El ángulo inverso

Bar Alfonso, servicio permanente

MIÉRCOLES, 5 DE ABRIL

Fue demoledora. Jamás me conmovió tanto la presentación de un libro. Te hablo de un escritor ourensano, desde hace muchos años asentado en Sevilla. Edmundo Díaz Conde, en su haber un puñado de premios importantes, incluso el Ateneo de Sevilla. Pero te cuento, hermano, de la presentación. Me sorprendió la abundancia de señoras de cierta edad, como muy elegantes, que escucharon con atención religiosa al autor. Lo presentó Domingo Bobillo, íntimo amigo suyo que leyó párrafos inquietantes de la obra. Después, Edmundo comenzó muy emocionado y, por momentos, resbalaron lágrimas sentidas por sus mejillas.

Porque hay que ser valiente, autocrítico a manos llenas y muy sincero para comenzar diciendo: “Escribí este libro porque he sido mal hijo; no les ayudé cuando lo necesitaban y les causé un gran dolor”. Después añadió casi en un sollozo: “Me costó decidirme, pero este libro lo escribí para pedirles perdón, para cerrar una herida y cicatrizarla. Mis padres confiaron siempre en mí, mi madre especialmente, y no le fui fiel, no estuve a su lado al final de su vida cuando lo necesitaba”.

Estamos en la librería Eixo, confortable y bien nutrida de libros de todas las especialidades. Al frente, libreros cercanos que saben aconsejarte. El autor, Edmundo, presenta su obra ‘Mamá’. Imagínate, hermano, de lo que narra. Me pregunto de nuevo ¿por qué tanta mujer madura y elegante en la sala? En el escenario donde estaba el autor, había un maniquí con un elegante abrigo original de los años setenta. Pronto supe que Mary, su madre, fue una modista de gran prestigio cuyo taller estaba en la calle del Paseo con numerosas jóvenes que aprendían el oficio. Enseguida descubrí que las mujeres que escuchaban con fervor y llenaban la sala habían sido sus fieles clientas.

‘Mamá’ es una obra tan sincera e intensa que duele. Dijo nuestro hombre: “Durante años mi única fuente de energía era la culpa. Cuenta cómo descubre que un misterioso escritor se cartea con su madre. Cuenta de sus años erráticos en Ourense y Santiago, donde a duras penas terminó la carrera de Derecho, para él aborrecible. Años de absenta, de rebeldía obligatoria. Sus amores con el fondo musical de Roxy Music, “Esclavo del amor”. Después, el Madrid bohemio tratando de ser escritor. “Mi padre entró en la muerte como había vivido, escondiéndose, confidencialmente”.

Bueno, no voy a hablar más de ‘Mamá’. Al final, cuando me dedicó el libro y me dio un abrazo fraternal, le dije: “Eran tiempos de cambios, sus ideas ya no eran las nuestras. No sólo tú heriste a tus padres; fue toda nuestra generación que vivió la filosofía de la derrota del padre”.

(Te juro, hermano, que en nuestro abrazo me sentí identificado, la culpa, esa maldición que no logramos ahuyentar).

‘Mamá’. Edmundo Díaz Conde. Editorial Anaya.

JUEVES, 6 DE ABRIL

Cielo santo, qué sorpresa, el 9 de septiembre actuará en Ourense el mítico Robert Plant. Ay, hermano, estoy hablando de uno de los más grandes, para mí el más. El líder de Led Zeppelin. Nadie, sólo los Beatles vendieron más discos que ellos.

Déjame que te cuente. Era yo un adolescente en aquel Verín próspero y contrabandista. Cuatro bares abiertos toda la noche. El nuestro era el bar Alfonso, el único con servicio permanente. Allí abrevábamos los malotes de la villa hasta la madrugada. Justo a la entrada estaba la gramola, introducías dos duros y siempre, casi sin interrupción, escuchábamos ‘Whole lotta love’: “Has estado aprendiendo, nena, /yo he estado aprendiendo. / Te voy a dar mi amor. / Muchísimo amor”.

A eso de las cuatro de la madrugada, se detenían enfrente los camiones pesqueros Pegaso. Habían salido de Vigo y tenían que llegar a Madrid a primeras horas de la mañana. Los jodidos siempre ponían ‘A Santiago voy’ de Los Tamara. Entonces, apenas había guardias de tráfico y, cierto, los tíos se empujaban tres o cuatro copazos de Fundador o Espléndido. Poco después subían a la cabina y allá se iban alegres por una carretera endiablada a subir los puertos de Padornelo y A Canda, siempre tortuosos y nevados.

Cómo es la vida, mira que he visto actuar a grandes bandas, pero los dioses no ayudaron y no tuve oportunidad de ver a Led Zeppelin. Fue en julio de 1993 cuando sucedió lo inimaginable. No sé cómo se las apañaron para promocionar el Xacobeo 93. En tres días, 8, 9 y 10 de julio, lograron uno de los más grandes festivales de la historia. A Coruña, estadio Riazor, un festival brutal. Allí estuvieron todos, desde Bob Dylan a Neil Young. Aún tengo la entrada, 600 pesetas. No nos registraban mucho y todos llevábamos alcohol en las mochilas. Por fin cumplí mi sueño. Allí, a pocos metros de mí, estaba Robert Plant con su melena ensortijada, su casi 1,90. Ya sabes, jamás defrauda. Cómo no me iba a estremecer al cantar ‘Whole lotta love’ que escuché miles de veces en el “bar Alfonso, servicio permanente”.

(Espero ansioso el 9 de septiembre y, como el clásico, diré: “Ante ti estoy, otra vez fascinado”).

Te puede interesar