“¡Agua!”, la Policía está aquí

Es de noche, con amenaza de lluvia, pero una aún mayor, la incertidumbre de que cualquier cosa puede ocurrir. Por esa razón, un grupo de seis agentes de la Comisaría de Ourense adscritos a la brigada de Seguridad Ciudadana, algo así como los serenos de la Policía Nacional, aunque ellos se autodenominan “los botas”, se prepara antes de salir a patrullar por las calles de la ciudad. Chaleco antibalas, pistola, en funda antihurto los que la han pagado de su bolsillo, porra, grilletes y un “briefing” (el idioma anglosajón es insaciable) a las 22.00 horas para definir objetivos y planificar el servicio, en un escenario de alerta antiterrorista de nivel cuatro (el máximo es 5), covid -toque de queda para no convivientes y cierre de pubs a las 03,00 horas-, además de un extra de alcohol y drogas porque es Noche de Reyes. Las zonas de ocio (casco vello y O Couto) y de venta de estupefacientes (Covadonga) están incluidas en la hoja de ruta. Tras ocho horas de patrullaje, cada coche hace una media de 120 kilómetros. 22 HORAS | La reunión en la Comisaría, en la que se prepara la noche y el subinspector Díaz da instrucciones. // FOTOS: ÓSCAR PINAL El coordinador de esta noche, el subinspector Roberto Díaz “Roble 3” (43 años), hace un rápido análisis de la situación y resalta que en la jornada anterior se produjeron robos en el interior de dos vehículos estacionados en la calle Sampaio (barrio de A Ponte). Sospecha quién puede ser el autor y así se lo comunica al equipo, que, ya de entrada, se verá mermado en dos efectivos porque deben ir a custodiar a un preso ingresado en el hospital. Advierte que hay una menor fugada del centro Montealegre y la necesidad de recoger el mayor número de datos en los casos de violencia machista en los que la mujer rehúsa denunciar. El maltrato es más búho que alondra. Díaz, quien tiene muchos sellos en el pasaporte porque estuvo en la Brigada Central de Falsedades Documentales, está al mando y podría no pisar la calle, pero prefiere hacerlo. Está “de pico” (sin pareja) y busca a un compañero, Javier Rúas “Delfín 323” (49 años), para así poder patrullar. “La calle es una droga para mí”, alega el subinspector. A ambos les gusta la noche, “un trabajo oscuro porque nadie lo ve”, aseguran. “Es diferente”, con “un plus de incertidumbre”, y, además, “permite conciliar mejor con tu vida familiar por los descansos”. En este servicio, van en un “K”, un vehículo camuflado, que no cuela en el “tête à tête” con los delincuentes. Los patrulleros tienen olfato para detectar a aquellos que están "al pajareo", buscando la ocasión de delinquir 22:51 HORAS | Comienza el recorrido por toda la ciudad, incluida la periferia. Covadonga La primera parada de la noche es en el llamado supermercado de la droga, en Covadonga, el barrio más noctámbulo de la ciudad, “frecuentado por todas las clases sociales” y vecinos de otros lugares de la provincia. De subida, ya se ve algún que otro taxi que traslada a la clientela que, según aseguran los policías, prefiere consumir en el piso donde compra para asegurar la dosis. El jaque al menudeo en la periferia urbana es la eterna asignatura pendiente porque hay puertas que se derriban en los juzgados pero vuelven a cerrarse. La llegada del coche policial no pasa desapercibida para “el Pirolas”, un viejo conocido que tuvo su momento de ciudadano ejemplar cuando hace años, rebuscando en un contenedor de basura, se encontró a un recién nacido entre las bolsas de desechos. No halló comida pero le salvó la vida al bebé. “¡Aguaaaa!”, grita el ver el “K”, es decir, “policíaaaa”. Y no tarda en maldecir: “Que os vayáis ya, hijos de perra”. En ocasiones, además de improperios, “hay escupitajos”. Gajes del oficio que se sortean con “mucha paciencia”. 