Coronavirus

Así vive el COVID-19 el rural ourensano: “Teño medo, choro, meu fillo non pode vir..."

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photo_camera Una vecina de San Xoán de Río regresa a casa tras comprar en la única tienda del pueblo. (FOTO: MIGUEL ÁNGEL)
Los ourensanos de los pueblos se protegen ante el virus: "Vengo a hacer la compra para cuatro vecinos, son mayores"

El rural ourensano tiene miedo. Los casos de coronavirus penetran lentamente, los vecinos  se van recluyendo poco a poco. "Ao principio, os primeiros dous ou tres días, a xente saía bastante, pero agora iso cambiou", explica José Luis Polo, comerciante de O Forno de Castro Caldelas. Esta localidad, donde han registrado tres casos positivos en la residencia de mayores, y una muerte, apenas tiene gente en sus calles, salvo el trasiego de idas y venidas a algunos de los supermercados del entorno de la Casa Consistorial. 

“Antes senteime e chorei"

"A xente é prudente, máximo deixamos entrar a dúas ou tres persoas. Sempre preguntan, 'podemos pasar?' O único bo é que despois disto imos saír todos moi educados", explica Mari Carmen Souto. "Se nos piden a domicilio tamén llos levamos, deixámoslles o pedido na porta, cos guantes, e xa está. A xentiña maior pide, si". 

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La pena les consume. "O ver todo cerrado... eu se che digo a verdade, teño medo. Meu fillo traballa en Ourense, non o vexo, aquí non pode vir. Está en contacto con casos de coronavirus, e claro, estás con moito medo. Nunca pensei que pasase isto, parece un pesadelo. Antes sentei aquí e estiven chorando...", confiesa pertrechada con mascarilla y guantes tras la barra. Esta es la tónica general de los pocos vecinos que transitan en solitario y sin apenas levantar la cabeza por las calles. Quien no tiene máscara, se las arma para taparse la cara con el cuello del abrigo. 

“Déixannos o diñeiro na porta"

Un poco más adelante, en una de las tiendas de comestibles, dicen que la gente "está pedindo moito á casa. Levamos sempre guantes, mascarilla... déixaselle na porta, dicímoslle o que custa a compra e deixan os cartos alí. Sempre respectando as normas", relata la dependienta. "Aquí so poden entrar tres persoas como máximo", añade, poco antes de ser interrumpida por el gerente, que nos invita amablemente a irnos al superar el aforo máximo.

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Las medidas son estrictas. En el Covirán lo confirman. "Hoxe viñeron os da Guardia Civil para dicirnos que lle deramos aviso aos clientes, porque hai moitos que veñen vinte veces ao día ou todos os días, e iso non se pode facer", apunta Cristina Álvarez. Atiende a Agustina Damiani, que viene del pequeño pueblo de Tronceda y hace la compra "para los vecinos más mayores. Hoy me la pidieron tres o cuatro".

“Aquí non chegará, ou?"

En la cola, otro hombre, Antonio, cree que "aquí estamos ben, non chegará, se o traen, traeranos os de fóra". En la residencia hay tres positivos, y eso ocupa las conversaciones de todos. "En canto non pechen e que non se mova ningúen non acabarán con isto". 

"Eu paso aquí todo o día, estamos ao pé do canón, temos o mes horario. Eu falei co meu home de reducilo, pero hai xente que di que será peor e haberá máis aglomeracións...", explica Cristina. Ante las preguntas de un servidor, ofrece el último paquete de guantes disponibles. Y es aquí, aunque no sea la ciudad, la gente toma precauciones. ¿Miedo? "Hai xente que non che ten moito. Pero medo non hai que ter, hai que ter precaución. O malo é que vai morrer moita xente,  

Una de las vecinas llega también a la tienda. "Lo malo es que aquí cuando empieza a pegar queda la mitad...de momento hay en la residencia, pero no se sabe lo que hay fuera", apunta Rosa Mari Prieto, que vive con la familia y cumplen la cuarentena a rajatabla. "Salimos a comprar y absolutamente nada más, no se sabe quién puede estar infectado".

“Salgo a la fuente, para coger agua para cocinar"

En la calle, no se mueve un alma. Solo un búlgaro, asentado en el municipio hace 20 años, Asen Dimitrov Ognenov, aparece en el camino. Coge agua de una fuente. "Solo salgo para ir a la farmacia, comprar y para esto. Esta agua es muy buena para cocinar y lleno varias botellas. Para beber, la compro. La de casa solo se usa para la ducha", explica este vecino, que dice que la gente "tiene miedo y se le dicen que no salga, pues no salen". 

