ECONOMíA

El balance de 2014, de cal y de arena

Dos visiones para este año a punto de culminar: para lectores con prisa quedan el repunte y optimismo; para lectores sosegados: una crisis que se mastica lenta

Dos visiones para el 2014 a punto de culminar: la pirotécnica y la pausada: en primer lugar, carburantes y las cifras del paro. En segundo, la demografía, las afiliaciones, las hipotecas, las empresas. Respectivamente: para lectores con prisa quedan el repunte y optimismo; para lectores sosegados: una crisis que se mastica lenta.

Habrá leído mil veces ya la cantidad de dinero que se ahorra hoy día, en comparación al año pasado, al llenar el depósito de combustible de su vehículo. En efecto: el carburante parece querer volver al subsuelo del que salió, al menos en cuanto precios: la gasolina de 95 es ahora mismo un 13,8% más barata que hace un año; el gasóleo, más tímido, lo es un 8,2%. Se trata de sendas bajadas abismales y sin duda llamativas.

Más números para incitarnos al optimismo fácil: en la provincia el paro no ha hecho más que descender en los últimos tres años. 1881 personas menos entre noviembre de 2014 y el mismo mes del año anterior, una mejora de un 6,45%.

No obstante, no se trata de una invitación a celebrar santos inocentes. La crisis ha hecho mella en la sociedad española de un modo tal que es preciso, para una visión mas detallada, entender que procesos complejos precisan análisis complejos. Buceando de un modo mas pormenorizado, es posible descubrir que la poliédrica composición del entramado social actual esconde datos que revelan tendencias que difícilmente el pertinaz maquillaje comunicacional oficial puede llegar a ocultar.

Las afiliaciones a la Seguridad Social logran mantener su nivel en el último trieno, incluso mejorando levemente. La compulsión al emprendimiento -además de la precarización del actual empleo creado- hace que las cifras de autónomos se sigan incrementando.

La deflación, el terrible anatema de los economistas, indicado por un retroceso en el IPC, se ha materializado con una caída en los precios de un 0,44%. Lo que es una buena noticia para su bolsillo, es mala para el conjunto global de la economía que le rodea.

El dios ladrillo, antaño adorado por toda clase colectivos, languidece sin posibilidad de recuperación. A las telarañas que acumulan las grúas, antes altivas en el perfil de cualquier ciudad española, se le suma la caída en la constitución de las hipotecas. Acoso y derribo: un 26% menos que el año pasado; una pendiente absoluta que no hace mas que caer en los últimos tres años.

Si ha llegado leyendo hasta aquí, debe saber que el manido consuelo al que se suele recurrir, al decir que no estamos solos en esto es falso: cada vez estamos más solos. Las cifras referidas a la población no llaman a engaño: Ourense ha perdido casi 8.000 habitantes en los últimos tres años, algo escalofriante; con un saldo migratorio que arroja siempre resultados negativos; y con un crecimiento vegetativo negativo. Una caída lenta y silente, que va socavando el principal valor del que una sociedad ha de valerse por ser su mejor activo: su población.

Conviene no citarse con el engaño: 2014 ha consolidado una tendencia inequívoca. Deben ahora población y autoridades hacer la adecuada lectura del fenómeno. Margen de error: el mínimo.

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