Cráteres lunares en Peliquín

Peliquín es un remanso de paz a unos pocos minutos en coche del centro. Quizás por ello, buena parte de las casas a la venta están valoradas en 100.000 euros o más. Pero el barrio, más allá de la tranquilidad y el sonido de los pájaros (suenan mirlos y estorninos) esconde algunas carencias, a priori fáciles de solucionar, pero que han permanecido inalteradas durante años. Ahora los vecinos quieren tener voz. La rúa Tras Castros de Peliquín es uno de tantos viales de la ciudad cuya reparación no solo fue prometida y cacareada, sino que cuenta ya con un presupuesto, pero continúa la espera. Debía estar lista el año pasado, pero los vecinos siguen expectantes y sienten su urgencia (y cierto cabreo) cada vez que pasan por allí a dos o cuatro ruedas y su vehículo retumba entre los surcos. Ricardo Vázquez preside la asociación de vecinos de Peliquín, no O Peliquín. Le hierve la sangre cada vez que escucha el nombre de su barrio acompañado de artículo determinado. Le enfadaba cuando el anterior alcalde, Jesús Vázquez, decía O Peliquín. Pero ahora "Jácome nin sequera di nada, nin vén polo barrio". Defiende que habría que limitar el paso de camiones por Tras Castros, e incluso hacerla peatonal: "A menudo, pasan coches a 80 kilómetros por hora, y si les dicen algo te increpan". Y a ambos lados de esta carretera se acumulan decenas de muebles que la gente tira entre los árboles. "O Concello debería informar de que hai un teléfono sen coste algún para que acodan á túa casa e collan os mobles", lamenta. Ya a la altura de rúa dos Canteiros, en la carretera de Barra de Miño, lleva encharcada desde otoño debido a los escombros que taparon la cuneta tras una obra de Adif, según asegura Vázquez: "Falei co xerente o 20 de outubro pero me contestou que o limpara o Concello. Aínda estou agardando". Uno de los centros neurálgicos del barrio es su iglesia. El parque infantil construido a su lado esconde una broma escatológica: está prohibido el acceso de los perros, pero son humanos los que acuden a menudo durante la noche, hombres y mujeres, recuerda Vázquez, y orinan sobre la arena. Y junto a este parque crece un carballo que, asegura, nadie ha podado -excepto por una rama- en cuatro años. Por último, el camino a la fuente pública del barrio, donde viven algunos vecinos, es tan estrecho que no cabe un coche de bomberos. Para facilitar una posible intervención, esperan ampliar el camino gracias a la cesión de terreno por parte de un vecino. Un esperpento de fuente: algas, agua sin tratar y "fumadoiro" entre los charcos Los vecinos recuerdan cuando la fuente de Peliquín era un lugar emblemático para el barrio. "Agora veñen a pincharse e fumar", lamentan. El otro día, un vecino llegaba con su esposa al lugar y los jóvenes "empezaron a gritar en clave: Que viene el tren, que viene el tren". Y se ahuyentaron a la carrera. "E en ningún lado pon que a auga sexa potable, pero os veciños veñen a beber", lamentan desde la asociación vecinal. Además, la fuente está estropeada, así que la plazita se llena de agua y barro. "Aínda acoden persoas ao lavadoiro para limpar a roupa", añade Ricardo Vázquez. A primera vista, no parece muy higiénico, ya que en el agua las algas han crecido tan a sus anchas como si fuera el embalse de As Conchas. "Hai auga sen tratar en moitos barrios, e o Concello, que non da abasto, non se fai responsable. Habería que analizalas tódolos días", señala. Otro vecino recuerda la antigua fuente, que se ubicaba unos metros más arriba. "Aquí había unha porta", recuerda señalando el suelo. "Viñan cos caldeiros dos porcos e collían auga para beber. Levo 76 anos bebendo de aquí, teño as garrafas listas para máis", reconoce.