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 En el entorno de O Forno, famoso por sus bicas, una vecina transita tapándose la boca con la chaqueta. "Eu só vou comprar, quen sabe como será isto ao terminar. Nas capitais hai máis xente e é máis fácil contaxiarse, pero aquí hai que ter coidado tamén". 

José Luis Polo nos atiende en O Forno. Es de palabra fácil y tiene tiempo, incluso para regalarnos una de sus delicatessen. "Estamos parados, cayó el 95%. Somos un negocio de gente de paso, turismo, y ahora no hay nada. Sigo abierto casi por costumbre. La hostelería está cerrada... Esto va a durar, el impacto que va a traer...".

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El Concello más envejecido se divierte con música

A un cuarto de hora de la capital caldelá  se llega al concello más envejecido de Galicia, con una edad media de 62 años. En San Xoán de Río no se ve a nadie en la calle. Algún curioso que otea a los forasteros entre las cortinas y, por supuesto, la amenización musical que sale del balcón de Luis Fernández. "Poñemos mensaxes de veciños que foi recollendo o alcalde e pedíronmo poñer aquí nesta parte da aldea, e desde o Concello emiten para a outra parte", señala Luis. Es de los más jóvenes del pueblo, y confiesa que "medo, medo, non hai, pero a xente só sae como moito para ir á finca, nada máis". 

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El alcalde, Xosé Miguel Pérez Blecua, tiene entra manos proteger a la población y los operarios de Protección Civil no paran estos días. "Desinfectamos todos os días a porta da farmacia, a tenda, a residencia... Os sitios máis transitados", explica. Está ilusionado con la música y mensajes a los vecinos que transmiten tres veces al día. "Agora hai máis preocupación, co dos positivos en Castro Caldelas. A metade da aldea vai alí comprar e pedímoslles que estes días vaian a Trives, polo que poida pasar". Mientras, piensa alguna idea para "confinar nos hoteis de Trives á xente en grupos, os que están ben e os que poidan ter algún síntoma, separados. E que os traballadores tamén queden confinados, os que se presten, claro".

En la tienda: “A xente compra máis chuminadas, iso si"

En la tienda del pueblo está Pedro Fernández, que la regenta junto a su hermana. "Agora veñen repartir cada 15 días, antes viñan cada semana. O que se venden máis agora son as chuminadas, como a xente está máis na casa....", relata. 

Tras una inspección, los voluntarios de Protección Civil lo tienen claro: "De pouco vale o que facemos por todo o concello se despois a xente vai comprar sen mascarilla nin guantes, algo hai que facer". Acuerdan disponer gel desinfectante, y debaten qué tipo de guantes utilizar. "Mascarillas poucas hai, a ver como facemos". 

Solo un bar, y cerrado: “si puedo volver a abrir, me conformo"

El único bar del pueblo, el otro cerró hace seis años, que regenta Irene, está cerrado. "Lo que más me preocupa es ver si podré abrir cuando se acabe esto. Si puedo abrir me doy con un canto en los dientes". Saúl y Yara, dos de los más jóvenes, se resignan. "Outra cousa non se pode facer. Só nos movemos da casa ao bar, para coller a comida, que está aquí. Hai cousas que facer, limpamos o garaxe, limpamos todo...A xente maior é máis vulnerable, claro que ten medo. Se me toca a min conto con pasalo...Isto non deixa de ser unha aldea, e a xente é case toda maior..."

Oímbra, aldeas fantasma

El miedo no conoce de comarcas ni de fronteras interiores. Más al sur, Oímbra, entre las 11,00 y las 12,30 horas es un municipio fantasma. La mujer que dio positivo en coronavirus, tras desplazarse desde Madrid para afincarse con el resto de su familia en San Cibrao, generó tal alarma que el vecindario cumple a rajatabla la medida de quedarse dentro de sus domicilios. No solo en la capitalidad y San Cibrao. En pueblos como Bouses, Espiño, A Granxa y Videferre, las calles están a esa hora completamente vacías. El vecindario solamente se asoma a la ventana ante el sonido del coche de reparto de pan, cuya conductora extrema las medidas de seguridad: "La mascarilla y los guantes no los quito. Y llevo desinfectante".

pimientos

El vecindario debería estar en la actualidad en plena faena de la siembra de pimientos, su producto estrella. Otros años por estas fechas esta actividad era frenética, y mantenía ocupados a los vecinos durante buena parte del día en construir invernaderos para hacer semilleros. Ayer ya se apreciaban algunos , pero en el interior no había nadie. "La gente tiene miedo, porque primero está la salud", apunta una vecina sin quitarse la mascarilla mientras compra pan.

La alcaldesa, Ana Villarino, colocó bandos en todos las localidades instando a la población a quedarse en casa. Asegura que también pidió a la Guardia Civil que recorriera todo el municipio pidiendo a los residentes, a través de una megafonía, que se no salieran de sus casas. "La situación es grave. Tenemos mucha población mayor y debemos evitar que se expongan a ser contagiados".

