Deambulando

Entre castros-fortalezas y recuerdos

123_resultado
photo_camera Recreación de un pueblo castrexo en las cercanías de Castromao.

Yendo por las llamadas Terras de Celanova, que lo fueron por aquellos dominios que ejercía el poderoso monasterio mal llamado de San Rosendo, que aunque su fundador, es conocido por monasterio de San Salvador, como le puso el noble santo nacido cerca de Porto, que pudiera ser portugués, pero aquel reino no sería posible hasta el primer tercio del siglo XII y san Rosendo es del X. Vagando entre el castro de Castromao, que el nombre de castro Grande, que mao será por el latín magnus y por corrupción mao que no malo, como primero se asociaría; pues yendo y arribando al poblado castrejo reproducido más arriba, vimos que casi desmochada en parte la cubierta de paja de las redondas casas, ofreciendo un aspecto que no invita demasiado a la visita cuando aún están a tiempo de una reparación no costosa, a menos que se quiera abandonar aquello. Solo parada de minutos para continuar entre las inmensas praderías artificiales ganadas al monte que deberían soportar una cabaña ganadera que no vimos tal. Nos metemos en el valle de Acevedo do Rio, que como tal núcleo aldeano no existe si no como municipal término en un ameno valle, escenario que fue de una batalla entre las guerrillas galaicas dirigidas por no pocos clérigos contra las retaguardias de las tropas napoleónicas.

Por aquí uno recuerda a una chica que por más de 30 años al servicio de nuestra casa donde como de la familia, llamada María, a la que de pequeños solíamos oírla hablar de su pueblo, por lo que curiosidad posterior de conocerlo, pero que como ilocalizable, decenas de años ha, con las ganas de saber dónde estaba, rodamos por allá con una veintena de más que amigos, y ya comidos ni a mesa ni a manteles como preceptivo cuando por valles y montes transitas, al meternos en la aldea, alguno sagaz y al que nada escapa, vería unas grandes y sazonadas manzanas tabardillas posadas en un mesal de madera, y no pudiendo alcanzar alguna por la enrejada ventana de la semi abandonada casona a la vera de un camino, a alguno se le ocurrió atar un guante al extremo del montañero bastón que por telescópico de longitud de casi una persona de reducido tamaño, claro, a modo de cazo, y a fuer que funcionó el sistema que nos proveería de las más sabrosas manzanas jamás comidas, que por hurtadas y no robadas porque no ejerceríamos ni fuerza en las personas, que no había, ni en las cosas que intactas, de hurtillo calificar se debe, cuando un vecino consultado aguas abajo diría que los recolectores de las manzanas pocas veces las aprovechaban. Así que tranquilizadas nuestras conciencias unos se dieron al pelado de manzanas y los más a comerlas enteras. Claro que desaparecido el sentimiento del picaresco hurto, las manzanas ya no nos supieron tanto.

Intención había por el entorno de Xamirás, Trasmiras, que no solo existe en la Alta Limia, y la parroquial barroca de Prado donde tres operarios diputacionales se afanaban, el uno a lomos de una mini retroexcavadora; el otro de barrido de las orillas de esta carretera, ampliada o parcheada. Siempre se mete el acelerador en la obra pública cuando en el horizonte se vislumbran las urnas.

Como más adelante, una bajada acimentada nos llevaría a esa minicentral del Tuño, que está erigida en una época de influencias a favor de concesiones a poderosos. Las mini-centrales no minimizan en absoluto el impacto sobre el ecosistema circundante; parece como si esto de mini les diese patente de corso, y si que se la dio por las abundantes presas que se siembran en cada rio pequeño, más para provecho de sus socios que para redundar en favor de vecinos. Una peste que ha acabado con el libre discurrir de todos los ríos pequeños. Cualquier día enumeraremos esas mini y a qué criterios obedecieron sus concesiones. Los males derivados de estas presas son de eutrofización por depósito o sedimentos en el fondo, que perjudican la vida animal por falta de oxígeno, dejar cauces secos, a pesar de la prohibición porque hay que mantener el llamado cauce ecológico, anegar zonas de marcado interés ecológico y todo para hacer ricos a los que ya lo son porque tienen el dinero para su construcción.

Dejado el río Tuño, que a medieval suena, caminamos en dirección sur, hacia arriba, a la vista de esa iglesia aunque pudiera tomarse por castillo, visionada desde abajo, que es la de Santa Eufemia; más arriba otra, la de Milmanda, levantada con los restos de lo que fue castillo donde por alguna temporada moraría el rey portugués Fernando II en guerras fronterizas entre Melgaço y Milmanda, castillo que pasaría al señorío de los mitrados abades celanovenses. Un rey paseándose con su hueste de arriba abajo no es cuestión baladí en aquella Edad Media de tantas pestes, inseguridad, pobreza donde el lustre regio imponía hasta extremos alucinantes cuando los nobles se consideraban privilegiados seres. Nosotros, por fortuna, seres de otro siglo no sufrimos la opresión de reyes, señores, obispos o abades mitrados.

Te puede interesar