Deambulando

Calzadas romanas y su huella

photo_camera Ponte Bibei por donde pasaba la Vía Nova, que transcurridos casi XX siglos, aun resiste el tránsito de camiones de alto tonelaje.

Se dice que la grandeza de Roma, por asimilación de las culturas conquistadas, sobre todo la griega donde preclaros poetas romanos fueron a mamar a la misma Atenas la cultura helénica, además del aporte propio por esa modalidad o disciplina de pasar obligatoriamente por la milicia, descansó en tres pilares, aunque podrían añadírsele otros más, que fueron la organización militar, el Derecho y las vías de comunicación. Roma, desde su creación fue monárquica con siete reyes, republicana con predomino de un Senado aristocrático y ciertos contrapesos del pueblo bajo o plebeyo, regida por dos cónsules, uno que se ocupaba de exterior y otro del interior, de unas dictadoras, decenviros, triunviros e incluso unipersonales: Sila, César, y un imperio finalmente, que salvo excepciones (Augusto, Marco Aurelio, Trajano, Adriano…), señalaría la decadencia de Roma a pesar de lo rimbombante de Imperio que aún suena en muchas bocas para referirse a Roma. Con el Imperio sucumbe esa forma de gobierno.

Pues esa grandeza se apoyaba, a pesar de sus sanguinarias guerras de expansión, en la consideración, luego de conquistados, de las formas de vida de esos pueblos y en los conocidos pactos de amistad o de hospitalidad con las tribus sometidas.

Pero es, sobre todo, en el establecimiento de una red viaria donde se sustentaba todo el entramado, con las famosas calzadas que partían de Roma (de ahí que todos los caminos lleven a Roma, que se dice) como la vía Apia, la Claudia…y ya dentro de la península Ibérica una complejísima red viaria que llegaba hasta los confines del mundo continental occidental( de ahí el finis terrae). Más de 50.000 km de red de carreteras de los que acaso 8.000 correspondan a Hispania, y a Galicia una muy densa red dentro de lo que se llamaban Conventus o regiones en que estaba dividida la Gallaetia, dentro de la provincia imperial de la Tarraconensis, porque la Bética y Lusitania eran provincias senatoriales. Por esta Galicia, del Duero a la costa Norte, y por oriente, Astorga (Asturica), que a todo el occidente, la mar Atlántica, la intercomunicación era complejísima y así en nuestra provincia dos vías principales la XIX que partía de Braga a Astorga pasando por Chaves, o la XVIII, de Braga a Astorga entrando por Portela do Homem, A Limia, Caldelas…

La vía Principal, la de Chaves, apenas ha dejado huella o no se ha estudiado en la profundidad requerida, pero la XVIII, acaso de menor entidad, si la han desentrañado unos cuantos equipos de arqueólogos para dejar al descubierto que estas calzadas estaban hechas a conciencia para resistir siglos.

De las 374 calzadas inventariadas en el Itinerario de Antonino (Caracalla), 34 corresponden a Hispania, y 4 a Galicia. De estas cuatro partían muchas vías secundarias para intercomunicar el país, vías todas ellas que serían abandonadas por siglos o cubiertas por muchas carreteras actuales.

El sistema de construcción lo llevaban a cabo los ingenieros que acompañaban a las legiones. Seguían un trazado rectilíneo a ser posible y se elevaban sobre el terreno evitando las zonas inundables. El ancho de las calzadas variaba, incluso podía superar los 8 metros y menos de 2 en las zonas de montaña. Para su levantamiento se hacían dos zanjas laterales paralelas y luego una central que se rellenaban en cuatro capas, la madre llamada statumem, con ringleras de piedra; la segunda, el rudus con cantos unidos por argamasa; la tercera, el nucleus de hormigón, cal y arena, y la última, el sunmum crusta, con losas cúbicas o piramidales o cantos con un centro bombeado para facilitar el drenaje. Las distancias se señalaban por millas mediante la colocación de marcos de piedra cilíndricos casi siempre, y no hay constancia de la distancia exacta de la milla que podría oscilar entre los más de 1.600 metros a los menos de 1.430.

Aquellas vías eran las autovías del presente y durarían siglos, durante los que usadas por pueblos invasores, dejando formidables puentes como los nuestros de Ponte Bibei y Ponte Freixo.

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