ENTREVISTA

Águeda Gómez: “Cada vez más jóvenes pagan por tener sexo"

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photo_camera La catedrática Águeda Gómez Suárez.

La catedrática analiza en "El putero español" los relatos empleados para acudir a burdeles

n n n La industria del sexo es una de las que más dinero mueve en el mundo. Según un estudio reciente publicado por la empresa Bayer, España es uno de los países que más consume. Precisamente, el 33 por ciento de hombres paga por sexo; una cuestión que la profesora titular de Sociología del Campus de Ourense, Águeda Gómez, vincula a la falta de una cultura afectivo sexual. "Estamos a la cola de Europa junto a países como Polonia y Rumanía en conocimientos sobre planificación familiar entre los jóvenes y sobre educación sexual", explicó.

Esta situación animó a la docente a realizar un trabajo de investigación, en colaboración con  las profesoras Silvia Pérez y Rosa María Verdugo, sobre el discurso empleado por los clientes que acceden a burdeles y que se recoge en el libro "El putero español". "Habitualmente se centra la atención en las causas que llevan a la mujer a prostituirse pero no se reflexiona sobre por qué hay tanta consumición cuando estamos en un momento de bastante libertad y apertura en las relaciones sexuales", dijo.

Contó con el testimonio directo de 29 clientes distribuidos por toda la geografía nacional que le permitieron realizar una radiografía del putero español a pesar del pacto de silencio que hay entre los hombres a la hora de hablar de este tema. "Al contrario de lo que se cree, el perfil sociológico de los clientes es muy heterogénero respecto a edades, clase social, formación, estado civil e incluso ideología política", explicó. La única diferencia que encontró fue en su argumentación que le llevó a establecer cuatro tipos de clientes. Uno de ellos es el consumidor misógino, el que muestra más aversión contra la mujer, afirmando que "todas la mujeres somos putas pero unas cobran y otras no", explicó.

El aspecto que más sorprende a la docente es el aumento de jóvenes que consumen sexo de pago. Su perfil se enmarca dentro del cliente mercantilista al interpretar el mundo de la prostitución a través de lógicas del consumo y de la oferta y la demanda. "Ellos arguyen que compran lo que se vende y aquí no hay más problema ético independientemente de que exista o no trata de mujeres". Otro de los perfiles que más se repite es el del cliente amigo, es decir, aquel que empatiza con las prostitutas y acude a estos espacios porque le son ambientes amables "ya que establecen amistadas fácilmente y si quieren ligar lo pueden hacer con facilidad", explicó. En cualquier caso, acudir a burdeles es algo que está normalizado en la subcultura masculina.

Sexualidad compulsiva

Las conclusiones de su trabajo de campo son que muchos de los hombres que consumen prostitución no lo hacen por la búsqueda de placer sexual sino para reafirmar su masculinidad ante los otros hombres. "Lo importante es subir para que le vean sus colegas independientemente de lo que suceda después", explicó. Además, dice que en la actualidad el hombre tiene que demostrar que es hombre a lo largo de toda su vida. "Los indicadores tradicionales eran las tres "p": ser padre, proveedor y protector pero ahora mismo esto ya no funciona y apoyan su masculinidad en una sexualidad acumulativa y compulsiva, lo que les hace percibirse como más hombre".

Precisamente, estudiar cómo se autodefinen los hombres ahora es una de las metas que se ha marcado la docente para este año. "Muchos hombres quieren buscar la eterna juventud y un cuerpo diez para tener las mismas virtudes que una persona joven que en el fondo se traducen en ligar y esto, me pregunto, si en realidad les da la felicidad", explicó.

Con este panorama, la sociológa Águeda Gómez invita a abrir un debate sobre "qué nos está pasando para que algunos jóvenes, a pesar de ser criados en una cultura no sexista, argumenten que es más barato pagar por sexo que tener una novia", explicó. Las raíces de este problema, dice, están en la falta de una educación reglada en las escuelas en las que se refuerce la empatía. "Los profesores también tienen temor por lo que dirán los padres y acaban impartiendo una educación muy fisiológica ", explicó.

Todo esto provoca una "anemia afectiva" en la sociedad debido a la mercantilización de las relaciones personales en las que se tiende a una cosificación del otro. Por eso, dice, son necesarias campañas de sensibilización sobre este problema.

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