Historias de un sentimental

Aquel carro de suministros del “Zamora 8” que quisimos conservar para un parque

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photo_camera Veteranos en el carro.
Raro fue el soldado que pasara por el regimiento que no tenga una foto subido a este carro

Muchos ourensanos supervivientes recordarán haber visto por las calles de la ciudad o en uno de los espacios del cuartel, cerca de las cuadras donde estaban los mulos, un histórico carro de suministros, parecido a los de las caravanas del Oeste. Se conservaba bien, como se aprecia en la foto que ilustra esta historia. Raro fue el soldado que pasara por el regimiento que no tenga una foto subido a este carro.

Poco antes de la desaparición del Regimiento, que fue disuelto en 1987, algunos de los veteranos hicimos gestiones con la idea de que ese carro fuera donado a la ciudad y colocado en un parque, como se ha hecho en casos parecidos en otras ciudades, porque aparte de ser un recuerdo era ideal para que jugaran los niños. Era un objeto recuperable, como se ha hecho en otras urbes con viejos tranvías, barcos, kioscos y otros elementos de su pasado o del propio equipamiento urbano.

Por parte del Ministerio de Defensa no hubiera habido problemas, pero no hallamos eco alguno por parte del Ayuntamiento, como tampoco a la iniciativa del coronel Castaños de que Ourense dedicara un monolito o monumento a los miles de soldados de remplazo que pasaron por San Francisco. Así que el carro fue abandonado. Y un buen día desapareció. Pese a mis indagaciones nunca llegué a saber si fue destruido o si alguien se lo llevó, que es lo que más me temo. Es una pena, creo que a muchos ourensanos les hubiera gustado que sus nietos pudieran jugar con aquel carro.

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En todos los cuarteles existieron en otro tiempo las propias leyendas no siempre ciertas que pasaban de un remplazo a otro. En San Francisco se contó durante años la falsa historia de una piscina “arrestada” porque se aseguraba que en la misma perdiera la vida un soldado, en unas versiones ahogado y en otras al caer cuando no tenía agua. Yo nunca la vi con agua. Lo cierto es que la cruzaba un puente de hormigón quebrado. Otra leyenda decía que era para prácticas de salto de la tropa, cosa que nunca supe yo que se hiciera. Lo que sí es cierto es que en ese puente algunos insensatos como yo mismo y otros compañeros nos hacíamos fotos sin tener en cuenta el riesgo de un percance, dado su estado y deterioro.

Otra leyenda se refería a que los mausoleos próximos a la garita que daba sobre el cementerio habían sufrido el fuego de soldados medrosos, que, al batir de las ramas sobre las estatuas fúnebres, dispararon por si acaso. A pleno día, con los adecuados medios ópticos, estudiamos las estatuas y no apreciamos señales de haber sido atacadas como siempre se contaba. Lo que sí es verdad, y puedo certificar, es que en las guardias alguna vez tuvimos algún soldado que pedía que no lo pusiéramos de centinela sobre el cementerio. Yo recorría los puestos durante la noche y, sobre todo en verano, estuve más de una vez un rato con el soldado de aquel puesto. De noche, el cementerio de Ourense era un lugar silencioso, donde se percibía una sensación de paz, de tranquilidad, como no podría ser de otro modo.

Pero a los soldados bisoños que entraban de guardia o refuerzo por las noches, se les contaban esas historias de que en el cementerio por la noche había movimientos, voces y ruidos, de modo que asustaba a los más impresionables. Son historias lejanas que algunos conservamos en el recuerdo, como el de algunos pintorescos personajes que conocimos en aquel tiempo y que ahora nos producen una enorme ternura.

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