REPORTAJE

Los ‘cazaentroidos' tiran con cámara

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photo_camera Los fotógrafos Jaime Martín, Andrés Marín, Carmen Alemán y Roberto de la Torre en Os Galos de San Pedro de a Mezquita.

Un grupo de fotógrafos viaja cada año hasta las aldeas más recónditas de la provincia para documentar la diversidad de nuestro Entroido. Sus miradas, de Vigo o Madrid, impactan incluso a los propios fotografiados 

A ver el Entroido por el ojo de una cámara empezaron como la mayoría. Primero era el triángulo. Xinzo, Verín. Laza era un poco más "salvaje". Para Andrés Marín, afincado en Madrid, los primeros viajes en los noventa le llegaron para darse cuenta de que los entroidos eran algo que retratar. Ahora, él y otros fotógrafos como el vigués Roberto de la Torre, forman un grupo de 'cazaentroidos' que retratan lo “grotesco” -en Ourense es a veces sinónimo de puro- de nuestra tradición. El equipo lo completan otros como Jaime Martín, Pedro Losada, ‘Carmenchu’ Alemán o Fernando Xadur.

De la Torre se fue alejando progresivamente del “marketing” que a veces rodea al 'triángulo máxico': “Conocí a gente que me habló de otros entroidos, había más que no estaban publicitados y no tienen ese efecto llamada”. En seguida observó, cámara en ristre, que la amplia oferta tenía un vínculo de hermanamiento. Que “unos van allí y al día siguiente van todos allá”, con el mismo resultado para el forastero: “Se quedan todos alucinados”. Los fotógrafos van a Xironda o a Vilariño de Conso para retratar las aldeas donde creen que sus máscaras no son más singulares que las de otros: "Están menos precocinados, tienen un carácter más de diversión".

El de Roberto era un trabajo “documental” porque “algunas tradiciones están a punto de desaparecer” y para reflejar "un patrimonio inmaterial, pero fotográficamente es muy difícil". Su evolución como profesional le ha añadido la visión “plástica” de un fotógrafo. Aunque, dice, “preferiría ser invisible”.

Es el trabajo que más le gusta porque no es una tarea vanidosa. Se trata de “ser un espectador”, mantenerme al margen para "tratar de presevar la pureza” de lo que les rodea. Reconocen que los vecinos se quedan impactados cuando ven que su correcalles, su máscara, o su menú de mesa de domingo tiene interés para alguien, pero tratan de explicarles que ellos "solo están allí para sacar fotos, no tenemos una intención editorial; en sentido no estamos contaminados".

De la Torre cree que es necesario un impulso en algunos lugares, "si no a nivel turístico, estos entroidos tienen que potenciarse a nivel económico. A lo mejor dando una pequeña ayuda a una asociación para que puedan repuntar, por lo menos les ayudan a que no se sientan tan abandonados por los grandes núcleos delEntroido", asegura.

Su amplio historial lo ha completado este año con una mirada a Cabreiros de Vilardecás. Una cartera de experiencias que cada año van cogiendo más cuerpo para que salgan a la luz.

Marín es también periodista. Se inició como fotógrafo de viajes y su proyecto "España ritual" le sumergió en una nueva perspectiva: "Ahí vi que en la fotografía de fiestas de interés turístico había una gran escuela para fotógrafos de calle". La primera vez que llegó a Galicia se quedó sorprendido de la identidad que conservan las pequeñas poblaciones. A partir de entonces ya no tuvo que dudar más cuando le preguntaban cuál era el mejor carnaval de España: “Como los de Ourense no hay ninguno", dice. Hay "variedad" y "autenticidad", especialmente en los entroidos rurales. Aunque matiza: "En el momento en el que una aldea empieza a ser mencionada, eso puede pasar una factura".

Pone como ejemplo a Laza. "Es un carnaval magnífico pero desde hace unos años, una parte se ha convertido en espectáculo". Desde que Cristina García Rodero recogió la instantánea más bizarra del Entroido, “Lunes de Carnaval, 1975”, donde el desenfreno etílico de un pagano le lleva a orinar en mitad de la aldea; las cosas han cambiado.

"Esto lo he visto de mi experiencia en 25 años", y constata que muchas localidades hacen esfuerzos por recuperar su propia historia, ligada casi siempre a su entroido.

Son años escrutando la provincia pero mantiene que en algunos lugares “está todo por descubrir” y cita aquellas aldeas “de no más de 40 habitantes que solo lo celebran para ellos. No lo hacen por turismo, sino por sus identidades”. A partir de ahí, el interés fotográfico viene incluido para la “hermandad” de los ‘cazaentroidos’. El archivo documental de Marín tiene fotografías de casi una veintena: “Cuando empezábamos nos decían que lo de ser fotógrafo de fiestas estaba ya pasado, pero todo lo que hacemos se valorará después”.

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