Balbino Pérez, ourensano de Cartelle, entró en China en enero debido a su trabajo en una multinacional de preparación de alimentos frescos. Allí, en el ojo del huracán, le cogió la crisis. Pero, curiosamente, ahora es él el que mira con preocupación hacia España desde un entorno que recuerda mucho a la añorada normalidad. En muchas provincias y ciudades chinas (Pérez reside en Taicang) el día a día comienza a parecerse al que tenían antes del caos. Seguridad sí, pero también apertura y vida social. "Se parece mucho a la situación que existía en diciembre. Fue una salida de la cuarentena progresiva, con las dos últimas semanas mucho más normales. En la primera de ellas, sí notabas a la gente más reticente, con precauciones. Pero esta última todo se estabilizó. Se nota en las calles, en los supermercados se dejó de tomar la temperatura, se puede ir a comer a restaurantes con total normalidad... ¡hace unos días tuve que esperar media hora de cola!", apunta el ourensano.
Progresiva apertura
La felicidad social todavía no es completa. Aún faltan sectores por volver a abrir sus puertas. "Escuelas y universidad permanecen cerradas. Depende de cada provincia. También los cines o la discoteca. En el centro comercial te comprueban la app que indica si has estado en una zona de riesgo".Y aunque la epidemia tiene el territorio chino como origen, la sensación allí es de que el problema ya está fuera de sus fronteras. Con las reticencias que conlleva para un ciudadano extranjero. "Una vez liberados de la cuarentena, sí noté cierto distanciamiento en las calles por ser extranjero. Claro, ahora aquí el coronavirus se ve como un problema exterior. Y recuerdo que cuando fui a renovar el visado y la empleada vio que era español lo dejó caer en la mesa con una expresión de susto. Luego le mostré que llevaba desde enero en el país y se tranquilizó". El ourensano destaca que está "tranquilo y seguro" viviendo una nueva situación que, confía, llegue pronto a España.