¿Importan los pimientos?

En una finca cerca del cruce que forman las carreteras de Verín, Rosal y San Cibrao, un vecino quita con una pequeña azada las malas hierbas a su remolacha."Os pementos xa debían estar sementados, pero non sei para que.A este paso, non creo que teñan moita saída. Quen traballe sempre hai, o peor é que non vai haber quen compre",aseguraba, recordando que la situación que estamos atravesando "e grave e creo que isto vai a peor".

En el mismo núcleo de Oímbra,  hay una capilla en la que los vecinos veneran a San Roque (protector contra las epidemias), pero la ermita está cerrada a cal y canto. "Eu rézolle na casa todos os días", puntualiza la vecina más próxima.

Porqueira sigue adelante

Porqueira, 11,30 horas. Por la calle, tan solo algún trabajador municipal, o vecinos que acuden a la farmacia. El confinamiento se cumple más a rajatabla en este municipio después de que la propia regidora local, Susana Vázquez, anunciase el primer positivo por coronavirus en una mujer de entre 55 y 60 años. Ahora son ya dos, tras confirmarse el caso de una persona del entorno de la primera. Son pocos los vecinos que no llevan mascarilla, alguno, incluso, parece haber echado mano de algún tutorial de Youtube, pues luce una toallita hipoalergénica seca como barrera contra el COVID-19.

 En la farmacia de Porqueira, las trabajadoras colocan, al lado del bando emitido por la alcaldía para informar del positivo, un papel informativo con dos números de teléfono a los que llamar si se precisa del reparto de medicinas. En este establecimiento han tenido que colocar una "barrera" con productos sanitarios para tratar de evitar que el público se acerque a menos de un metro del mostrador. "Yo llevo aquí un mes y en esta última semana ha venido muchísima gente. Es cierto que alguna persona viene y pide que le demos todo lo que le ha incluido su médico en la tarjeta sanitaria, y otras acuden con pedidos de varios vecinos para que solo salga una persona de casa", cuenta una de las trabajadoras. 

Desde que empezó la crisis del coronavirus, en la comarca de A Limia se han vivido algunas anécdotas curiosas ,como la que generó el regidor de Calvos de Randín, Aquilino Valencia, al emitir un bando prohibiendo el paso a todas aquellas personas que no fuesen del municipio y que no acreditasen estar libres de dicha patología. El propio Valencia admitió el error, asegurando que su intención era la de proteger a sus vecinos. Por otro lado, la Guardia Civil de Xinzo investiga por injurias a una joven por manifestar por redes sociales que una mujer de este municipio había contagiada a su suegra, fallecida con coronavirus.

Ojo, perros sueltos

Pasan ya de las dos del mediodía, en San Xoán de Río. Los vecinos, que acudían a la única tienda a cuentagotas durante la mañana, están totalmente confinados en sus casas. Los perros, a esa hora, son amos y señores de la carretera que atraviesa el pueblo. Acostumbrados a la tranquilidad de estos días, no  hacen siquiera ademán de moverse. El periodista ha de bajarse del coche para animar al can, que decide recostarse en la acera. El sol aprieta.

Beade. 26/03/2020. reportaje sobre el cofinamiento en Beade, en la que hai detectados varios vecinos con coronavirus.
Foto: Xesús Fariñas

Esta escena, se repite también en Beade, donde hay dos positivos.. a falta de coches y personas, los perros se hacen con el control de la aldea y el fotógrafo inomortaliza la instantánea. Ellos son, hoy en el rural, el símbolo de la libertad. En el concello de Entrimo, el alcalde, Ramón Alonso, se ha visto en la obligación de publicar un bando urgiendo a los vecinos del cuidado de sus mascotas. Parece que también en la Baixa Limia los canes se han adueñado de las vías públicas, desiertas ahora por el estado de alarma. "Ante a situación que estamos a vivir, recoméndase que procuren ter os animais controlados e adopten las medidas necesarias para evitar que deambulen libremente pola vía pública, ademais de mantelos alonxados dos buzóns para facilitar así o traballo de reparto do persoal de Correos", reza el bando.

Lobios no quiere fronteras

En muchos puntos de la Baixa Limia viven estas primeras dos semanas de confinamiento con un doble "castigo", el confinamiento en sus viviendas y el cierre de las fronteras con la vecina Portugal. La Guardia Nacional Republicana tuvo que intensificar, en la madrugada del 20 de marzo, el control sobre la frontera ourensana de A Madalena, tras detectar que se habían retirado las barreras de hormigón colocadas para impedir el tráfico de vehículos por ese punto de la OU-540. La noticia de este "asalto" a la frontera de Lindoso trasladaba a los lugareños a épocas pasadas, las del contrabando y el cruzar la Raia.