01:45 HORAS Vino desde Leiro a Covadonga pero sin saber explicar qué hacía en el barrio. En este barrio es fácil detectar a aquellos que están “al pajareo”, explica Rúas. Es decir, personas que pululan expectantes y sin rumbo por si la velada se pone de cara para una dosis gratis o la oportunidad de cometer algún delito. La delincuencia, aunque sea anárquica, también tiene un horario. Hay más robos en viviendas y hurtos a la luz del día, pero se discute, pelea y mata de madrugada. Robos en coches, negocios, violencia de género y reyertas en las zonas de ocio son el pan de cada noche. No siempre hay detenidos porque, según asegura el coordinador, precisamente la presencia policial en las calles ayuda a “disuadir”. La prevención, añade, “es precisamente nuestra principal labor a la hora de prestar un servicio público al ciudadano”. 02:00 HORAS Una joven toxicómana sufrió un ataque epiléptico y avisan a una ambulancia. La Policía previene, detiene y propone para sanción, sobre todo, en nombre de la Ley de Seguridad Ciudadana, la llamada “ley mordaza”. En O Posío, dan el alto a un joven de 18 años que iba fumando un porro por la calle. Regresa a casa con una multa de 600 euros (300 con pronto pago). También colaboran con la Policía Local. En la calle Río Salas, cerca de Covadonga, a las 02,15, identifican a las dos ocupantes de una furgoneta roja. “Somos de Monforte, y paramos a comer algo porque venimos de vender chatarra”, aseguran. La historia suena rara y en la comprobación resulta que el vehículo carece de ITV desde 2016, tal como confirma después la Policía Local. Los patrulleros se enfrentan a situaciones en las que en no pocas ocasiones deben enfundar otros trajes, “el de psicólogo la mayor parte del tiempo”, bromea Díaz. De regreso a Covadonga, tratando de “filiar” a seis personas que caminan juntas y alteradas (para comprobar que no tienen cuentas pendientes con la justicia), auxilian a una joven que sufre un ataque epiléptico cuando está contra la pared. Sus colegas aseguran que va puesta de cocaína y heroína. “Delfín 323” introduce su pequeña libreta de anotaciones en la boca de la mujer para evitar que se muerda la lengua mientras llega la ambulancia. 02:45 HORAS Roble 3” arroja agua a un tronco incandescente Inmediatamente, ya en el coche, atienden una llamada (desde el pasado año se canalizan desde la centralita de A Coruña, algo muy cuestionado por los sindicatos policiales como el SUP) para dirigirse a la calle Ribeiriño 28. La central advierte de una doble encomienda: un señor tirado en la calle y un conato de incendio en el interior de una casa deshabitada. El primero, un hombre que ha bebido demasiado. El fuego, poca cosa. Alguien que intentó calentarse para llevar mejor los seis grados que marca el termómetro en el exterior. El subinspector al mando apaga él mismo el tronco incandescente con una garrafa de agua. 03:10 HORAS Rúas, “Delfín 323”, durante el control en la zona de Vinos. Al filo de las tres de la madrugada, recorren el casco antiguo para vigilar el fin de fiesta de los que han salido en Reyes. Mucha gente agolpada en las calles, poca mascarilla, pero, esta vez, sin reyertas. “Estamos viendo muchas peleas entre grupos, gente muy joven, incluso menores”, explica el coordinador. Enseguida surge una incidencia, a modo de accidente. Un joven atrapado en un edificio en ruinas de la calle Pizarro, en el corazón de la zona de marcha, al que entró con sus amigos a orinar y el suelo se le desplomó. Bomberos y Policía Local intervienen en el rescate del interior pero Roberto y Javier tranquilizan y disuelven al gentío agolpado en torno a un inmueble al que le cuesta tenerse en pie. 04:05 HORAS Los dos policías nacionales ayudan a salir a la joven que sujetó a su amigo para que no cayese al vacío. A partir de las cuatro y media de la madrugada, ya sin coches en las calles y con algún que otro rezagado que camina de vuelta a casa, la ciudad, tal como asegura Roberto Díaz, “ya comienza a cuidarse sola”. Pero ellos continúan hasta el relevo de la mañana.