Dicen que el amor necesita química, al menos para entenderse. No sé si Chano Domínguez y el Niño Josele se quieren, pero en el escenario se respetan, se dejan llevar.
Dicen que el amor necesita química, al menos para entenderse. No sé si Chano Domínguez y el Niño Josele se quieren, pero en el escenario se respetan, se dejan llevar.
El invento, el de ensamblar piano y guitarra flamenca, no es nuevo, ya lo hicieron Michel Camilo y Tomatito, y el experimento fue fructífero. Otro experimento más antiguo, el “Flamenco Sketches”, de Miles Davis, de 1959, pero aquello era otra mirada.
A Niño Josele y a Chano Domínguez no los unió el amor, sino un flechazo apresurado en Nueva York en un homenaje a Miles Davis, y alguno de los dos pensó que detrás de todo aquello pudiera haber más miga; Fernando Trueba ejerció con la solvencia que tiene de maestro de ceremonias. El resultado, un disco, Chano&Josele, de 2014, que los lleva por el mundo, la última parada, en el Festival de Jazz de Primavera.
No sé si lo que hacen estos músicos hoy es flamenco, lo digo por si alguien siente prejuicios por una de las músicas más sorprendentes y propias aún por descubrir y modelar, pero sí que lo que llevaban de maridaje musical es una base de buen hacer traído del flamenco. El resultado es exquisito, sublime, ambos lo son, y saben estar juntos, establecer la suficiente química entre ellos para ejecutar un concierto de guitarra flamenca y piano y desatar la admiración del público.
Sobre la mesa una pila de canciones hermosas, arrancando con el "Django", del Modern Jazz Quartet, el "Because" de The Beatles, o una canción de ensueño como "Je t'attendrais", de Michael Legrand. Temas propios intercambiados entre ellos, "Alma de mujer", de Chano, que interpretó Josele y "¿Es esto una bulería?", que afrontó Chano. Otros de Jobin, y cómo no, no podía faltar “Canción de amor" de Paco de Lucía. Él sí que tuvo que ver en la nueva dimensión flamenca.
