El abandono acecha a los 473 núcleos de población que tienen en la actualidad menos de cinco residentes

Un centenar de aldeas de la provincia están deshabitadas y 71 tienen un único habitante

Imagen de Couso da Limia. (Foto: Archivo)
Más de un centenar de aldeas de la provincia están vacías, exactamente 113, según los datos del INE. Si nada lo remedia, los datos del futuro no son más halagüeños: en la actualidad hay 71 pueblos o lugares con sólo un habitante y 473 que tienen menos de cinco vecinos.
Paredes, Valverde, O Vao... Son nombres que evocan recuerdos del pasado para muchos ourensanos pero que, sin embargo, carecen de futuro e incluso de presente. Todos ellos forman parte de las 113 entidades singulares (aldeas) que el Instituto Nacional de Estadística calcula que están deshabitadas en la provincia. Una cifra que asciende a más del doble (239) cuando lo que se contabilizan son los núcleos de población que integran esas aldeas. Estos pueblos ‘fantasma’ confirman que la despoblación del rural ourensano continúa imparable, dado que su número aumentó en 13 más desde el año 2000. Aunque el incremento no es significativo, sí es sintomático de el éxodo rural, siendo el envejecimiento poblacional un hecho indiscutible.

Por municipios, Castro Caldelas es el que aglutina un mayor número de aldeas en las que no es posible encontrar ningún habitante: hasta 11 contabiliza el Instituto Nacional de Estadística, dos más que hace nueve años. Le siguen en este ‘ránking’, los concellos de Gomesende, Montederramo y Nogueira de Ramuín, con seis aldeas vacías respectivamente.

Pero más allá del propio abandono de estos pueblos -cabe aclarar que el INE sólo incluye los que serían habitables y, por lo tanto, no los que llevan décadas abandonados- otra señal preocupante es la gran cantidad de núcleos de población que no sobrepasan los cinco habitantes en la actualidad y que, por lo tanto, tienen todos los boletos para engrosar en los próximos años la ya larga lista de pueblos sin gente. En la actualidad, 473 pueblos, aldeas o lugares de los diferentes municipios ourensanos tienen menos de cinco habitantes.

Algunos ejemplos, como Gomesende, A Peroxa y San Amaro superan la veintena de núcleos en esa situación. Más curiosa es la vida de quienes han pasado a ser los últimos vecinos de un pueblo, testigos si nadie lo remedia, de su inminente desaparición. En esas circunstancias de habitantes únicos se encontraban a principios de 2008 71 personas en la provincia, que residían solos en otros tantos lugares. Frente a esta situación de abandono o paulatino despoblamiento han surgido algunas iniciativas, privadas o impulsadas desde las administraciones, que pretenden recuperar pueblos que estaban abandonados. El más conocido quizá sea el de Couso, en Sarreaus, pero hay otros concellos que también están buscando revivir algunas de sus aldeas ya olvidadas, con iniciativas diversas. Es el caso de A Merca y Rairiz de Veiga, que estudian o llevan a cabo diversas iniciativas en este sentido. En otros casos se busca dinamizar el ámbito rural para intentar evitar el abandono. El plan especial que se está llevando a cabo en San Salvador, en Allariz, es uno de los ejemplos de rehabilitación de las aldeas a partir del respeto de sus características más tradicionales.

Tarrazo

Muchas casas de Tarrazo, en Sarreaus, tienen las huellas del tiempo. Algunas están abandonadas y otras sirven todavía para que sus piedras sean ‘recicladas’. Sus calles están vacías y sólo el ladrido insistente de los perros que moran en algunos de los bajos de esas casas permiten intuir al recién llegado que en Tarrazo hay vida. Las vacas pastando en los prados cercanos son otra señal de que todavía hay vecinos.

Recorriendo sus calles es posible comprobarlo: Tarrazo está habitado. Dos mujeres charlan a las puertas de la casa de una de ellas. ‘Somos poucos, seis veciños -aunque no todos viven allí permanentemente-, de 65 anos para arriba’, dice una de ellas. La otra, aunque natural del pueblo, se trasladó hace unos años a una aldea cercana. Reconoce que Tarrazo fue a menos. ‘Recordo 17 vivendas con familias de bastante xente pero agora solo están os vellos porque os novos marcharon a gañar a vida’, dice. En resumen, añade la otra, ‘os vellos morreron e os novos marchan’.

Tarrazo no está muy lejos de Couso, la aldea rehabilitada por un particular y reconvertida al turismo. ‘Antes de quedar vacía Couso era unha aldea pequeniña e agora vai moita xente’, dicen en Tarrazo. En la aldea esperan más movimiento porque ‘os cazadores compraron unha casa aquí para xuntarse’.

Lo bueno de vivir en un pueblo tan pequeño es que ‘aínda que a xente sempre se levou ben, agora mellor porque practicamente case xa non se traballa, aparte de ter algunhas vacas ou algunha cou sa’, dice una de las mujeres. En ese momento, la otra se levanta para dejar su Tarrazo natal e irse al pueblo vecino, donde vive ahora. Mientras, su vecina se dispone a entrar en la casa en la que vivirá con su marido, ‘mentras podamos. Despois marcharemos e, se non nos levan os fillos, teremos que ir onde vai o resto da xente’. Si sus expectativas se cumplen realmente, Tarrazo tendrá cada vez menos gente.

Couso

‘Se encuentra usted en una propiedad privada. Por favor, rogamos respeten las instalaciones’. Un cartel como éste da la bienvenida a los visitantes a la aldea rural Couso Galán. Sin duda, junto al aparcamiento de la entrada, la primera e inequívoca señal que se encuentra el visitante de que no está en un pueblo ‘de verdad’.

El aspecto impecable de las nueve casas que integran la aldea, junto al restaurante, el bar y la recepción permiten salir de dudas. Por las calles perfectamente empedradas pasea un pequeño grupo de visitantes que, desde Baños de Molgas, quieren comprobar con sus propios ojos en qué consiste un pueblo de estas características. ‘Nós vivimos estas cousas, porque onde somos nós había moitos muíños como este’, dice Luis Conde. Tanto él como sus acompañantes en la visita turística concluyen que el pueblo ‘está moi ben. É un artigo de luxo e para quen non viu nada do que é unha aldea é moi bonito’.

El complejo hotelero en el que un empresario convirtió la aldea abandonada de Couso tiene capacidad para alojar hasta 50 per sonas, una cafetería, un salón social, un restaurante y un salón de bodas. En un futuro inminente, tendrá piscina y un spa. Nueve personas, casi todas del municipio, trabajan en él. El maitre del restaurante, Daniel Marín, explica que ‘hasta agosto estuvimos a tope’. Como en Tarrazo, mucha de la gente que llega a Couso Galán también es ‘gente mayor’, que en este caso ‘viene buscando tranquilidad y ver lo que era antes un pueblo’. Todo ello combinado con la posibilidad de realizar actividades que van desde el paintball, al senderismo, el tiro con arco o disfrutar de una comida ‘con productos de la tierra’, insiste Marín.

Desde su apertura, la repercusión que Couso Galán ha tenido en Sarreaus ha sido ‘positiva’, dice su alcalde, Gumersindo Lamas, ya que ‘supón que a xente coñeza o municipio e sempre xera postos de traballo’.


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