crónica

De la partida en el centro social al bullicio infantil

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photo_camera Un grupo de niños con sus bicicletas, en la localidad de Magros. (MARTIÑO PINAL)
Magros, en Beariz, es uno de los muchos pueblos que se transforma en verano. De la imagen de jubilados jugando a las cartas se pasa a decenas de niños corriendo por las calles.

En verano son muchos los concellos de la provincia que incrementan considerablemente su población, incluso hasta duplicarla. Beariz (con un crecimiento máximo del 121%) es uno de ellos y eso se percibe claramente en algunos de sus pueblos como es el caso de Magros, que se transforma cada año en temporada estival y por un periodo de aproximadamente dos meses, con numerosos niños correteando por unas calles que en invierno están prácticamente vacías. Hay días que se juntan durante las tardes hasta 50 chavales, cuando en el resto del año únicamente hay tres y que pertenecen a la misma familia.  

Allí, en plena comarca histórica de Terra de Montes, residen habitualmente 40 vecinos, pero la práctica totalidad ya están jubilados y una gran mayoría de edad avanzada, que entretienen su tiempo fundamentalmente en dar largos paseos, cultivar sus huertos y jugar a las cartas en el centro social, porque el bar que hay en la localidad solamente abre en verano. Cuando hay un funeral "es una disculpa para regresar al pueblo y volver a reencontrarse", apuntaba Melisa Vecoña, que reside en Vigo, pero que tiene familia en la localidad. Ella, al igual que otros vecinos que la mayor parte del año están en México, Panamá, Pontevedra o Vigo, valoran la tranquilidad que ofrece Magros y la libertad de la que disfrutan sus hijos.

La existencia de una playa fluvial atrae cada día del verano a muchos chavales hasta Magros. Manuel Pérez Otero asegura que hay días que se juntan hasta 50 niños de todas las edades, que llenan de alegría este pueblo con sus juegos y su inagotable energía. Entre ellos, Fernando Vecoña, que vive en México y disfruta de dos meses de vacaciones: "Nos divertimos en la piscina, jugamos y vamos a explorar, queremos ver si hay lobos, pero aún no hemos visto a ninguno". 

En este pueblo de Beariz durante el invierno solamente residen tres niños mientras que en verano se juntan 50

En esta época, en Magros se respira libertad, sin apenas horarios que condicionen los juegos de los más pequeños habituados incluso a trasnochar, rompiendo con el duro ritmo que les imponen las ciudades en las que viven el resto del año. "Vamos a merendar todos juntos a una vieja escuela", dice la pequeña Elena Pérez junto a su amigo Cesc Vecoña, que también tiene claro que prefiere Magros a Pontevedra porque "allí no me dejan solo por la calle como aquí".

Mientras, los padres están tranquilamente tomando algo o jugando a las cartas en el bar. "Aquí estamos muy tranquilos, salvo por los coches, pero van a la playa fluvial o están en la plaza, e incluso limpiamos un viejo hórreo en el que juegan durante las noches, porque casi siempre nos acostamos tarde", señala Melisa Vecoña.

En una tarde nublada que impidió a los niños bañarse en la playa fluvial convirtieron el único bar del pueblo en el centro de sus juegos. Allí también coincidió el alcalde de Beariz, Manuel Prado, con su viejo amigo Manuel Pérez Otero, uno de los emigrantes que después de su jubilación puede disfrutar del verano en Magros y de los inviernos en Panamá. Manuel Pérez mostraba orgulloso algunas fotografías en las que posaba al lado de la familia del nuevo presidente panameño, Laurentino Cortizo, hijo de emigrantes de la localidad de Ricobanca de Beariz. 

Manuel Prado no disimulaba su satisfacción al ver el pueblo de Magros lleno de vida y aseguraba que "durante o verán triplica a súa poboación".n

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