Deambulando

Los Álvarez y adláteres se reúnen en Gomesende

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photo_camera Fotografía de la familia Álvarez, reunida en Gomesende.
A pesar de mi numerosísima familia, no dejan de sorprenderme esas juntanzas de más de medio centenar de familiares de tres generaciones

A mí, a pesar de numerosísima familia, no dejan de sorprenderme esas juntanzas de más de medio centenar de familiares de tres generaciones de un mismo tronco con las consiguientes adiciones matrimoniales. Los Álvarez, de esa familia que tuvo en su rama a gentes prominentes, y el más significativo, Manuel Álvarez, fundador de la factoría viguesa Manuel Álvarez e hijos, que fueron un referente nacional en la porcelana, y en el colmo de la expansión, después de la factoría de Cabral crearon esa megafactoría de Ponte Sampaio llamada Pontesa. Estas gentes salidas de Gomesende para la emigración cubana donde por industriosos y emprendedores pronto lograron nombre en la isla y trasladaron su proyecto a una España que aún estaba restañando sus heridas después del golpe militar contra la República.

Todos esos Álvarez y los sucesivos con los que afinidad, pues un tío materno casado con una Álvarez, Carmen, de tan ligados a nosotros que hacíamos de su casa viguesa una estación de veraneo, pero en dosis, porque ya muchos éramos, y aunque más fuésemos, la generosidad de estos especiales tíos hacía que te sintieras como en casa. El tío materno llegó a ser dirigente en una de las factorías y mano derecha de Moisés Álvarez, hijo del fundador, que cuando fallecido este tío, prestaría el familiar mausoleo de Pereiró, como muestra del cariño que por su competencia y fidelidad se había granjeado el tío Luis Míguez. Incluso vi llorar al mismo Moisés la pérdida de este marido de su prima en el cementerio de Pereiró.

Pero no es ahí donde quiero llegar, sino a la unión de ese medio centenar que cada año se ven las caras, y aún faltan unos cuantos. Olga Bernárdez Álvarez, con la ayuda de Maricarmen Míguez Álvarez, una prima común, y del consorte de otra prima, Andrés Andrade, compañero que fue de CaixaOurense, se ponen en marcha y montan todo un tinglado de unión familiar en el que sólo faltaron, pero prometen asistir el año que viene, los directos descendientes de aquel Manuel Álvarez, un emigrante de tantas luces que llegaría a ser primer empresario del país, precedido por su exitosa vida empresarial en Cuba, pero deseoso de trasladar a su Galicia natal sus conocimientos para crear esa empresa modelo en su género con sucursales en todo el país donde la porcelana de la marca Santa Clara, las lámparas o arañas de cristal y todo tipo de lozas eran su enseña.

Reciban parabienes estos Álvarez con recuerdos para los idos, la tía Carmen, el tío Luis, Manolo, Julio, Carlos, Eudosia y Alfredo, ese sorprendente motorista que en su Norton llegaba a nuestra casa y nos deslumbraba con la potencia de su moto y su casco de aviador de la I Guerra Mundial, embutido en un mono de motorista. Especiales también para Pepe Bernárdez, el reconocido cirujano aún ejerciente, para su hermana Olga, para nosotros Olguita, para los consortes Pepe Antonio Carrazoni y Andrés Andrade, colegas laborales, para los primazos Maricarmen y José Luis, y más habrían de citarse de esta entrañable familia del val del Deva, ese río que nace de las escorrentías de la Penagache, con las influencias de la cercana raia portuguesa, sierra por medio. Gomesende en mi casa estaba siempre asociado a los Álvarez, con muchos de cuyos miembros siempre una especial relación.

Una crónica social que corta se queda para esta parentela unida y de la que a modo de referente pudiera ser ese gran empresario que fue Manuel Álvarez, al que acompañó en la aventura americana su hermano Delfín.

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