“Me atropelló como a un animal y se fue sin saber si estaba vivo o muerto”

La víctima, José Ramón Caamaño.
photo_camera La víctima, José Ramón Caamaño.
El conductor se dio a la fuga tras arrollar a José Ramón en una rotonda

A las seis de la tarde, José Ramón Caamaño circulaba en su bicicleta por la carretera N-120, a la altura de la Avenida Ribeira Sacra de Ourense, cuando llegó a una rotonda y sintió un golpe por detrás. “No llegué a perder el conocimiento, pero no me acuerdo de nada hasta que llegue al hospital. Es como si mi cerebro se hubiera desconectado 30 o 40 minutos”, asegura esta víctima de un atropello, que sobrevivió para contarlo. Aficionado al ciclismo los nueve años, compitió hasta los 26 y ni siquiera este accidente logró bajarlo de los pedales.

 Caamaño recuerda que aquella tarde de agosto de 2011 iba pisando la línea blanca porque el arcén estaba intransitable. A la altura de la rotonda, un coche lo atropelló por la derecha, lo lanzó contra el petril de la carretera y se dio a la fuga. “Me dejó tirado como a un perro en la cuneta. Me atropelló como a un animal y se fue sin saber si estaba vivo o muerto”, recuerda este ciclista. 

“Mis testigos vascos declararon por videoconferencia y el anciano dijo que llevaba prisa porque iba a cambiar la pila del reloj”, cuenta Caamaño

Como consecuencia del impacto, un espejo retrovisor le destrozó una mano y sufrió múltiples contusiones y magulladuras. “Sangraba mucho por la mano, pero tuve la suerte de que me socorrieron unos chicos del País Vasco, que además apuntaron una parte de la matrícula del coche”, explica.  Como vieron que se podía mover, lo llevaron hasta el paseo paralelo al río para ponerlo a salvo de otros vehículos. “Fueron a por una toalla para cubrir la mano que sangraba y llamaron a una ambulancia. Estuve cuatro horas en el quirófano y tuvieron que coserme varios tendones y dos dedos”, afirma.

Gracias al inicio de la matrícula facilitada por los testigos, la Policía Local logró localizar al infractor; se trataba de un anciano de 84 años que circulaba en Ford Fiesta y que le había dicho a su hijo que había chocado con una rama. Los agentes comprobaron que el vehículo tenía restos de sangre, un retrovisor estallado y un alerón roto.

Juicio tras dos años del accidente

Dos años después del siniestro, se celebró el juicio. “Mis testigos vascos declararon por videoconferencia y el anciano dijo que llevaba prisa porque iba a cambiar la pila del reloj”, cuenta Caamaño, que no pidió pena de cárcel para el conductor. “Ya me había indemnizado la aseguradora. Solo pedí que le retiraran el carné porque no estaba en condiciones de conducir, pero ya no se lo habían renovado”, dice esta víctima, que sufre secuelas en la espalda y una mano, donde ha perdido movilidad. “Ni el conductor ni su familia tuvieron la decencia de llamarme para disculparse”, se queja. Estuvo un año de baja y en su trabajo tuvieron que cambiarlo de sección porque ya no podía realizar las tareas asignadas. “Suerte que trabajo en la administración”,  opina.

La nueva Ley ciclista supone un avance para Caamaño, pero critica que conducir bebido o drogado sea una atenuante. “Debería ser una agravante y multiplicar la pena por diez. Hay que convivir en la carretera y la parte más frágil siempre es el ciclista”, se lamenta. José Ramón ha vuelto a montar en bici, pero ahora lo hace siempre “con un ojo mirando para atrás. Te queda el miedo; eso no se borra y se queda grabado para siempre”, confiesa.

Estado de la mano antes de entrar en quirófano.
Estado de la mano antes de entrar en quirófano.

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