El comedor de Cáritas en la ciudad no da abasto: sirve el doble de raciones que en enero

Usuarios del comedor social de Cáritas, ayer a mediodía en el Paseo Maestro Vide de Ourense.
photo_camera Usuarios del comedor social de Cáritas, ayer a mediodía en el Paseo Maestro Vide de Ourense.
La entidad, que dio más de 11.000 comidas en agosto, lanza un SOS a empresas y ciudadanos

Yolanda, Juan y Lorena no tienen casa y acuden cada mediodía al comedor de Cáritas en Ourense. Son tres de los cientos de personas que comen todos los días gracias a esta entidad, que ha pasado de servir 5.000 raciones el pasado enero a más de 11.000 este mes de agosto, según datos facilitados ayer por su directora, María Tabarés.  “Estamos sirviendo unas 400 comidas y cenas diarias y eso que en agosto solía venir menos gente. Es más del doble que a principios de año; tememos lo qué va a ocurrir cuando llegue el frío”, reconoce Tabarés, que quiere lanzar un SOS a la sociedad ourensana, desde vecinos hasta empresas, para que colaboren en función de sus posibilidades.

Quienes vienen a recoger fiambreras con comida son mujeres con hijos y gente que tiene casa, pero no llega a fin de mes. “Antes trabajar significaba poder cubrir tus necesidades básicas; ahora ya no. Vienen personas con trabajos precarios a los que el sueldo no les da para pagar el alquiler, agua, luz, gas y comida. Y la inflación está empeorando sus condiciones”, asegura la directora de Cáritas.

La mayoría de usuarios presenciales del comedor son hombres de más de 45 años y sin hogar. “Es una ayuda imprescindible. Aquí nos dan un primero, un segundo y un postre”, señala Juan, que duerme en el albergue y viene al comedor desde hace una semana. “Salí hace poco de prisión y estoy tramitando el subsidio de excarcelación”, explica, agradecido.

El perfil del usuario es muy cambiante, según Tabarés. “Viene gente de Ourense, muchos colombianos y venezolanos, y también refugiados que no son ucranianos, como africanos, iraníes o paquistaníes”, indica.

Yolanda tiene 49 años y vive en la calle. “Vengo a desayunar y a comer aquí desde hace cinco o seis años. Suelo dormir delante de un comercio cerrado de vestidos de novia. Lo malo es que ahora viene el invierno”, se lamenta.

María Tabarés ha llegado a la conclusión de que cualquiera puede quedarse en la calle. “La pobreza solo económica no te aboca a la calle durante mucho tiempo porque tienes herramientas para salir de esa situación, pero si a eso añades pobreza cultural y social, adicciones o enfermedades psiquiátricas, es más complicado”, dice.

Lorena es víctima de violencia de género, tiene 46 años y acaba de salir del comedor social. “Mi marido me pegó durante catorce años; aún tiene una orden de alejamiento. Y ahora tengo que tomar mucha medicación”, confiesa.

Entre las personas que comen en Cáritas también hay licenciados. “Vienen extranjeros con estudios universitarios sin homologar y que deben adaptar sus expectativas laborales y partir de cero. Se encuentran con un entorno adverso y con rechazo social por ser extranjeros y pobres”, afirma Tabarés.

“Sé que es un momento muy duro; la inflación no está afectando a todos, pero la población de Ourense responde muy bien, como ya hizo en la pandemia. Cuando hacemos un llamamiento, la gente es muy buena”, confía la directora de Cáritas, que pide ayuda.

“ESTAMOS MUY PREOCUPADOS; LA INFLACIÓN AFECTA A QUIENES IBAN JUSTOS”

 

“Estamos muy preocupados por la situación. La inflación está perjudicando mucho a gente que ya iba muy justa”, se queja la directora de Cáritas en Ourense, María Tabarés. “La factura de la fruta ha subido una barbaridad. Hicimos un pedido de 1.000 euros para el comedor social y ya se ha acabado; tenemos que hacer un pedido extraordinario, pero vamos a esperar a la semana que viene, a ver si baja el precio de los plátanos”, asegura.

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