El confinamiento más numeroso

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Las viviendas se convierten estos días en el único espacio de movimiento para los niños. Los padres se encargan de mantener la rutina, pero a veces, con varios hijos, se complica. Eso sí, no hay tiempo para aburrirse.

La crisis del coronavirus transformó las viviendas en el único espacio de movimiento de los más pequeños. El colegio, el patio del recreo, el parque, el comedor. Todo se reduce ahora al mismas cuatro paredes a las que, con suerte, se le añade una finca. La situación cambia cuando el espacio ha de compartirse entre muchos y hay que compaginar horarios de deberes, estudio, trabajo de los progenitores, deporte, juegos y comidas. Cuando el confinamiento es numeroso, la organización y la paciencia se vuelven clave, pero eso sí, no hay tiempo para aburrirse. "A nosotros los días se nos pasan muy rápido, y acabas las jornadas cansado, no paras casi desde que te despiertas hasta que te vas a dormir", asegura Rodrigo Cabada, padre de tres hijos de 10, 5 y 4 años.


Con nueve...y uno en camino


Los Agudo-Calvelo son una de las tres familias ourensanas con más de ocho hijos, según el INE. En concreto, tienen nueve. Pero en 15 días, la pequeña Carmen les incluirá en la veintena de familias españolas que con los tiempos que corren tienen 10 o más hijos. Para un reality cumplirían el cupo. De momento, el confinamiento es la prueba más parecida. "Estoy deseando ya dar a luz porque estoy inmensa. Encima tengo diabetes y tenía que estar haciendo ejercicio, pero encerrada en casa es complicado", dice Valle Calvelo, la matriarca. 

¿Cómo se organiza una familia con nueve hijos y uno más en camino en pleno encierro? De momento, con concienciación. "Sí, porque cuando empezó todo esto mi padre ingresó en la UCI con coronavirus. Ya está mejorando. Pero al inicio, me daba pánico ir al hospital. Ahora estamos muy concienciados, los niños también. Y en esta etapa los estoy disfrutando mucho, aunque haya momentos que los regalaría o los vendería", bromea. 

La primogénita es Raquel, de 17 años. Le sigue Israel, de 15; los mellizos Sabela y Samuel, de 13; Rafael, de 11; Gabriel, de 7; Josué, de 5; Saúl, de 3; Isaac, de 2 y pronto, Carmen. "Lo que me salva es mantener unos horarios. Con el tema del colegio online, al principio me desbordaba. Porque tengo pequeñitos y tengo de instituto. Me llevaban las tareas por diferentes plataformas y me volvía loca". A esto hay que sumarle un detalle: "¡Un ordenador para los nueve! Unas peleas… Que si yo tengo que entregar antes, que si es mi turno… El instituto nos prestó uno, se han portado muy bien".

Cada uno tiene sus responsabilidades. "Los tres pequeños dan mucho trabajo. Para que uno haga los deberes, otros tienen que estar jugando con los pequeños". Calvelo hasta le saca el lado positivo al ERTE que sufrió su marido: "Menos mal que lo tengo en casa, si estoy sola… Cuando me llama alguna amiga aburrida, pienso: ‘¡Pero quién se puede aburrir, si yo no tengo minutos!". Una de las mejores experiencias del confinamiento para esta familia es compartir más momentos. Una comida, por ejemplo, impensable con los horarios de cada uno y el comedor escolar. "Aprendes a disfrutar de ellos. Al principio te sale ver los defectos de los hermanos, pero luego ves la evolución y cómo nos hemos ido adaptando unos a otros. Los escuchas más y les he visto madurar: a uno le he quitado el pañal, a otro le voy notando la adolescencia…”

A la familia le quedan apenas dos semanas para que nazca el nuevo bebé, Carmen. "Ahora me da rabia porque dicen que con el protocolo no podrá asistir mi marido al parto. Tenerlo allí me daba mucha seguridad, porque tiene mucha experiencia", se ríe Calvelo.


