De caras y carotas, incluso jetas

Colorados, ojerosos y céreos Se agota la generación crédula en valores. Es pretérito muy imperfecto confiar en la fortaleza de las ideas, en el armazón intelectual de los referentes. Hace algunos años la tez de un representante público tenía variedades cromáticas: la palidez de la responsabilidad, las ojeras de las noches de vigilia por no encontrar soluciones acordes a las promesas, el sonrojo de la vergüenza por caer en flagrantes contradicciones y el céreo difunto por presagiar que su incapacidad le abocaría a una indispensable dimisión higienizante. Hoy el rostro es siempre el mismo, el que lucen los jetas (me vale el singular). Han llegado tiempos nuevos en los que la sociedad no se ofende por delegar la cosa pública en nescientes y tipos irrelevantes. Consiente que su futuro vaya a ser diseñado y decidido por gentes que anteponen su presente. Autoriza con su equidistancia que custodien el dinero de sus impuestos gentes que aún por encima de la mascarilla llevan antifaz y pasamontañas. La gente (ay, qué palabra) tiene callo. Desde hace un año, como una roca. Moreno de Baiona o de la misma leira Ourense, como todas las ciudades con aldea a tres kilómetros, tiene en septiembre el mestizaje entre el moreno de Baiona y Sanxenxo y el curtido de la leira de Cudeiro. La primera semana del regreso, a la caída de la tarde, el centro urbano era cualquier año un hervidero "para dejarse ver", como me recuerda un amigo. En una tarde de esta semana, cuando el sol ya no picaba, en Villajácome el personal escapaba de la pandemia, no sé si de él. Los comercios acotaron su superficie de venta por las nuevas normas del covid, en la cafetería los taburetes están volteados sobre la barra como en las películas de vaqueros tras una refriega de Bud Spencer. Los carteles de la liquidación de rebajas se confunden con los de liquidación total en la milla de oro. Por algunas calles huele a trapo de fregar, que no es lo mismo que a limpieza. Las zonas pretendidamente verdes tienen el color de los excrementos, ese marrón emoticono que tanto gusta el alcalde lucir al lado de su firma en redes sociales. Los ourensanos arrastran el peso de las cadenas y ni los grilletes le hacen llaga mientras vagan de una calle a otra, viendo como Jácome cumple con su amenaza de hacer de esto una villa, víspera de la aldea. La ciudad se extenderá a Velle, Cudeiro o Seixalbo. Y no habrá marcos que limiten un sitio y el otro. Todo será lo mismo: una leira. El regreso de Mendo La rebelión de los de Jácome no se estudiará en los libros de Historia. En realidad ni él ni su gobierno de tebeo dan para un Pepe Gotera y Otilio. El motín está siendo una cosa del montón. Anunciado como la Rebelión de los Cipayos para liberar esta India estos indios que han tomado la Casa do Concello salen a diario a la función del Teatro Chino de Manolita Chen. Parte de la grey ha comprado palomitas y ha reservado asiento en la Praza Maior. Se preparó cuando escuchó a la oposición anunciar inminentes "escándalos" a los que no pone fecha y creyeron que con un comunicado sería suficiente para revisitar el pase por la guillotina de Luis XVI de Francia. Jácome I El Tirano, según los que hace nada eran sus turiferarios se parapeta en su torreón viendo como trepan por él para asaltarle vasallos desagradecidos. Pero lo anunciado como revolución se ha quedado en una vulgar Venganza de Don Mendo. Jácome, como el personaje de Muñoz Seca, declama en lo alto de la torre: "¡Puñal de puño de aluño! ¡Puñal de bruñido acero, orgullo del puñalero, que te forjó y te dio bruño! Puñal que en mi mano empuño..." Todo, lamentablemente, rima con truño. Viajar está ya muy sobrevalorado Hay dirigentes políticos que huyen de los viajes institucionales. Atravesar el felpudo, mirar al frente y encaminar los pasos fuera de la autarquía impide ampliar la perspectiva de los hechos, confrontar realidades, enriquecerse con los contrastes. Por esos motivos (entre otros), sería bueno que nuestros representantes fueran un poco cigüeñas. Pero estas aves migratorias cada vez emigran menos, cosa del cambio climático. Alguno de nuestros políticos, incluso menos. Franco era reacio a dejar El Pardo porque temía una asonada en su ausencia. También porque no era bien recibido en la mayoría de los países. En el Concello de Ourense el equipo de gobierno sale poco. Se les nota en varios gestos, en que solo se hacen fotos en las Rías Baixas y poco más. El primer dirigente local hace escapadas confesas, pero no se le ve en los despachos institucionales fuera, tampoco le invitan universidades para explicar su modelo de desarrollo. Pero, en fin, donde más se le nota que no viaja es cuando se dar un notable alto por cómo está dejando esta ciudad. Si se diese un garbeo por ahí fuera se daría cuenta cómo está vulgarizándose todo aquí. Y se pondría colorado. Tal vez, no, por las razones que dijimos al comienzo del texto en relación a los colores de la cara de algunos. Al poner la lupa De aquel NO-DO vamos hacia este No-D.O. Cualquier político gusta al llegar al puestiño cavar la zanja para delimitar la exposición pública. Hay que soltar munición contra el medio o periodista que discrepa y como alternativa, el NO-DO. Ensayemos: "El vigía de Ourense, el norte de nuestras vidas, ha tenido una agenda cargada de eventos. Antes de asistir a la merienda de los niños de un empresario comprometido con la causa, dio la bienvenida a tres trabajadores municipales. El líder les dio una medalla con su imagen y una copia de las Memorias de Gudinsalvo Ferreira". Pocas diferencias entre aquel NO-DO a este No-Democracia Orensana. El portafotos Hace un mes que se ha cumplido el décimo aniversario de la liberación de los 33 mineros de Chile, atrapados en el desierto de Atacama. La lectura de un texto de la BBC me ayudó a recordar la historia, también las secuelas psicológicas que les han quedado. Uno de aquellos héroes, Omar Reygadas, tiene hoy 66 años y fue el número 17 en salir. Recuerda como "ver la luz del sol y sentir esa brisa de airecito fresco en la cara fue una de las cosas más hermosas". Libre y liberado. Como tal se sintió (libre y liberado) estos días Mario González, del club de los desengañados de Jácome, al dimitir como concejal y responsable de Cultura. Se desahogó el lunes en una rueda de prensa exculpatoria, como casi todas. No esperó rescate, se escapó de la mina de ese desierto municipal. Su gestión no merece una línea, su perorata a los medios para justificar por qué se las pira intentó ser autoconvincente. Mario huye de su desierto ausente de la solidaridad de los mineros de Atacama, escapando él primero. El último en marcharse de la galería de Chile fue Luis Urzúa y dijo: "Mi felicidad era que ya habían salido todos mis compañeros. Al asomar a la superficie y escuchar '¡fuerza Lucho!' dije: Misión cumplida". Mario no esperó y sin mirar atrás les dijo en plan solidario: "¡Que os den!"