Trasladado el cruceiro de Torrón al cementerio

El cruceiro instalado a la entrada del cementerio.
Un temporal había dejado la base de piedra en el aire y sin apenas sujeción

El cruceiro de Torrón, que amenazaba con caer en la carretera del Eixo do Ribeiro, ha sido trasladado por una empresa especializada contratada por el Concello de Carballiño a la entrada principal del recinto del cementerio de Señorín. 

La concejala de Medio Rural, Rosa Fuentes, reconocía que existía desde hace aproximadamente tres años un riesgo considerable de que se desprendiese del terreno y cayese sobre la calzada lo que podría provocar un grave accidente en el caso de circular vehículos o peatones.

Un temporal había derribado un árbol, que había caído en la carretera obligando al Grupo municipal de Emergencias a retirarlo, al mismo tiempo que provocaba el desprendimiento de tierra sobre la que se asentaba el cruceiro, que había sido trasladado de forma provisional a ese lugar, un monte privado, cuando se habían ejecutado las obras del Eixo do Ribeiro.

Ahí permaneció durante años hasta que el peligro que suponía alertó a los vecinos de Torrón y al propio Concello, que decidieron su traslado, debido a que la base de piedra estaba ya en el aire, al mismo tiempo que la estructura presentaba varias grietas que también ha sido necesario reparar.

Para su traslado se solicitó autorización a Patrimonio y a la Consellería de Infraestruturas e Mobilidade, y los vecinos de Torrón también debieron de ponerse de acuerdo sobre su nueva ubicación. 

Después de algunas discrepancias, finalmente se decidió instalarlo en la entrada del cementerio parroquial de Carballiño, ya que la primera alternativa en el monte comunal de Torrón tuvo que ser descartada porque no está clasificado como propiedad vecinal. 

La empresa encargada tuvo que desmontar la estructura pieza a pieza, procediendo después a su restauración e instalación sobre una base recubierta de piedra. Además, se colocó en el cruceiro una placa indicando las coordenadas del lugar en el que estaba y que pertenece a los vecinos de Torrón.

El cruceiro, además de suponer un peligro, también impedía al propietario del monte en el que está ubicado la tala de árboles, que del mismo modo amenazaban con caerse sobre la calzada y que no se podían retirar porque podrían provocar un derrumbamiento, según indicaba Rosa Fuentes.

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