el gasto que implica mantener a la Casa Real o yendo más allá, al analizar si tiene razón de ser su existencia. Pero en los “34 Años de Monarquía” al igual que en los “39 Años de Paz”, la censura sigue engrasada y afilada y entonces como ahora, unos inclinan levemente la cabeza y otras acompañan dicho movimiento de una ligera genuflexión, pero Usted, con esa sonrisa “campechana”, sabe que cada plus real aleja de su corte el fantasma de Luis XVI y afianza sus regalías.

Todos hemos oído la poco creíble afirmación de que al Generalísimo le colocaban los salmones en el anzuelo; a otros, acáso con menor asomo de leyenda, les ponen a los venados o a los osos embriagados en el centro de su mira telescópica. Pero eso es lo de menos Sr. Borbón, porque tal actitud iría más en detrimento de los halagadores que le rodean que en el suyo, lo triste es que Usted convierta el sufrimiento y la muerte de esas criaturas en una diversión palaciega, y remarco lo de palaciega porque encima le sale gratis, que ya nos encargamos los ciudadanos de cubrir los gastos de sus cacerías.

No encuentro la menor justificación a la figura de un Rey y por añadidura, a la de una Reina, Príncipe, Princesas e Infantas, además de para la ristra de títulos nobiliarios ganados en la misma y peculiar oposición que le hizo valedor de la Diadema Soberana, ese concurso en el que el único aspirante al puesto era Usted, vamos, lo que se dice en paridad de condiciones con el resto de los españolitos. Pero si la imposición de la Monarquía, tan incuestionable como intransferible a otros apellidos y que por lo tanto, se me antoja bastante ajena al concepto de democracia, me parece una carga prescindible, el que su representante principal fomente desde mi punto de vista, tanto por activa como por pasiva la crueldad legal con animales - utilizo el concepto de lícita por no entrar a valorar la inducción al alcoholismo en un plantígrado sentenciado - me lleva a considerarla también como nociva, puesto que su comportamiento es por una parte ejemplo para muchos y por otra, argumento perverso en manos de quienes comparten con Usted tan dañinos pasatiempos.

Espero que en el caso de adjudicárselo, disfrute Usted de su recuperado trofeo venatorio, hágalo mientras pueda, porque si algún día La Zarzuela pasa a compartir capítulo en la Historia con Versalles – sin episodios cruentos, por supuesto - no tenga la menor duda que vendrá quien se lo arrebatará y en ese instante, ya no habrá ganaderos taurinos que le sirvan en bandeja la cabeza del venado más hermoso, pues serán otros los candidatos a ser obsequiados en la lista de 'Grandes de España', una vez que el 'Favor Real', por desaparecido, haya dejado de ser el objetivo de algunos que siembran animales y cosechan prestigiosas y productivas relaciones.

Hace algún tiempo, Usted definió la lucha contra el cambio climático como uno de los principales desafíos internacionales. Sus desvelos ecologistas me sorprenden Don Juan Carlos, pues no sé si es que no se repasa previamente los guiones que le escriben o tal vez, tiene una idea deformada de ese concepto, pero le recuerdo que el significado de dicho término es “defensa de la Naturaleza” y que ésta, comprende entre otros aspectos a los seres que habitan el Planeta. Así que su afán por preservarla, a mi modo de ver, no es muy compatible con el inquietante placer que le proporciona la eliminación por razones lúdicas de estas criaturas. ¿Hipocresía, egoísmo, oportunismo?, la verdad, no lo sé, al igual que desconozco el motivo de las dispensas y de la inmunidad que el destino le ha concedido y el Pueblo ha acatado. La Corona, para mí, es una fuente inagotable de estupor y desasosiego.

Julio Ortega Fraile

www.findelmaltratoanimal.blogspot.com

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