El crimen de “Belle” y los muertos de Ramirás

Recorte del plano de Domingo Fontán que permite ubicar los escenarios de esta historia.
photo_camera Recorte del plano de Domingo Fontán que permite ubicar los escenarios de esta historia.

El 8 de febrero de 1934 pasó a la historia como inicio de una carambola mortal, en la que la muerte de un delincuente a manos de otro finalmente fue la causante de la muerte de dos personas inocentes que cumplían con su deber. Este es el relato de uno de los más lamentables capítulos de la crónica negra ourensana, que a muchos trajo a la memoria aquella batalla de Karansebes en la que el amigo Monxardín nos recordaba hace unos días que se enfrentaron el ejército austro–húngaro contra el ejército austro-húngaro, cierto que en mi relato no existió ayuda del “engañoso” alcohol como en aquella ocasión pero...

Resumir los hechos casi cien años después permite descartar comentarios e hipótesis de la investigación, pero también choca con la falta de información, que se ha ido perdiendo en el tiempo.   En la noche del 7 al 8 de febrero de 1934, Florinda, una humilde viuda del pueblo de Vilariño (“Belle”) echó en falta la única vaca que le permitía salir adelante en la vida; la buscó, pero al ser noche tuvo que dejarlo para el día siguiente. Supuso que no estaría muy lejos porque días atrás había parido el ternero, que también faltaba. Fue al día siguiente cuando en el pueblo se empezó a comentar que había aparecido un cadáver en el monte y a su lado una vaca con su ternero, y también una oveja. El cadáver presentaba signos de violencia, con la cabeza destrozada hasta el punto de hacer imposible una identificación, y también heridas cortantes en el cuello. Las autoridades comenzaron las pesquisas y se realizaron las primeras detenciones entre los delincuentes habituales que solían dedicarse al robo de ganado, como todo hacía suponer. Aunque también se barajó la posibilidad de que alguien del pueblo hubiera sorprendido al ladrón y se hubiera excedido en el castigo.

En una improvisada sala de autopsias que se montó en la iglesia de Santa Cristina, se expuso el cadáver por si algún vecino lo reconocía, pero nadie supo quién pudiera ser. Se le sacaron huellas para enviar a Madrid y se procedió al entierro sin mucha fe en esclarecer el caso, dando por supuesto que se trataba de un robo de ganado con final trágico.

Un par de semanas después, un confidente apuntó el nombre de José V.D. alias “Furriqueira” como presunto autor del asesinato de quien podría ser Bertoldino F.R., vecino de Piñor de Cea, a quien no se veía desde hacía días. Alertados los vecinos del “presunto”, una llamada al Gobierno Civil avisaba de que se le había visto la tarde noche del 10 de marzo en las cercanías de su vivienda en el pueblo de Ramirás (Castrelo de Miño). Y de manera inmediata el gobernador, Julio Otero Mirelis, dio órdenes de proceder a su detención.

Y ahí comienza la parte más dramática de esta historia: al recibir esa información en el Gobierno Civil ourensano, se pasa aviso a la fuerza pública, la Policía, y al mismo tiempo se recibió aviso en la Comandancia de la  Guardia Civil. La urgencia del caso hizo que no existiera comunicación entre los dos cuerpos. Por un lado, llegaron a Ramiranes dos agentes de la Policía que se dirigieron a la casa del alcalde pedáneo para que les facilitara sus movimientos por el pueblo. Éste accedió y puso a su hijo a disposición de los agentes para que los guiara hasta la casa del sospechoso. Allí llegaron en torno a las once y cuarto, ya con noche cerrada, y se apostaron en lugares estratégicos para vigilar la casa. Al mismo tiempo, desde el puesto de Barbantes, dos guardias y un cabo, junto a un confidente que conocía bien el pueblo, llegaron, dejaron el coche en la carretera y a pie se dirigieron a la casa del presunto asesino.

La oscuridad y el nerviosismo hicieron el resto. Al grito de “¡alto Policía!”, se respondió con un “¡alto a la Guardia Civil!”, pero ambas facciones creyeron ser víctimas de un engaño y se produjo un tiroteo. Resultado, el cabo de la Guardia Civil, fallecido, y el confidente que les acompañaba, gravemente herido (falleció días después); por el otro bando, Benito Alejos (mi pariente, por cierto)  resultó con una herida en la pierna de poca gravedad (años después fue comisario en Ourense).

A partir de ese momento, gran revuelo y dolor en la ciudad, pero era evidente que no había más culpable que la desgraciada casualidad. Dos días después, los vecinos de Ramiranes consiguieron localizar y detener al presunto asesino de Belle, que no ofreció resistencia, y aunque lo he intentado localizar, no he conseguido datos del juicio (únicamente que se fijó fecha en abril de 1935 para su celebración), del que sin duda salió como culpable pero, visto lo visto, eso fue lo de menor importancia. El diario Pueblo Gallego daba cuenta de la existencia de fotografías realizadas por el estudio Villar Foto, pero estas no llegaron a publicarse o yo no he conseguido localizarlas.

He respetado las referencias a lugares tal y como aparecían en la prensa de la época, aunque sea más que probable que sean erróneas, o que en aquel 1934 los límites provinciales fuesen otros. Vilariño hoy sería de Pereiro de Aguiar; Ramirás (Ramiranes), de Santa Cruz, y hoy Velle solo se conoce con V.

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