Cáritas busca voluntarios en Ourense para hacer frente a la crisis social

La crisis social que ha estallado con la llegada de la pandemia, provocó que entidades como Cáritas tuviesen que dar un paso al frente para cubrir las necesidades básicas de la población que se quedó en una situación vulnerable. Para darles atención también se necesitan voluntarios y, aunque la respuesta ha sido buena, siempre hacen falta manos para atender a quien lo necesite. Actualmente, Cáritas Diocesana cuenta con 141 voluntarios -20 más que en el mes de marzo- y otros 305 colaboran a través de las diferentes Cáritas Parroquiales de la Diócesis de Ourense. En total, son 450 las personas que dedican parte de sus tiempo libre a ayudar en lo que sea necesario. El incremento del voluntariado permitió reforzar sus programas en un momento en el que se disparó la demanda, que llegó a duplicar los servicios diarios en el comedor. El tipo también varió en la era covid, dividiéndose en dos perfiles diferenciados. Uno de jóvenes de 16 a 30 años, estudiantes que compaginan su tiempo libre con la actividad voluntaria, pero también aquellos que se encuentran en ERTE o en paro han decidido colaborar. Por otro lado están personas que son atendidas en Cáritas y que decidieron aportar su grano de arena. Desde la entidad indican que en este último grupo se encuentran personas de otros países, con carreras universitarias en sus lugares de origen, y que encuentran dificultes para homologarlos en España. Martín Padín y María Teresa Espino son dos de los voluntarios que colaboran desinteresadamente con la entidad, una acción que les ha brindado la posibilidad de toparse con la realidad de la crisis social que azota a los más vulnerables. Cambio de tendencia Antes de la llegada de la pandemia, el voluntariado de Cáritas estaba compuesto principalmente por personas jubiladas o prejubiladas por su mayor disponibilidad horaria. El confinamiento y el cese de la actividad laboral de muchos sectores fue un incentivo para muchas personas a la hora de anotarse, por lo que aumentó la participación de aquellas en edad laboral, especialmente del sector hostelero. “Cuando llegas al comedor se te cae la venda y ves otra realidad" El mes de julio fue un punto de inflexión en la vida de Martín Padín. Tras años planteándose hacer voluntariado, la pandemia desencadenó que fuese el momento idóneo para aportar su tiempo y comenzó su andadura en el comedor social de Cáritas. "Cuando llegas allí se te cae un poco la venda de los ojos porque no nos damos cuenta de la realidad que hay al nuestro alrededor", relata. Esta experiencia ha hecho que aprecie el valor de las cosas que tiene en la vida. "Te das cuenta de lo mucho que tienes y de que se debe estar más agradecidos por tener un trabajo", apunta. El mayor shock para él en esta nueva etapa de su vida fue encontrarse con su vecino en la residencia universitaria del Campus de Ourense, donde este vecino de Sanxenxo que se estableció en la ciudad estudió: "Lo conocía de vista y, cuando lo vi allí, te das cuenta de que es algo que también te puede tocar a ti en cualquier momento", recuerda. En ese momento reconoció la "suerte" que tiene de disponer de una estabilidad. Dentro del grupo de voluntarios con el que colabora encontró también otra familia, ya que la suya se encuentra a muchos kilómetros. "Hace meses que no voy a casa, por lo que ellos son mi segunda familia y estoy muy agradecido y orgulloso de un proyecto que ayude a crear una sociedad mejor", destaca. El tiempo que tiene libre no ha dudado en invertirlo en echar una mano, conociendo otra cara de la sociedad en la que muchos no reparan. "Pensamos que aquí no hay tanta gente que lo está pasando mal, pero como dice el papa Francisco, son hermanos a los que debemos ayudar", cuenta Padín. Así acude cada fin de semana al comedor social para repartir un plato de comida a sus usuarios. "Estoy siempre deseando que llegue en esos días porque cuando sales de allí, aunque sea una realidad dura, ves tu aportación", resalta. “Para mí el voluntariado es un acto de servicio para los demás" La experiencia como voluntaria no es nueva para María Teresa Espino, que se adapta para colaborar en todo lo que se precise en Cáritas. "En los últimos meses conocí en profundidad toda la labor social que lleva a cabo Cáritas, es algo que me ha aportado mucho", destaca. A pesar del trabajo, de sus cinco hijos y de su marido, logra sacar el tiempo para ayudar en lo que ella denomina "un acto de servicio para los demás", resaltando el carácter "desinteresado". El objetivo que desentraña del voluntariado es "positivo", ya que permite "mejorar la situación" de las personas que más dificultades están viviendo. "Veo cómo los tratan individualmente y, los voluntarios, estamos para lo que haga falta dando todo lo que podemos", afirma. En su juventud ya colaboró con Cáritas, pero también con un centro residencial de mayores, entre otros. Pasados los años decidió que era el momento de regresar a Cáritas para ofrecer sus manos y, en esta pandemia, todas son pocas. "Es una entidad que abarca mucho, no se puede quedar uno con la única idea del comedor social, disponen de muchas áreas en las que se puede aportar un poco de tiempo", resalta. Ahora mismo su función se vincula con la atención a las personas mayores ofreciéndoles acompañamiento: "Les apoyamos mucho, cubrimos lo que les haga falta ya sea con la compra o simplemente hablar con ellos, algo que es muy importante", afirma. En casa, sus cinco hijos han crecido viendo cómo sus padres colaboraban voluntariamente con diversas entidades, lo que ha hecho mella en ellos. Por iniciativa propia también se han sumado a esta actividad porque su familia "predicó con el ejemplo". Al final todo lo resume en una simple frase: "Querer es poder". Si el deseo de ayudar a los demás es grande, el tiempo se consigue para colaborar como voluntario.