 En Feces de Abaixo , pueblo de Verín ligado históricamente al tráfico transfronterizo,  están ahogados y algunos comercios piensan ya en el cierre definitivo. "Está afectando moito, a zona vive do mercado luso, pero agora hai cousas moito máis importantes que o negocio", asegura uno de los vecinos .

El temor al contagio del virus se expande. Un caso en el pueblo de Meréns (Cortegada) dobló los esfuerzos en las labores de prevención en este concello de O Ribeiro. El enfermo, de aproximadamente 70 años, se contagió durante un viaje que realizó a Cataluña. Su mujer, que le acompañó en el viaje, dio  negativo.

 En Meréns, alerta

El Concello de Cortegada también amplió aquí las labores de desinfección, que lleva a cabo en establecimientos públicos, caminos y demás espacios de Meréns. Los vecinos están en sus casas y Protección Civil se encarga de llevar alimentos y medicamentos.

Sin mascarilla no entras

La asociación de comerciantes y un establecimiento textil de Cortegada se encargan de confeccionar mascarillas con voluntarios, que luego se distribuyen. Y es que nadie puede entrar en una tienda ni en ningún otro local público sin utilizarlas junto con los guantes. 

La bodega Casal de Armán ha cedido un tractor para la desinfección en todo el municipio. El alcalde, Avelino de Francisco, expresa su agradecimiento "a empresarios y vecinos y en especial a los voluntarios de Protección Civil y a las trabajadoras de ayuda en el hogar".

Eva Álvarez, vecina de Cortegada y directora del balneario dice estar " preocupada por la salud pero también por la situación económica, porque el turismo estaba en auge aquí en Cortegada y teníamos previsto construir piscinas exteriores y acondicionar el viejo balneario,  pero el batacazo ha sido grande".

Sobre el contagio de Meréns, señala que "sí tenemos más miedo,  pero también convivimos con Filgueira, con varios casos, todos contagiados en los viajes del Imserso”.

Beatriz Alonso, también vecina,lo tiene claro: "No quiero salir y aquí estoy, limpiando los pomos". Ella destaca la labores de desinfección y el trabajo de confección de mascarillas de voluntarios. 

También en la comarca, un vecino de Arnoia de 62 años dio positivo y está en la UCI. Evoluciona favorablemente, apunta el alcalde Rodrigo Aparicio, que ha reforzado la desinfección que llevan a cabo viticultores, Protección Civil y brigadas de extinción de incendios. "Estamos moi preocupados, especialmente pola residencia de maiores, onde hai 100 persoas, e que estamos desinfectando tódolos días"..

Pallozas, hotel en Carballiño

Una familia, una madre y sus tres hijos que se quedaron sin hogar en pleno estado de alarma, un asturiano que no podía volver a casa y una mujer que discutió con sus compañeras de piso viven el confinamiento en las pallozas del camping  de Carballiño. La familia fue desalojada por los bomberos al inundarse su vivienda con las lluvias. El  asturiano había viajado para conocer el centro budista de San Amaro y pidió ayuda al Concello  porque no tenía posibilidad para regresar a casa. Mientras, laPolicía Local encontró a la mujer en la estación de autobuses cuando quería irse a Valencia. Unas amigas la habían echado de la casa que compartían, y no tenía a donde ir. El grupo municipal de emergencias y los propios concejales les suministran alimentos y necesidades básicas.

O Carballiño 27/3/20
Pallozas camping Carballiño habitadas 

Fotos Martiño Pinal

El miedo llega también a  Viana. La amenaza del coronavirus preocupa a una población que vio como los días previos a la restricción de movimientos se apeaba en la villa un aluvión de personas, procedentes de zonas de riesgo y, especialmente, de Madrid. Su llegada no fue bien vista. 

Viana: “Que non veñan"

"Sempre dixen que tiñan que blindar Galicia ou ben confinar Madrid, onde xa estaba o foco máis importante, A Rioxa e Álava, que tamén teñen grandes focos. Foi unha invasión de persoas que podían ser portadoras. Fomos onda eles e comunicóuselle que non saíran das casas", dice el alcalde, Secundino Fernández.  "Vemos con fonda preocupación que veñan e tentamos telos localizado. Estamos en contacto cos pedáneos. A Guardia Civil e a Policía Local controlan os seus movementos". El regidor lo tiene claro: "Pedimos que non veña esa xente. Que non veña ninguén, sobre todo das zonas máis castigadas. A poboación está envellecida e todos estamos temerosos. O medo que temos é cara a Semana Santa, Hai que esixir a blindaxe de Galicia".

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