Deambulando

De caminata por la frontera sur

El emblemático Penedo dos Tres Reis que algo de magia desprende.
photo_camera El emblemático Penedo dos Tres Reis que algo de magia desprende.

Mientras el vocerío descalificador de escribanos y oradores, amén del chismorreo al que inclinado cada ciudadano arreglador urbi et orbi (a la ciudad y al mundo) de todos los problemas, yo me sumerjo en una naturaleza que nunca defrauda. Allí no nos aturdirán con sus bramidos del todo está mal, mientras aun resonaba a mis oídos lo mal que lo estaban haciendo los gobernantes por su retraso en las ayudas. Y uno pensaba como podían hacer frente acaso 100.000, 10.000 o 5.000 funcionarios con los expedientes de esos millones de desempleados temporales de los ERTE. Si ya es difícil revisar cada expediente, es fácil deducir que cada funcionario asumiría no más de una docena, tal vez dos o tres en cada jornada. La conclusión es fácil. Paciencia. Pero la tropa criticona del todo está mal e incluso la que por dictadores toma a los elegidos por las urnas e incluso los compara, en un totum revolutum con los que en el mundo han sido, hay que deducir que se ha perdido la mesura y que lo fácil es dar carnaza a esa opinión pública, indefinida por naturaleza o siempre invocada cuando la ocasión lo requiere.

Yo, caminando por la mismísima raya, que como regusto produce, admirando ese país, que a menos tenemos, que se llama Portugal, ejemplo único de transición pacífica y ahora tan ejemplar en esa unión de dispares políticos en pro de su país. Y si a esto acompaña, en la formidable solaina de un semanal y no festivo día, como brisa o céfiro, el regusto límites no encuentra y se predispone a favor del paisaje y lo que la naturaleza proporciona de sensaciones libertarias, en momentos que algunos aprovechan para decir que no hay libertad. Fuí de caminata con dos amigos, los tres de edad y condición diversa, pero gozadores de la Naturaleza.

Fue como comenzar y disfrutar  con lo que nos esperaba en promisorio día cuando los rigores del estío aún no se abaten sobre tanta verdosa flora en expansión. Un lagarto nos sobreviene en los primeros pasos, dos aguiluchos pálidos o laguneros como planeando aprovechando la brisa, sin gastar energías batiendo alas y abatiéndose de vez en cuando sobre alguna presa para nosotros invisible, pero en el caminar, muy visibles las plumas de una perdiz a la que la rapaz ave tuvo tiempo de desplumar y emprender el vuelo hacia su nido donde regurgitará los trozos del ave devorada alimentando a una única cría de las dos o tres que anidaban porque el más fuerte polluelo arrojará del nido a sus hermanos. Una fatalidad que condena sobremanera la reproducción de estas prodigiosas aves.

Avistar el penedo dos Tres Reis donde comienza una provincial frontera que se muere en el Miño, produce como cierto placer y más cuando rodeado de dos, el  uno capaz de asombrarse de todo y el otro también, pero parco en manifestaciones. Y no es que de pasmo a cada instante pero sí como poseídos de ese don que la naturaleza da a cambio de bien poco. Si no vivimos en el lugar el mito del encuentro de los tres reyes hallamos que algo de mágico y con esta sensación partimos a lo largo de una frontera con el sempiterno paspallás de incesante canto, de dos perdices que a paso ligero ni se molestarían en emprender el vuelo o las pastantes y sedentes vacas rumiando lo comido a nuestro paso. Los lagartos surgían casi a nuestros pies y ni una culebra de dos que luego halladas, aplastadas en la carretera por su imprudencia de tomar calor ignorando la inquina del automóvil. Las culebras siempre vituperadas y cuya escasez hace penar a muchos que ven reventados sus campos por los topos. Pero esta cultura judeo- cristiana condenó a la serpiente como símbolo del mal al revés de las Mesoamericanas, muchas asiáticas y también otras del Atlántico europeo en la antigüedad.

Instante el hambre ,más por las estomacales demandas que por la hora, dimos en ameno souto de plantación de castaños, de un lustro cuando más, para estar a cubierto de la poderosa radiación solar en su cénit, lo que nos haría desistir del programado recorrido rayano por lo que dimos, a la media hora de llantados, en aldea aún con vida, previa penetración en abandonada iglesia y cementerio de más abandono aun, donde, oh cosas, apagaríamos nuestra sed con agua fúnebre que manaba de un grifo y aun nos daríamos el placer de unos cafés en casa Antonio donde amablemente servidos por el tal en presencia de media docena de parroquianos, y la inalterable, por su placidez, de un tendido can, como entre palleiro y mastín, que pronto desalojado por un amo al que su mujer, nos dijo, se cansada de limpiar las tierras aportadas por el enorme cánido.

Aun se remataría, al paso por Chaguazoso, donde un interpelado vecino, instado por nuestras demanda, o las mías más bien, se despacharía sin mucha sorpresa del caudal de preguntas sobre el exbanquero Mario Conde, allí morando por unas temporadas, sobre el número de vecinos... Remataríamos por la occidental ladera de A Esculqueira, acompañados por el canto del cuco, tal vez presto a dejar su huevo en ajeno nido.

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