Las acusaciones de coacción tensionan la huelga del metal en Ourense

Los tres sindicatos convocantes fijan una nueva manifestación en la ciudad para la tarde del lunes

En la jornada de huelga de ayer, los trabajadores del siderometal volvieron a recorrer los principales parques industriales de la provincia con los piquetes y, una vez más, marcharon por las calles de la ciudad de As Burgas en otra manifestación espontánea. Por parte de la patronal, urgen un “acercamiento de posturas” y condenan una “escalada de violencia” que, afirman, se incita desde los sindicatos.

A mediodía más de 100 huelguistas salieron por la ciudad en otra procesión que, igual que el día anterior, no había sido anunciada. Los manifestantes, supervisados por efectivos de la Policía Nacional y de la Local, marcharon por la calle del Progreso y llegaron a hacer un rodeo por la Zona Antigua hasta terminar frente a la sede de la Confederación Empresarial de Ourense (CEO).

En esta última parada, la presencia  policial fue mayor que otros días: ocho efectivos de la Unidad de Prevención y Reacción (UPR), con porra y casco al cinto, estaban apostados bajo el soportal que cobija la entrada a las oficinas principales de la Confederación de empresas. Con todo, no se produjeron incidentes y los asistentes colaboraron con las fuerzas del orden.

No obstante, desde las empresas del sector consideran que “urge retomar la negociación” ante una agresividad que “no es la solución”. La patronal comunicó que las centrales de trabajadores “hacen a sus propios compañeros objeto de sus ataques, amenazas, coacciones y una violencia desmedida”.

Los empresarios del sector acusan a los piquetes de “provocar incendios a las puertas de empresas, persecuciones y acoso” además de “amenazas personales”. Indican que estos actos vulneran el derecho del que acude a su puesto y crean “una sensación de temor y peligro por las represalias”.

Justo Suárez, secretario general de la Federación de Industria de CCOO, declaró que la coacción a los empleados viene de la parte empresarial, que, en algunos casos, no estaría respetando el derecho a acudir a la huelga: “Estannos mandando WhatsApps compañeiros dentro dos autobuses dicindo que van ameazados”..

Desde los sindicatos convocantes (CIG, UGT-FICA y CCOO) aseguran que el seguimiento crece por encima del 80% y se congratulan de que desde la patronal cifren el apoyo en un 35%, cinco puntos más que al inicio de las protestas. Además, acusan a los empresarios de “inmovilistas” y les exigen una propuesta que no “se ría de los trabajadores”. 

De cara a la próxima semana, las centrales convocaron oficialmente una nueva manifestación para el lunes, 10 de octubre. La marcha saldrá a las 20,00 horas de la Casa Sindical del parque de San Lázaro.

Trabajadores en O Carballiño: “Non me respectan, non me deixan traballar”

Esta semana se produjeron algunas escenas tensas frente a las instalaciones de las empresas que forman parte del convenio, como las que se vieron durante la madrugada del miércoles frente a la factoría de GRI Towers, en O Carballiño.

Acerca de este episodio, un empleado de esta fábrica de torres eólicas acercó su testimonio a La Región de manera anónima por temor a represalias: “Le han dado una patada a una compañera, otro compañero se libró de una pedrada en la cabeza por cuestión de segundos, insultos racistas, pinchazos de ruedas…”.

Además, indica que los piquetes  acuden “todos los días, en todos los cambios de turno” para “amedrentar o romper algo”. Asegura que incluso arrojaron “cócteles molotov” que pudieron haber incendiado el depósito de combustible una máquina de grandes dimensiones.

Esta fuente afirma que existe estas situaciones, en las que reciben insultos y acoso de los piquetes, les impiden “vivir  con normalidad a las personas que, por la razón que sea, o no están de acuerdo o no pueden permitirse el lujo de estar una semana sin trabajar”.

Otro empleado de GRI, vecino de O Carballiño afirma en una carta: “Non me respectan, non me deixan traballar”. Describió una situación tensa: “Teño que agocharme pola vila para ir mercar” y, añade que vive “coa intranquilidade de se o meu coche estará pinchado á volta da esquina”.

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