Mantener una rutina


Las familias procuran mantener una rutina diaria que evite que el confinamiento se convierta en una suerte de "vacaciones continuas". "Los mayores se levantan sobre las nueve o nueve y media, desayunan y a eso de las diez hacen una hora de tareas, fichas, lectura... lo que toque. Luego juegan un poquito, comen, duermen la siesta y después de merendar hacemos algún juego en familia, cuando llega el padre de trabajar", explica María Fernández, madre de tres pequeños de 8 y 5 años y un bebé de meses. 

Pero no siempre es sencillo compaginar los tiempos de tareas, sobre todo para aquellos que precisan dispositivos electrónicos. "El mayor y la mediana necesitan ordenador para conectarse a la plataforma del cole, pero solo tenemos uno, entonces hay que repartirse. Claro, hay días que a lo mejor nos pasamos toda la mañana con un ejercicio del niño, y la niña tiene que hacer lo suyo por la tarde... Mientras, el peque ve un poco la televisión, porque no le gusta mucho lo de jugar solo", cuenta Anabel Cortés, madre de tres niños de 13, 12 y 5 años. "Nosotros no tenemos una rutina muy marcada, intentamos, pero no siempre es posible claro", asegura Cortés, que está divorciada y vive ella sola con los pequeños. "Aquí la primera semana fue un poco como vacaciones, pero desde ahí ya dijimos, bueno, hay que marcarse unos horarios más o menos fijos para organizarnos mejor. Con el mayor estamos repasando mucho lo que aprendió este año, para que llegue a sexto de Primaria lo mejor posible", comparte Rodrigo Cabada, con tres pequeños.

Cuando los hijos son más mayores, la organización se vuelve un poco más sencilla, ya que cada uno adapta sus horarios a sus responsabilidades. "Los mayores tienen cada uno su portátil, así que ya se ponen en sus habitaciones a trabajar, y el más pequeño, desde el salón, con mi ordenador. Como en el colegio les han pautado todo muy bien, eso ayuda. Luego leen, hacen deporte, jugamos a algo todos juntos... Y nos repartimos las tareas de casa, claro, cada uno tiene sus obligaciones", explica una madre ourensana de tres adolescentes. 


En general, adaptados


El confinamiento no es sencillo, pero los niños capean el temporal estos días como auténticos campeones. "La verdad es que los pobres se adaptan bastante bien, hacen sus tareas, hacemos manualidades, cocinamos juntos...", explica Lorena Cid, madre de cuatro hijos de 13, 7 y 5 años. La creatividad es una de las mejores herramientas, y en el caso de esta familia, participan en juegos y retos conjuntos con amigos, vía telemática: "A lo mejor tenemos que hacer un baile, por ejemplo, entonces ya estamos parte del día montando la coreografía, grabando el vídeo... Y el hecho de luego conectarse ya te provoca ilusión". 

La adaptación a no salir de casa se hace un poco más difícil en el caso de los más enérgicos, que estos días no pueden correr y saltar tanto como les gustaría. "El pequeño lo noto ya que necesita aire fresco, necesita movimiento, a veces notas que le cuesta prestarte atención... Y bueno, para acostarlo, a veces, ¡ay madre!", cuenta Anabel Cortés. "Si nos dejasen salir un poquito cada día pues se agradecería la verdad", reconoce. "En el piso se hace complicado, aunque sea un dúplex. El peque es puro nervio y claro, no puede desfogar", añade Lorena Cid. "Yo soy de la opinión de que bueno, si tenemos que aguantar un poco más después de todos estos días pues venga, aunque claro, cada caso es distinto", apunta María Fernández. 


Preocupación


Las familias intentan que los hijos se preocupen lo menos posible por la situación, y en la medida en que pueden evitan que se saturen de información sobre el coronavirus. "Les expliqué todo, ellos también preguntan mucho... Intento llevarlo con naturalidad, porque si escondes algo ellos también se dan cuenta y se preocupan", señala Fernández. "Intentamos evitar que lo que a nosotros nos agobia les llegue a ellos. La clave es mantener el optimismo, esto es un desafío para todos, claro, pero saldremos", asegura Cabada.

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