ARTE

64 intrahistorias ourensanas

Joaquín Sorolla, esculpido por su íntimo amigo Mariano Benlluire.
photo_camera Joaquín Sorolla, esculpido por su íntimo amigo Mariano Benlluire.

Cartas ocultas tras los cuadros, un anónimo comprado en una de las galerías del expolio nazi o trucos para admirar las obras: una guía por los secretos de la muestra exclusiva "Arte privado en Ourense". 

En París, Peggy Guggenheim compraba una obra al día. "Yo no soy coleccionista, soy un museo", decía. La frase se lee en las paredes del Marcos Valcárcel, que acoge la exposición "Arte privado en Ourense". 64 obras y 42 artistas cuyos nombres dan indicios de que la muestra es impagable. Solo al alcance de unos pocos. Menos de 20 ourensanos se prestan a sacar las joyas más valiosas de sus casas–herencias o adquisiciones–para que las vea el resto de la ciudad. Un lujo gratuito que se le ocurrió a Ángeles Fernández, la bibliotecaria de la Diputación y comisaria de la exposición. Solo hay algo que no sale a la luz: la identidad de los coleccionistas. "El anonimato es el lema de esta exposición", recuerda Fernández. Sin embargo, hay algo de intrahistoria que se puede contar.

La estación que falta

La primavera, el verano y el invierno inauguran el recorrido. Son tres cuadros de Jacopo Bassano. El otoño está en Barcelona. Una herencia familiar.

Arte robado por los nazis

Una lección de medicina continúa la ruta. Es un anónimo en el que un niño le quita los piojos a un adulto. Pues fue comprado en la galería Galerie Fischer de Lucerna, en Suiza. Allí se vendían obras requisadas por los nazis a los judíos.

El cuadro del niño triste

Esquivel pintaba niños felices. Pero la obra que un coleccionista ourensano adquirió de este pintor es muy diferente. El niño tiene coloretes de fiebre y lo que parece una hidrocefalia.

¿Quién es Virginia Álvarez? 

Gregorio Ferro pintó a esta mujer. La exposición salvaguarda su segundo apellido para mantener el lema. El anonimato.

El truco del anarquista

Hay un truco para admirar "A morte do anarquista", de Parada Justel. Está en el lugar adecuado para que el espectador de cinco o seis pasos atrás. Ahí se ve la luz que enfoca desde la ventana al muerto y después se admira toda la escena. 

Velar un cadáver

Otra curiosidad es el retrato de un niño en su lecho de muerte. Es de Sorolla. "Él no pintaba esto, sería el hijo de un amigo o alguien muy pudiente que le ofreció el oro y el moro", cuenta Ángeles Fernández. La ubicación también tiene su truco. Intimista. En una esquina cercana a las escaleras. La luz, justa.

Una dedicatoria

En un cuadro de Jiménez Aranda hay una inscripción imposible de leer al completo sin luz azul. Es la dedicatoria a la familia que tiene la obra.

La prueba del pintor

El de Martínez Abades es otro caso curioso. El coleccionista tiene su cuadro y la miniatura, la prueba que el artista hace para saber cómo va a enfocar la obra.

Una carta oculta

Detrás de un cuadro, hay una carta. El sistema de seguridad impide acceder a ella. Es la misiva de una vendedora italiana de un cuadro de Serafín Avendaño, el vigués amigo de Verdi que muchos consideran italiano. El coleccionista tuvo el cuidado de dejar espacio en el marco para esta carta.

Otilia, Pilar y Carmiña

Fernández Mazas, uno de los ourensanos de la exposición, pintó tres retratos en 1940, dos años antes de morir. Son Otilia, Pilar y Carmiña. Sin apellidos. El anonimato del arte privado de Ourense, con un 80% de obras sin catalogar, ha conquistado a más de 1.600 visitantes. 
El 24 de febrero vuelven a sus casas el más de medio centenar de obras de coleccionistas. Puede que haya segunda parte. En la organización hay predisposición. Y un pero: "Me hubiera gustado que grandes empresas de esta ciudad se implicasen en la exposición", dice Ángeles Fernández. n

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