crónica

La condena de la dejadez municipal

Baches, baldosas rotas, parques y jardines "a monte". Son solo algunos ejemplos de problemas enquistados en la ciudad de Ourense sin que nadie sea capaz de meterle mano en los últimos años y que desesperan a los vecinos

Mientras no dejan de asomar proyectos y propuestas para la ciudad, Ourense sufre sin que nadie le ponga remedio un importante deterioro en cuestiones básicas que afectan al día a día de vecinos que empiezan a mostrar su desesperación por el estado de calles, aceras, zonas verdes o la limpieza de sus barrios.

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La falta de presupuestos durante los últimos años y el bajo nivel de ejecución de los mismos ha llevado a los diferentes gobiernos a aparcar lo esencial, con tareas que se acumulan en un desbordado cajón del olvido a las que urge meter mano para dar una vuelta de tuerca a la ciudad y que, hasta ahora, el equipo liderado por el alcalde, Gonzalo Pérez Jácome, sigue acumulando en su mesa.

La escasa obra pública acometida por el Concello, única gran ciudad de Galicia que en los dos últimos años apenas ha licitado una actuación que ni siquiera ha iniciado –la reforma de la Plaza de Abastos– ha derivado en unas calles que, en su mayoría, siguen repletas de baches o socavones, sin que centro o los barrios escapen a esta situación.

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Pero si los conductores sufren por los daños de sus vehículos en el día a día, la situación también deja mucho que desear para vecinos y visitantes cuando se acercan a conocer una de las señas de identidad como son las zonas termales junto al Miño, con unos accesos más propios del tercer mundo, o As Burgas, con el entorno de la vieja cárcel y el solar junto al Puente Murallón convertido en un estercolero, un camino que ha empezado a emprender el entorno de la Plaza de Abastos, con problemas de okupas y suciedad.


Más problemas


También hay mucho que hacer en las aceras y zonas verdes de la ciudad. En las primeras, es habitual encontrarse con baldosas mal colocadas que se convierten en un riesgo para la integridad física de los viandantes, con aquellos con problemas de movilidad reducida o avanzada edad rogando por mejores condiciones de accesibilidad y rebajes hacia la calzada.

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Mientras, parques y jardines que deberían ejercer como pulmones para los ourensanos languidecen por un cuidado deficiente. El paseo del Barbaña, con una vegetación descontrolada, espacios emblemáticos como el Posío, pendiente de su gran reforma, o San Lázaro, que han visitado las ratas últimamente, son algunos ejemplos de la desatención desde los despachos de los gobernantes.

Más cuidado y mimo también precisan pasarelas que presentan un mantenimiento muy deficiente para una ciudad que dice mirar al río como uno de sus recursos con más potencial. Los pasos junto al Ponte Vella y Outariz son claros ejemplos de la decadencia de estas infraestructuras, víctimas también del nulo civismo de aquellos que las toman como lienzo para sus pintadas.

 

Como lienzo siguen sirviendo las fachadas para la cartelería ilegal, sin que desde el Concello hayan cumplido con renovar la desfasada ordenanza de esta práctica y participando incluso la propia administración en la colocación de cartelería que anuncia actos patrocinados por un Concello que obligado a resolver problemas por su propia dejadez, una auténtica condena. 

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