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Crónica negra: los incendios

photo_camera Presentación del cuerpo de bomberos en 1929 (sps foto Pacheco. Archivo Municipal de Ourense).

Muy lejos nos queda ya el pavoroso incendio que en 1552 arraso el Escorial gallego (Monasterio de Oseira), dejando solo en pie el cuerpo de la iglesia

Imprescindible, fascinante, cautivador, son algunos de los calificativos que podemos dar al fuego; intencionadamente he omitido los que me dan pie al artículo de hoy: destructor y terrorífico.

Revisando los viejos periódicos, encontramos año tras año noticias de incendios que en mayor o menor medida han marcado nuestra historia. Por fortuna, los avances en cuestiones de prevención y los materiales utilizados actualmente en la construcción permiten que el riesgo de sufrirlos dentro de la ciudad se hayan minimizado, pero conviene no olvidar que en cualquier momento puede saltar la chispa y…

Los medios de extinción se limitaban al acopio por parte de las autoridades de baldes, cántaras y tinajas, que facilitaban a los voluntarios para que organizando hileras desde la fuente más próxima, hasta el lugar del incendio hicieran lo que pudieran (muy poco, por desgracia. Eso sí, la población aprovechaba para renovar los baldes de sus casas). Fue en 1929 cuando se formó el primer cuerpo de bomberos y se les dotó con una moto bomba, un aljibe y una escalera.

Probablemente el más recordado es y será el que sufrió la noche del 7 de diciembre de 1927 el edificio del Instituto (hoy Otero Pedrayo), donde, junto a la pérdida económica, sufrimos un durísimo golpe en nuestro patrimonio cultural. Al lado de las aulas del instituto y la escuela de artes y oficios, allí estaba la biblioteca y el museo de la ciudad; aquella biblioteca que don Bonifacio Ruiz había conformado con las joyas recuperadas de los conventos ourensanos. Otro gran desastre patrimonial fue el sufrido por la emblemática capilla de Nuestra Señora de Los Remedios, que aún tenemos todos en la memoria (julio de 2010).

En otras ocasiones el perjuicio afecta a un gran número de ourensanos a título particular, como es el caso del incendio de 1911 en la calle San Pedro, donde cuatro edificios de dos alturas (aproximadamente dieciséis familias residían en ellos) quedaron totalmente calcinados.

En el entonces vecino Canedo también hubo que contabilizar más de un desastre, sin ir más lejos el que destruyo las instalaciones de la sociedad La Troya en julio del 26 (contaban las crónicas que de la casa de don José Ogando solo quedaron en pie las paredes exteriores y el sótano donde se almacenaban los vinos y licores que mantuvieron vivo el fuego durante un buen tiempo).

Permitidme sin embargo que le reste importancia a estos desagradables episodios, al recordar otros que aún resultan más dolorosos. Me refiero a aquellos en los que existen pérdidas humanas. Sería una labor ingente recordarlos todos, pero a modo de ejemplo hubo uno que aún los viejos de la ciudad recuerdan. Sucedió en la zona del Posío, en lo que fue el primer taller de pintura de coches de la ciudad, el de Mueso. Allí, por un desafortunado accidente se produjo un incendio que acabó con la vida del propio Mueso, cuando intentaba salvar a su mujer y su hija. Finalmente los tres fallecieron.

Los incendios son uno de nuestros peores enemigos, contra ellos libramos constantes batallas, pero nunca se acaba la guerra. Estos son algunos más de los ocurridos en nuestra ciudad:

Muy lejos nos queda ya el pavoroso incendio que en 1552 arraso el Escorial gallego (Monasterio de Oseira), dejando solo en pie el cuerpo de la iglesia.

En abril de 1884 el fuego destruyó el taller de coches de Bernardo Carril en la calle Progreso, cerca del Gobierno Civil (actual Diputación)

En octubre de 1891 fue la casa número 10 de la carretera de Trives (Concordia), propiedad del herrero José Álvarez, padre de Basilio Álvarez, la que sucumbió a las llamas.

En agosto del 23, en Canedo, el establecimiento de comidas de Baldomero Areán, en la casa de Agustín Fernández.

En octubre de 1925, incendio en la capilla de la residencia de los padres salesianos

En junio del 27 ardió la casa que tenía en la avenida de Buenos Aires don Antonio Tabarés. El servicio de extinción solo fue capaz de impedir que afectase a las casas vecinas.

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