La Ciudad de los Muchachos fue un proyecto comunitario sustentado sobre dos pilares, el pedagógico, comprometido con la idea de transformar el mundo, y el vivencial, basado en la necesidad de cumplir las leyes

Benposta, un proyecto entre la divina revolución y la decadencia terrenal

Antigua metalurgia de la ciudad de Os Muchachos (Foto: José Paz)
Benposta no es una ciudad, nunca lo fue, aunque fuera ese el propósito fundacional del cura Jesús César Silva Méndez (Ourense, 1933 - 2011) y quienes le acompañaron cuando en un lejano 1956 le dio cuerpo y magia a un sueño que pronto se hizo colectivo. 'La Ciudad de los Muchachos' en realidad nunca fue ciudad aunque por ella pasaron miles de jóvenes (allí encontraron un espacio singular en el que establecerse, formarse y medrar como hombres) y existieran instituciones y un sistema 'legislativo' denominado Leyes de Ciudadanía.
Que el sueño del padre Silva para levantar una ciudad se aferró a la utopía y a la personalidad megalómana del sacerdote no deja de ser una obviedad, una muestra más de cómo las ideas cabalgan a distinta velocidad que los hechos, a veces ni se reconocen entre ellas aunque tengan apariencia formal. No obstante Benposta fue modélica en muchas cosas, en lo espiritual-otros sacerdotes como el padre Ángel de Allariz estuvieron implicados desde el inicio-, en la práctica democrática, en la necesaria labor asistencial y profesional, pero falló en lo esencial, no supo modelarse adecuadamente ni adaptarse a los tiempos de cambio, sobre todo a partir de los ochenta, cuando el Estado se encargaba ya de la cobertura asistencial. Benposta fue un proyecto ilusionante en el que la gestión mudo en un 'ejercicio más de ilusionismo', un proyecto desmedido y sin control cuando su propósito inicial, su razón de ser pasaba por la autosuficiencia en sí misma; el circo y la gasolinera como sus motores. Su éxito como modelo educativo radicó en vislumbrar las necesidades de una época plena de carencias, y el fracaso en la no adaptación a las otras épocas.

Entrar en Benposta hoy es como asomarse al balcón de la historia y comprobar el naufragio de un otrora lustroso navío que durante mucho tiempo navegó a la deriva y al que a duras penas le queda ya el esqueleto; las pocas costuras firmes le supuran abiertamente. Benposta funcionó como referencia hasta mediados los años ochenta, con un sistema educativo que cubría las carencias del sistema, con un circo de vanguardia en el que se asumían unos valores humanos sobre todo lo demás, institución que ha tenido mucho que ver con seguridad en proyectos como el Circo del Sol, con los que el padre Silva se encontraría más tarde en Toronto.

La visión sobre Benposta siempre es agridulce, del fondo emergen los ecos y el barullo se confunde entre lo bueno y lo malo del ser humano, la capacidad innata del hombre en pro de la creación y la decadencia sobre todo lo logrado. Lo que fue un revolucionario proyecto es hoy un cuerpo inerte, un proceso indicial de lo que allí se puso en pie a partir de 1961 con la compra de la finca; hoy todo es ruina y ni siquiera hermosa, como acontece con tantas ruinas que delatan la presencia de la acción humana. Ya desde la misma barrera en la que se supervisa la entrada todo es confusión y metáfora, empezando por la siempre recurrente simbología de inspiración religiosa con la que el cura daba sentido a las cosas, uno de aquellos leones que se situaba en lo más alto del arco de entrada como símbolo de libertad está encerrado ahora 'preso' en una jaula, el otro anda disperso. Una evidencia más de que el discurso no es del todo compartido, o no ha sido compartido por todos.

La finca sobre la que se asentó La Ciudad de los Muchachos es una porción mínima de la original que no cubre ni el famoso poliedro de Pérez Piñero Calasparra que dio cuerpo al escenario permanente del circo, hoy un mecano de piezas al que le falta la lona y lo esencial; ni siquiera las otras instalaciones neurálgicas -obras del arquitecto Alberto Muñiz, tío Alberto-se encuentran ya en terreno benposteño. Distintas ventas y embargos para cumplir con la Seguridad Social y el pago a los profesores en el momento de finalización del proyecto educativo han dejado el escenario irreconocible en todos los sentidos.

Las acciones de venganza y expolio continuo han dejado Benposta hecha unos zorros, sumada a la falta de mantenimiento; en tiempos, al final el curso todos los miembros se implicaban en las labores de cuidado y restauración necesaria. Todo se ha llenado de humedades y han dejado 'casi a la intemperie' los pocos enseres acumulados, muchos de ellos de gran interés documental a la hora de musealizar el sitio.

EL FUTURO

Si históricamente Benposta fue un territorio de intrigas donde se ha respirado un ambiente de extraña conspiración, a raíz de los conflictos con los que se finiquitó el modelo educativo y la razón de ser de la sociedad, la situación adquiere tintes de territorio comanche. La Fundación Benposta, que al margen del lío jurídico de pertenencia o no a la misma y sobre la que no voy a entrar, junto con la Asociación Cultural Padre Silva son las que rigen la toma de iniciativas sobre el terreno, homenajes al fundador, cobertura al festival Reperkusion.

Entre los miembros cunde el deseo de acondicionar el espacio, parte del mismo como el Fiadeiro se ha reconstruido y hay intención de erigir un albergue de peregrinos en uno de los pabellones y muchos otros proyectos compartidos de corte comunitario que el tiempo nos aventurará si son posibles; la utopía sigue siendo razonable pero la desmesura de otros tiempos ha quedado para la historia.

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