Reportaje

El comedor entre tambores

Los niños de infantil del CEIP Curros Enríquez comen cada día entre los instrumentos de su aula de música. (Foto: Óscar Pinal)
photo_camera Los niños de infantil del CEIP Curros Enríquez comen cada día entre los instrumentos de su aula de música. (Foto: Óscar Pinal)
El servicio de comidas en este inicio de curso se tuvo que adaptar para garantizar la seguridad de los más pequeños. La solución que encontraron en los centros Curros Enríquez e Inmaculada, dar el salto al aula de música o al salón de actos.

En esta vuelta al cole, no solo las clases se tuvieron que adaptar para poder recibir de nuevo a sus alumnos. Los comedores también afrontaron el reto de retomar un servicio necesario para muchas familias, adaptándose para garantizar la seguridad de los más pequeños: "Es el resultado de mucho esfuerzo a la hora de estructurarlo de la mejor manera", destaca José Antonio Álvarez, presidente de la Federación de Asociacións de Nais e Pais Públicas de Ourense (FAPA). 

Esta entidad gestiona los comedores de los colegios Curros Enríquez e Inmaculada de la ciudad, donde el aula de música o el salón de actos forman parte del servicio. "Organizamos una serie de turnos para que los niños coman con el metro y medio de seguridad", indica Álvarez. Además, reconoce que es una "suerte" que estos centros contasen con espacios "prácticamente contiguos" disponibles para formar parte del servicio, por lo que ahora algunos de ellos comen todos los días entre tambores o platillos. El método de gestión también dio una vuelta e tuerca, ya que todos los alumnos comían juntos independientemente de la clase a la que pertenecían. Mesas de 1,83 metros mantienen bien distanciados a los alumnos de Primaria en Inmaculada, "no están ni enfrentados".

El CEIP Inmaculada ofreció el espacio que usan como gimnasio o salón de actos para el comedor. (Foto: Miguel Ángel)

El CEIP Inmaculada ofreció el espacio que usan como gimnasio o salón de actos para el comedor. (Foto: Miguel Ángel)

Mientras, en Curros Enríquez el segundo turno espera a que el primero se siente para poder bajar las escalares y "evitar en todos momento que se crucen". Los de Infantil, gracias a los grupos burbuja comenta juntos por ser de convivencia estable: "Solo una mesa de ellos tiene mamparas, el resto forman parte de la misma clase", explica Álvarez, quien destaca la "buena predisposición" de los centros para que, a partir de los grupos de convivencia confeccionados en el comedor, se formasen los de las aulas de Infantil.

Mayor esfuerzo económico

Este verano fue el "más atípico" que han vivido en FAPA y que Álvarez recuerda lleno de reuniones para organizar los que serían los nuevos comedores: "Un día teníamos un protocolos y al poco tiempo ya se cambiaban cosas. Nosotros luchamos por tener algo concreto y con la meta clara de que comerían a metro y medio de distancia", recuerda. 

Volver al ruedo ha supuesto una  importante inversión económica con el aumento de monitores también necesario y una bajada del 20% en los matriculados: "Hay más gasto, pero no les subimos las cuotas a las familias y tiramos con las ayudas que nos conceden", afirma Álvarez. Todos los monitores trabajan equipados para garantizar su protección y la de los niños, además de someterse a pruebas de covid cada 15 días, a cuenta de la FAPA.

Tras poco más de un mes de la vuelta al cole, los que comparten a diario tiempo con los niños en el comedor notaron el cambio anímico en ellos: "Antes no había quien parara con el ruido, ahora están apagados y casi no hablan entre ellos. Es una pena", señala Álvarez.

Al final, lo más importante es garantizar la seguridad de todos ellos, algo por lo que la FAPA también quiere destacar: "No queremos ser solo una referencia por lo bien que damos de comer, también por ser un espacio en el que no se puedan contagiar", resalta Álvarez, quien recuerda ser precavidos en el exterior de los centros. 

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